Pinceladas principeñas
En la antigua calle San Juan
o Avellaneda, en 1890…
Carlos A. Peón Casas
Esta foto retrata un antiguo edificio de la otrora calle de San
Juan, que con el paso del tiempo ha devenido en el actual Hotel América. El
inmueble, construido antaño (1878), es el mismo que el de ahora, y la
edificación del siglo XIX ya ostentaba dos porciones de doble piso: una por la
esquina de San Martín, y otra al frente, mirando a una plazuela que para
entonces era más amplia que la actual y que se organiza en forma de cuña con la
calle Avellaneda por un lado y la de San Fernando por el otro.
Desconoce este escritor la función social de aquella edificación
dotada de sólidas columnatas en derredor, y no se atreve a especular al
respecto para no desentonar. Algún curioso lector de estas líneas, mejor
informado, podrá quizás echar luz sobre el asunto. Lo interesante de la toma no
es sólo el edificio en primer plano, sino el ambiente circundante, que nos
recuerda el polvoriento legado de la otrora ciudad, con los caballos amarrados
a las puertas como en las polvosas escenas del oeste hollywoodense, y una yunta
de bueyes con su correspondiente carreta y su conductor a la sombra inexistente
de un famélico flamboyán.
Igualmente tenemos noticia de una seguramente conocida fonda de
la época con el sonoro nombre de “La Defensa”, justo en la intersección de
Avellaneda con San Martín, por una tela que va de acera a acera y que le hace
cumplida propaganda. Pasada la citada esquina en dirección al fotógrafo y por
la acera contraria, descubrimos el aviso de otro establecimiento, a todas luces
comercial, con el apelativo de “La Flor de Cuba”.
El cuadro se completa con la presencia de algunos transeúntes:
algunos chiquillos desharrapados, y otras personas en el interior del portalón
principal del edificio. No parece una hora de mucho movimiento, quizás el
tiempo físico del retrato coincide con el momento de la ineludible siesta:
costumbre de raigal signo, ya extinta por razones obvias, en la otrora comarca
principeña.
Otra postal, sin dudas, donde recurre la memoria consustancial a
aquella apacible comarca de nuestros ancestros, sólo atendible hoy día por
estos valiosos testimonios gráficos que nos salvan de todo posible olvido.
Reproducido
de “El Alfarero”, Boletín de la Arquidiócesis de Camagüey, Nº 25, Diciembre
2016.