Evangelina Cosío Cisneros:
una camagüeyana
de mitos y realidades
Por Héctor Juárez Figueredo,
Archivos de la Oficina del Historiador de la Ciudad deCamagüey
Recientemente
descubierta como camagüeyana, Evangelina Cosío se involucra, a partir de su
lealtad filial, a trabajos de la última guerra independentista del siglo XIX y
se convierte en protagonista de una muy sui generis aventura.
La
camagüeyana Evangelina Cosío y de Cisneros ha devenido uno de esos personajes
históricos cubanos que, al margen de los textos académicos, despiertan aún
interés. Participó en el frustrado alzamiento independentista de Isla de Pinos
(julio de 1896) y luego fue espectacularmente liberada de su prisión habanera
(octubre de 1897). De ella se ha escrito lo real y lo imaginable, pero siempre
han quedado puntos inexplorados en su biografía, algunos con lecciones
valederas para el presente.
Origen
camagüeyano de Evangelina Cosío
Generalmente
se ha aceptado que Evangelina Cosío “vio la primera luz en La Habana”, o
incluso en la zona central cubana. Sin embargo, su nacimiento tuvo lugar –y no
por casualidad– en Puerto Príncipe (Camagüey), al igual que sus tres hermanas.
Juana
Evangelina de las Mercedes Cosío y de Cisneros nació el 23 de septiembre de
1877, hija de don Agustín Cosío Serrano y doña Caridad de Cisneros y de la
Torre, naturales ambos de esta ciudad.
Sus
abuelos paternos fueron don Agustín Cosío Sánchez y doña Juana Serrano Aguiar;
y los maternos, don Mariano de Cisneros y Méndez y doña Ana Regina de la Torre
y Olazábal. Todos eran principeños. El bautizo tuvo lugar el 16 de febrero de
1878 en la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad (*).
Si bien
se ha escrito que su padre fue veterano de la Revolución de 1868, debió serlo
sólo en los primeros momentos. Su matrimonio tuvo lugar el 30 de diciembre de
1873, en esa misma parroquia, de la que eran feligreses los contrayentes. En la
partida aparece el nombre completo de la esposa como María de la Caridad.
A los
seis años, quedó huérfana Evangelina. Su madre falleció, en Puerto Príncipe y
de parto, el 17 de abril de 1884. Tenía 40 años de edad.
Isla de
Pinos, 1896. La bella y el militar
A la
muerte de la madre, la pequeña Evangelina fue a vivir entonces con la familia
de Rafael Canto, en Sagua la Grande, provincia de Santa Clara, hasta los 12
años.
Luego,
junto a su padre, residió en el ingenio Hormiguero, jurisdicción de Palmira, en
dicha provincia. Allí,
al reiniciarse la lucha independentista, Agustín Cosío comenzó a colaborar con
la causa cubana.
En
enero de 1896, Cosío fue detenido, acusado de infidente. Se le condujo a La
Habana, donde fue sumariamente juzgado y deportado a Isla de Pinos por 10 años.
Dado lo precario de su salud, fue autorizado a llevar a sus hijas Evangelina y
Carmen (una quinceañera entonces).
El
comandante de la plaza de Isla de Pinos, coronel José Bérriz –primo del
político español Práxedes Mateo Sagasta–, reparó de inmediato en la hermosa
Evangelina e intentó inútilmente seducirla. El oportuno asedio amoroso del
militar hizo que la camagüeyana fuera incluida en el plan de alzamiento de
pineros y desterrados, previsto para la noche del 26 de julio de 1896.
Bérriz
fue atraído a un supuesto encuentro amoroso con Evangelina; y allí,
neutralizado. Pero la imprevista aparición de una pareja de la guardia civil
frustró la “cita” y las acciones siguientes. Evangelina escapó y estuvo
escondida varios días en el campo. Delatada, fue finalmente detenida y
conducida a La Habana.
En Las
Recogidas: símbolo de Cuba
En la
capital cubana, Evangelina fue recluida en la Real Casa de San Juan Nepomuceno
de Recogidas, convertida en cárcel de mujeres. Según la “leyenda”, que de inmediato comenzó a
tejerse, allí esperaba la deportación a Ceuta, condenada a permanecer 20 años
en aquel presidio norafricano.
Pronto
descubrieron a la joven los cazadores de noticias de William Randolph Hearst. Los
corresponsales del “New York Journal”, con mucha imaginación, prepararon una
nueva historia de las atrocidades españolas en Cuba, que debían ser odiadas y
vengadas por el pueblo estadounidense. Era el “caso” que Hearst había estado
buscando. Lo manipularía para, cohesionando la opinión pública, reanimar el
apoyo a la guerra y, a la par, incrementar la circulación de su periódico.
Fue
“rebautizada” como Evangelina Cisneros o Evangelina Betancourt Cosío y
Cisneros, para facilitar la versión de que era sobrina de Salvador Cisneros Betancourt.
La campaña del “Journal” se dirigió
sobre todo a la mujer norteamericana. Como se esperaba, se incrementó la venta
de ejemplares del periódico al amparo de un enorme titular: “The Whole Country Rising to the Rescue.” (Todo
el país en pie para el rescate.) Unas 15 mil mujeres de toda la sociedad
estadounidense apoyaron la petición.
