8 de diciembre de 2019

NATALYS, LA SANTA TERESITA CAMAGÜEYANA



Nathalys, esa santa Teresita cubana

dedicada a la Infancia Misionera

Natalys Vidal Menéndez murió de un tumor cerebral a los 15 años. La corta vida de esta adolescente no le impidió dar su vida por la misión, como santa Teresa del Niño Jesús.
No hay necesidad de viajar por el mundo para contribuir a la misión de la Iglesia. Desde las profundidades de su convento carmelita, santa Teresita se lo demostró a todo el mundo. Demasiado frágil para viajar, la joven carmelita dedicó su vida a orar por los misioneros. Enferma, les ofreció sus sufrimientos.

De la gran santa francesa, la joven cubana Natalys Vidal Menéndez parecía haberlo aprendido todo. Como ella, estuvo animada desde muy joven por un ardiente deseo de dedicarse a la misión. Sin embargo, su entorno de vida no tenía nada que ver con el de la santa de Lisieux.

Nacida en una familia atea, en suelo comunista, Natalys descubrió a Cristo en la esquina de un callejón empujando la puerta de la pequeña capilla de la ciudad de Santa Cruz del Sur, donde vivía.

La fe de la niña, que devoraba la Biblia en su tiempo libre, asustaba a sus padres. Cuando le anunció a su madre su deseo de convertirse en monja, ¡la trató como a una loca!  Sin embargo, había algo más en esta pequeña niña con un carácter demasiado fuerte como para desanimarse. Desde el nacimiento de la Infancia Misionera en Cuba, Natalys estuvo apasionadamente comprometida con esta institución.

En la década de 1990, hablar libremente sobre Dios seguía siendo peligroso en este país, y la memoria colectiva continuaba marcada por esos religiosos enviados a campos de trabajos forzados por profesar su fe.

Sin desanimarse, sin embargo, Natalys compartía con una simplicidad desconcertante a su alrededor los textos del Evangelio que la alimentaban.

La frescura de la niña cubana se vio fuertemente afectada por la enfermedad. Muy temprano, se le diagnosticó un tumor cerebral.

En aquel momento, Natalys, que conocía bien la vida de santa Teresa del Niño Jesús, se sometió sumisamente a la escuela de la Carmelita. Si cambió el mundo desde su celda, ¡nada le impedía a ella hacer lo mismo! Así que se puso a orar por la misión desde su cama, llevando los buenos consejos de Teresita al otro lado del Atlántico.

la adolescente tenía un sueño muy específico: que la Infancia Misionera se pudiera establecer en todas las diócesis de Cuba. Llena de confianza, ella ofreció sus sufrimientos a Dios para este propósito. “La infancia misionera estará presente en todas partes en Cuba”, le repetía alegremente a su amigo Fidelito, el laico que inició este trabajo en el país de Fidel Castro.

Cuando aún no tenía 16 años, la joven murió en paz, el 2 de julio de 1995. En una nueva primavera, la Infancia Misionera Cubana recibió docenas de cartas de obispos que deseaban ver esta institución establecida en su diócesis.

En su familia, la corta vida de Natalys también causó gran impresión: sus padres se convirtieron al cristianismo y su hermano eligió ser sacerdote. «La oración es el alma de la misión», dice el papa Francisco. La vida de esta niña cubana es prueba de ello.

Adaptado de es.aleteia.org 

Nota: Su hermano, el P. Andrés (Andy) Vidal Méndez, es actualmente Párroco de la Iglesia de La Soledad en Camagüey.




