DOS MÉDICOS CAMAGÜEYANOS
NOMINADOS AL PREMIO NOBEL
José Miguel Espino
Desde los albores del Siglo XIX y aun antes, comienza un proceso
de desarrollo de todas las ramas de la ciencia en el país. Instituciones
creadas en el Siglo XVIII constituyeron la base de ese desarrollo, tales como:
el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, la Real y
Pontificia Universidad de San Jeró- nimo, la Real Sociedad Económica de Amigos
del País y otras que fueron surgiendo después.
Muchos cubanos comenzaron a destacarse como eminentes
científicos, especialmente en el área de la Medicina y las Ciencias Naturales.
¿Qué cubano no ha oído hablar de algunos de ellos? Recordemos al Dr. Tomás
Romay (1764-1848), considerado con justeza el iniciador del movimiento
científico cubano, quien probó la eficacia y distribuyó, ayudado por el obispo
Espada, la vacuna contra la viruela; al cirujano camagüeyano Nicolás Gutiérrez
(1800- 1890) que introdujo en Cuba el estetóscopo y nuevas técnicas
operatorias; al urólogo, de fama mundial en su época, Joaquín Albarrán (1860-
1912); al pediatra camagüeyano Gonzalo Aróstegui del Castillo (1859 -1950). Y
en el área de las Ciencias Naturales: Felipe Poey (1799-1891), Álvaro Reinoso
(1829-1888) y Carlos de la Torre (1858-1950), por solo mencionar algunos.
Pero solo dos, camagüeyanos ambos, fueron propuestos para el
codiciado y honroso premio Nobel: el Dr. Juan Carlos Finlay (1833- 1915), el
más famoso y laureado de nuestros científicos, propuesto al premio en ocho
ocasiones, y el casi olvidado y no menos laureado Dr. Arístides Agramonte
Simoni (1868- 1931).
Del primero, todos conocemos la historia contada por él, de cómo
una noche, en su habitación, cuando rezaba el rosario, le surgió la idea de que
el mosquito era el transmisor de la fiebre amarilla, y cómo dedicó toda su vida
a investigar y probar dicha teoría que logró erradicar este mal que afectaba a
grandes áreas del mundo.
Del segundo es de quien quiero hoy bruñir la pátina del olvido
que cubre a este eminente científico camagüeyano. Arístides Agramonte Simoni
fue el primer cubano en ser nominado al premio Nobel. Nació en Puerto Príncipe
el 3 de junio de 1868.
Su padre, el médico Eduardo Agramonte Piña, primo de El Mayor,
participa con él en el alzamiento de Las Clavellinas, muriendo con el grado de
general de brigada en la batalla de San José del Chorrillo en 1872. Su madre,
Matilde Simoni Argilagos, hermana de Amalia, fue apresada junto con su padre;
posteriormente logra salir de Cuba con el niño.
Tras una estancia en México se radicó en Nueva York. Allí hizo
sus estudios Arístides hasta obtener su título de doctor en Medicina en 1892 en
la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Columbia. En New York de 1892 a 1898, desarrolló una
brillante labor médica, logró una sólida formación científica y trabajó por la
independencia de Cuba en los clubes revolucionarios.
Al entrar los Estados Unidos en la Guerra del 95, ingresó como
médico agregado al ejército de dicho país en abril de 1898, para participar
como médico higienista con las tropas enviadas a Cuba, y permaneció como tal
hasta la proclamación de la república en 1902.
Al crearse la IV Comisión del Ejército Norteamericano para el
Estudio de la Fiebre Amarilla en La Habana en junio de 1900, se le nombró
patólogo de la misma. Los trabajos de la Comisión dieron como resultado la confirmación
de las investigaciones de Finlay. Por lo que fue nominado por ello para el
Nobel.
En la Universidad de La Habana revalidó su doctorado en
Medicina. Obtuvo por oposición la plaza de profesor de la cátedra de
Bacteriología y Patología Experimental de la Facultad de Medicina de la
Universidad de La Habana, hasta que renuncia en 1931, debido a la clausura de
esa institución por la dictadura machadista, para marchar al exilio.
Publicó varios libros y cerca de 150 artículos científicos. Al
morir en New Orleans el 17 de agosto de 1931, desempeñaba el cargo de Profesor
Jefe del Grupo de Cátedras de Medicina Tropical de la Universidad de Louisiana.
Honor a quien honor merece. Camagüey, 3 de diciembre del 2016.
Día de la Medicina Latinoamericana.
Recogido de la Revista “El Alfarero” (Boletín de la
Arquidiócesis de Camagüey), Nº 25, diciembre de 2016.