En
Washington se creó un Comité Pro Evangelina Cisneros, presidido por la Primera
Dama, que dirigió una petición al papa León XIII para que solicitara clemencia
a María Cristina, reina regente de España. La reina Victoria unió su firma.
Nunca respondió la Corona española.
Una
fuga mediática
Karl
Decker, reportero en Washington, fue enviado entonces por Hearst a La Habana
para rescatar de la cárcel a Evangelina, La pequeña Juana de Arco cubana. Como resultado de un complicado plan, en el
cual estuvo involucrado personal diplomático estadounidense acreditado en Cuba,
en la noche del 7 de octubre de 1897 tuvo lugar la evasión.
En Las
Recogidas también se encontraba presa la camagüeyana Eva Adán (**). Como
ciudadana de los Estados Unidos, era visitada por el cónsul general de ese país
en La Habana, Fitzburgh Lee y Mr. Bryson, funcionario del Departamento de
Estado. Con ellos, bajo cobertura diplomática, entró Decker al reclusorio e
hizo llegar mensajes a Evangelina.
En
tanto, Decker contrató dos ayudantes y alquiló parte de una casa deshabitada,
con una terraza próxima, calle por medio, a la de Las Recogidas. Con el
pretexto de un dolor de muelas, el médico que atendía a Evangelina suministró
el láudano, que –para provocar un sueño profundo– añadía ella en el café
nocturno dado a carceleros y compañeras de habitación.
Donnell
Rockwell, un joven miembro del consulado, proporcionó la escofina para que
Evangelina fuera serrando subrepticiamente los barrotes de la ventana de su celda,
contigua a la azotea del edificio.
Empleando
una escalera, tablas y sogas, Decker y sus compinches accedieron a Las
Recogidas, terminaron de serrar los barrotes, los doblaron y ayudaron a salir a
Evangelina. Ya en la calle, un coche condujo a la joven a la casa de Carlos F.
Carbonell, banquero cubano-estadounidense muy vinculado a Mr. Lee. Carbonell la
ocultó dos días y contribuyó a sacarla de contrabando en un vapor con destino a
Nueva York.
Disfrazada
de varón y con el nombre Juan Sola, Evangelina abordó el paquebote
estadounidense Seneca. A bordo
la esperaba Mr. Walter B. Barker, funcionario del consulado estadounidense en
Sagua la Grande, quien durante la travesía se convirtió en su chaperón o
rodrigón. Meses más tarde en la residencia de Lee, en
Richmond, Carbonell le propuso matrimonio a Evangelina. Se casaron en Baltimore
en junio de 1898.
Apoteosis
y olvido
El “Journal”
fue, poco a poco, dando a conocer los detalles de la fuga. Siempre ansioso por
autoproclamarse paradigma del “periodismo que actúa”, no tuvo límites en
felicitarse a sí mismo mediante un gran titular: “Un diario estadounidense logró con un solo golpe lo que la burocrática
diplomacia no pudo realizar en tantos meses”. La demagógica frase se
convirtió en el slogan con que Hearst abanderaría más tarde sus gritos de
guerra contra España.
Evangelina
tuvo una multitudinaria bienvenida en Nueva York y fue recibida en la Casa
Blanca. Después su historia prácticamente desapareció del “Journal”. El mensaje
había sido claro: “protegida” y “rescatada” había sido la joven, Cuba también
podría serlo más tarde.
Si bien
la trama ciertamente excitó las pasiones en el país del Norte, nunca logró una
atención permanente en la primera plana de otros diarios neoyorquinos, que no
se decidieron a seguir una campaña liderada por Hearst.
Así, en
la leyenda se desvaneció Evangelina, de la que ocasionalmente era sustraída por
la prensa cubana. Incluso, indebidamente, se le atribuyó presencia en la
numismática cubana (***). Regresó finalmente a Cuba y se estableció con
Carbonell en La Habana. Enviudó en 1916 y dos años más tarde contrajo segundas
nupcias con el abogado Miguel Romero; tuvieron descendencia.
Evangelina
Cosío y de Cisneros falleció en la ciudad de La Habana el 22 de mayo de 1970.
Fue sepultada con honores militares, en correspondencia con el grado de
capitana que le fue otorgado por el Ejército Libertador de Cuba.
Notas
(*) Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la
Soledad, Camagüey: Libro No. 29 de Bautismos de Blancos Españoles, folio 198,
no. 540. [Agradezco a la investigadora Zelmira Novo Sebastián y a Enrique
Palacios Caraballo, archivero de dicha parroquia, la localización de esta y
otras partidas.
(**) Eva Adán, como era conocida María Josefa Adán
Betancourt, había sido detenida en Puerto Príncipe, en enero de 1897, por
colaborar con la lucha independentista. De la Cárcel principeña fue trasladada
a La Habana y luego deportada a los Estados Unidos. Había adquirido la
ciudadanía estadounidense en la emigración, durante la Guerra de los Diez Años.
Era esposa del general espirituano Alejandro Rodríguez Velazco.
(***) Se trata de las monedas suvenir acuñadas por
la República de Cuba en Armas en 1897 y 1898, en las que se dijo aparecía la
efigie de Evangelina. El rostro alegórico a Cuba que aparece en esas piezas es
el de otra beldad camagüeyana: Leonor Molina Adán. Leonor nació en los campos
del Camagüey mambí en 1897 y falleció en Miami el 12 de enero de 1957
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