 

21 de septiembre de 2019

LA CONSTITUCIÓN DE JIMAGUAYÚ. -

Este 19 de septiembre se cumple un aniversario más de la promulgación de la Constitución de Jimaguayú y de la proclamación de la Republica en Armas. Veamos el siguiente artículo que nos aborda este tema:


TRADICIÓN CONSTITUCIONALISTA EN CUBA: 
LA CONSTITUCIÓN DE JIMAGUAYÚ
Por Elena Galarraga
La Constitución de Jimaguayú fue la tercera Constitución de la República de Cuba en Armas, después de la de Guáimaro en 1868 y la de Baraguá en 1878.Como las anteriores, debe su nombre al lugar donde se realizó. Este último fue escogido por Máximo Gómez, por ser precisamente en esta zona camagüeyana donde había caído 22 años antes Ignacio Agramonte.
La letra del documento es muestra de ese afán de los patriotas cubanos por dar, de alguna manera, forma jurídica al movimiento revolucionario; es decir, dotarlo de civilidad y legalidad.
En la firma participaron miembros de Las Villas, Camagüey y Oriente, las tres zonas en guerra. Sus 24 artículos, el párrafo introductorio y el breve texto conclusivo fueron escritos por Enrique Loynaz del Castillo con una esmeradísima redacción, a pesar de contar con solo tres días para su elaboración. Los manuscritos conservados y las actas dan muestras de la seriedad con que fue tenido en cuenta el hecho y de la autoconciencia de los participantes de saberse haciendo historia.
Aunque en ella hay vestigios de las anteriores, especialmente la de Guáimaro, porque, sin dudas, forma parte de un mismo proceso histórico, la Constitución de Jimaguayú representó un paso de avance en la búsqueda de la unidad de los cubanos al pretender complacer los intereses de todos los involucrados en la contienda. La mayoría de los delegados pertenecía a una nueva generación, cuyo pensamiento se diferenciaba del de los veteranos del 68. Por eso, a pesar de las limitaciones e imperfecciones atribuibles, avanzó más que las anteriores en su intento por lograr el anhelado equilibrio entre el poder civil y el militar; aunque predominó sutilmente el dominio del primero sobre el segundo.
Establecía, entonces, un Consejo de Gobierno formado por seis miembros representantes de los poderes ejecutivos y legislativos, que no debía interferir al aparato militar, encabezado por un General en Jefe, Máximo Gómez, y un Lugarteniente General, Antonio Maceo. El camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt y el manzanillero Bartolomé Masó ocuparon los cargos de Presidente y Vicepresidente de la República en Armas. Carlos Roloff, Severo Pina Estrada, Santiago García Cañizares y Rafael Portuondo Tamayo, fueron designados al frente de las secretarías. 
Así, este Consejo de Gobierno, al tornarse más sencillo, borraba el mal sabor de la Cámara de Representantes de 20 miembros instaurada en Guáimaro y daba más autonomía al mando militar que en aquella ocasión. El denominador común fue la lucha contra la metrópoli y la obtención de la independencia.
Se acordó que se convocaría a una nueva Asamblea Constituyente para dentro de dos años si no se ganaba la guerra, por lo que la Constitución, desde su promulgación, solo regiría hasta 1897. Por ello se presenta a sí misma como Constitución del Gobierno Provisional de Cuba. Así se continuaba con la voluntad de formalizar el futuro de Cuba en otra Constitución, signo de la inclinación de los cubanos hacia el respeto del orden y las leyes.

29 de mayo de 2019

INAUGURACIÓN ASILO DE ANCIANOS EN CAMAGÜEY




Palabras de Mons. Willy Pino,
Arzobispo de Camagüey,
en la inauguración del
Asilo de Ancianos Mons. Adolfo Rodríguez Herrera,
el 25 de mayo de 2019

Querido Monseñor Giorgio Lingua, Nuncio de Su Santidad en Cuba.
Queridos hermanos obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles todos.
Madre Zelia Andrighetti, Superiora General de las Hijas de San Camilo de Lelis.
Hermana Esther Cusma, Provincial en Perú de las Hermanas Camilianas.
Hermanos de distintas Confesiones religiosas.
Distinguidas autoridades políticas y de gobierno en nuestra provincia.
Doctor Reinaldo Pons, Director Provincial de Salud.
Historiador José Rodríguez Barreras.
Trabajadores del Hogar.
Obreros que construyeron esta Casa para los ancianos.
Personalidades invitadas a este acto.
Familias vecinas de este reparto.
Primeros abuelos y abuelas que inauguran su nueva residencia.

Considero que debo empezar agradeciendo al Papa Francisco la gentileza que ha tenido en enviarnos ese afectuoso mensaje que hemos escuchado y su apreciada bendición. Creo que, al inaugurar este Hogar de Ancianos, estamos cumpliendo una aspiración muy personal del Santo Padre, cuando expresó: “¡Deseo que las comunidades cristianas brinden al mundo un testimonio de respeto y veneración hacia los ancianos, conscientes de que ellos pueden transmitir de forma privilegiada el sentido de la fe y de la vida! Invito a todos a empeñarse en la construcción de una sociedad a medida del hombre, en la que haya espacio para la acogida de cada uno, sobre todo cuando es anciano, enfermo, pobre y frágil” (11 de marzo del 2015).

Gracias les damos al Papa Francisco y a su representante en Cuba Monseñor Giorgio Lingua, a quien debemos la presencia de las Hermanas Camilianas entre nosotros.

Hoy también está con nosotros Monseñor Domingo Oropesa, obispo de Cienfuegos. No sé cuántas cosas pasarán en estos momentos por su mente, porque él es “el padre de esta criatura”. Como escuchamos hace unos momentos, fue él quien gestionó las importantes primeras ayudas recibidas desde España, su país natal. Camagüey guardará memoria perpetua de su nombre.

También quiero asegurar el agradecimiento de la Iglesia camagüeyana a tantas personas e Instituciones, de dentro y de fuera del país, que, con sus donaciones económicas, según sus posibilidades, hicieron posible esta construcción. Dios les recompensará abundantemente.

Mucho hay que agradecer, además, a los obreros y al personal técnico que trabajó durante 13 años para regalarnos esta maravilla que hoy se inaugura. Me gustaría decir los nombres de Morel, Salazar, Jorge, Yadián… pero son casi 100. Sin embargo, pienso que todos estamos de acuerdo en que debemos agradecer públicamente el trabajo del incansable Juancito Boutros. Sabemos, Juancito, que no fueron pocos tus dolores de cabeza, y que, en muchas ocasiones, por encargo nuestro, tuviste que insistir una y otra vez. A ti, y a cada uno de los que hicieron posible este milagro, mi gratitud personal, la gratitud de la Iglesia y del pueblo de Camagüey.

Considero que Salud Pública y la Iglesia hemos dado un ejemplo de cómo se puede trabajar juntos para conseguir un bien común. Y eso es algo que debemos seguir manteniendo. Hemos ganado en confianza mutua y aprendimos un estilo de trabajo que ojalá se multiplique en otras esferas en que la Iglesia y el Estado cubanos podrían trabajar juntos. En fin de cuentas, todos estamos al servicio de un único pueblo cubano.

A la Madre Zelia, Superiora General, y a la Hermana Esther, Provincial en Perú, mucho tenemos que agradecer. Gracias a su vocación en favor de los ancianos de cualquier parte del mundo han regalado a nuestra Cuba a las Hermanas Giovanna, Lidia y Beatriz, a quienes hemos aprendido a querer en los nueve meses que llevan entre nosotros. Debemos reconocer que ellas ya parecen cubanas.

Permítanme ahora mencionar a alguien que, por su trabajo, ha sido una inspiración para mí en estos últimos meses. Se trata de Brooks, un cubano con apellido inglés, y que con su ayudante Ernesto y con su pareja de bueyes Trigueño y Pimienta, ha ido venciendo, día a día, el marabú que rodeaba este edificio, y como ustedes podrán apreciar después, alrededor del Hogar hay ya cientos de matas de fruta bomba maradol, plátano macho, guanábana, aguacate con parición en meses diferentes, guayaba roja suprema, boniato, yuca, maíz, calabaza y habichuela. Todo esto, unido a las matas de mango, de tamarindo y de coco ya existentes, será una buena ayuda para la alimentación de nuestros ancianos.

Por supuesto que no voy a olvidar a todos aquellos laicos, diáconos, religiosas y sacerdotes que vinieron en diferentes días de los últimos meses para ayudar a la limpieza de cada rincón del Hogar. ¡Gracias por el ejemplo que nos dieron de recordarnos que esta obra no es propiedad de un grupo sino de todos!

Termino recordando a Monseñor Adolfo, cuyo nombre lleva este nuevo Hogar de Ancianos. Hace casi 18 años, el 3 de octubre del 2001, Monseñor Adolfo, en carta dirigida a una autoridad del país sobre el tema de este Hogar que él quería construir, escribió: “…Aprovecho la ocasión para reiterarle que la Iglesia no busca competencia ni hacerle sombra a otras instituciones de esta naturaleza. Desde hace siglos (y en Cuba desde hace 500 años), la Iglesia, por un mandato de Jesucristo, ha levantado las primeras escuelas, hospitales, leprosorios, asilos, cuando no había con quien competir ni a quien eclipsar. La experiencia, también en Camagüey, antes y ahora, enseña que una escuela, un hospital, un asilo… no compite sino estimula, establece una emulación sana que beneficia a todos. Un Hogar de Ancianos no es un negocio productivo sino un servicio muy ingrato a favor de un sector humano muy difícil que es la ancianidad.”

¡Todos los que lo conocimos, nunca vamos a olvidar al santo Obispo que nos enseñaba, de palabra y con sus obras, a confiar siempre en el Señor, convicción que lo hizo ser sereno y positivo aun en las horas oscuras y difíciles de nuestra historia!

¡Cómo olvidar al hombre que le dedicaba a la persona que tenía delante todo su tiempo como si no tuviera otra cosa más que hacer… que la atendía como si fuera la única persona existente demás de él!

¡Cómo olvidar al obispo de los detalles, de las delicadezas, de las felicitaciones en los aniversarios y del cariño a todos por igual, creyentes o no, importantes o no! ¡Era el pastor que conocía a sus ovejas, y las ovejas lo conocían a él!

¡Camagüey nunca podrá olvidar a un obispo que llamó a abrir ventanas donde los hombres cerraban puertas, a un hombre que quería dialogar con todos, incluso con los que no querían dialogar!

¡Ningún camagüeyano podrá agradecer suficientemente a Dios el regalo de Monseñor Adolfo para esta Arquidiócesis, su sabiduría de corazón y de mente, su visión de las cosas, su luz larga ante los problemas de cada día, sus repetidas llamadas a no perder la virtud de la paciencia!

¡La Iglesia de Camagüey nunca olvidará la elegancia, la discreción y fortaleza espiritual con las que hacía frente a cualquier adversidad! Fue un experto en distinguir entre un acto y una actitud. Siempre pensó que, como afirmó en la Toma de Posesión de su sucesor, Monseñor Juan, aquí presente: “El diálogo será siempre el camino mejor, necesario, posible y único, en todos los niveles… Mucho más en Cuba que está llena de once millones de cubanos dialogantes de los que proverbialmente se dice: “Los cubanos, hablando, se entienden”.

¡Cómo podremos olvidar la confesión que hizo en la misa por sus 50 años de sacerdocio cuando dijo: “Si volviera a nacer, volvería a ser sacerdote, y si alguien me preguntara dónde, le contestaría que en Cuba, incluso con sus nubes; en esta Iglesia cubana que es todo menos aburrida, y con este pueblo cubano que cada vez veo más claro que es un pueblo religioso y que quiere seguir siendo religioso”!

Monseñor Adolfo, santo arzobispo de Camagüey: ¡mira complacido este Hogar de Ancianos que, a partir de hoy, llevará tu nombre! Amén.


foto: Fidelito Cabrera