24 de junio de 2020

UN SAN JUAN EN CAMAGUEY. -


Un San Juan en Camagüey.
1925
  Luis Cruz Ramírez.
(Fragmentos)

Carrozas cuajadas de mujeres hermosas.
De incomparable belleza
luciendo trajes típicos de otras naciones.
Autos adornados en fila interminable.
Batallas de serpentinas,
de flores,
de confetis.
De piropos y citas para el baile.
¡Música!
A llorar a Papá Montero,
zumba, canalla rumbero.
Amazonas.
Sillas de tijera a lo largo de las aceras.
Desde la Vigía a la Caridad.
Desde la Caridad a la Vigía.
Almagre en las mañanas.
Talco en las tardes.
Enramadas las calles del paseo.
Famosas las del Liceo.
De la Liga Agraria.
La colonia Española.
La Popular.
La Sociedad Lugareño.
La Sociedad Maceo.
Las de la calle Estrada Palma.
Las del Club Ferroviario.
Calles cerradas al tráfico
para los bailes públicos.
Comparsas.
Los ensabanados de la Vigía.
Los encapuchados
para ocultar aventuras.

24 de junio…
Lluvia.
Tenía que llover o no era San Juan.
Se mojaba el pueblo.
Sin discriminación.
Desde el Tennis Club hasta Bedoya.
Se mojaba el rico.
El pobre.
El profesional.
El obrero.
El comerciante.
El blanco.
Y el negro.
El español, el polaco, el chino y el japonés.
Y la conga atronaba el espacio.
Y todos a arrollar.
Miralá, qué linda viene
miralá, que linda va…
Quince días de jolgorio, de bullicio.
De alegría.
Un pueblo que se daba el gusto de divertirse.
Porque era trabajador.
Sencillamente
un pueblo sano y alegre.
Cuba era libre y feliz
y sobre todo
alegre, alegre, muy alegre…

La noche se escapaba.
La noche sanjuanera expiraba.
Y la canción del amanecer era
Vamonós, vamonós,
vamonós que ya la fiesta se acabó.
Y los trasnochadores iban rumbo
a la Plaza del Mercado.
Con los disfraces mojados.
El semblante sudoroso.
La mirada cansada.
-¡Un bistec con pan! o ¡Un pan con bistec!
Para reponer energías  
Y tomar impulso para el día siguiente.
De pronto se escuchaba la trompeta china
El bam bam de los tambores.
Y el disfrazado
como por arte de magia
recuperaba energías.
Le brillaban los ojos.
Y de nuevo.
¡P’a la conga!
Tú que me dijiste que Yayabo
no salía ma,
y Yayabo etá en la calle
con su último detalle
y su ritmo sin igual…
ja, ja,ja
Yayabo ya llegó…

Pasaron los años.
El San Juan típico se moderniza
para rivalizar con La Habana.
Comparsas famosas.
Y fastuosas.
La de “Hatuey”
o la de “Cristal”.
La de “Bacardí”
o la de El Encanto.
Todo muy siglo XX.
Y muy hermoso.
Una invitación a la alegría.

Después,
ustedes ya saben.

Ilustración: Conga cubana, Héctor Molné (Camagüey (1937- )

14 de mayo de 2020

SEMBLANZA DE UN SACERDOTE EJEMPLAR: MIGUEL BECERRIL



Semblanza de
un sacerdote ejemplar:
Monseñor Miguel Becerril Blázquez

Noemí Rivero Morell
Enero 1994

Quiero rendir este pequeño homenaje al inolvidable Padre Miguel Becerril Blázquez, para ayudar a que su memoria no se borre con el tiempo. Tampoco quiero pasar por alto a los que estuvimos siempre con él, ayudándole en su labor sacerdotal en la Parroquia de La Soledad en Camagüey: Fausto Cornell, Manuel Herrera, Cheché Flores, María Consuelo de Quesada, Úbeda, Violeta Vázquez, Enrique Palacios, y tantos otros a los que me es imposible nombrar. Valga referirme en general a los “federados”, muchachas y jóvenes de la Juventud Católica, y a los grupos de Damas y Caballeros. Los cuatro grupos tradicionales de la Acción Católica, siempre prestos en su ayuda al P. Becerril, al igual que los inolvidables sacristanes Rubén y Pancho.

La bondad de su corazón lo hizo ser estimado por todos cuantos lo conocieron.  Sus grandes desvelos y sacrificios, puestos a disposición del apostolado sacerdotal, lo hicieron ejemplo a seguir por los nuevos jóvenes sacerdotes que compartieron su vocación de pastorear al pueblo del Señor. Todo Camagüey, -es decir, los católicos practicantes o de nombre, los creyentes o no creyentes-, conocedores de su sencillez y de su entrega total a la comunidad parroquial a la que sirvió durante tantos años, lloraron o lamentaron su muerte.  

Fue luz que iluminó, voz que supo conducir, corazón capaz de comprender y alma grande para actuar.

Monseñor Miguel Becerril Blázquez nació el 5 de julio de 1906 en una finca del barrio de Jimaguayú (actual municipio de Vertientes), hijo de Joaquín Becerril y Dña. Vicentina Blázquez, ambos naturales de España. Fue bautizado por el Padre Gonfaus en la parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje de esta ciudad de Camagüey.

 Al fallecer don Joaquín el 12 de diciembre de 1920, la familia pasó a vivir en la ciudad de Camagüey,  estableciéndose en la calle Rosario (Enrique Villuendas) esquina a San Esteban (Oscar Primelles). Becerril tuvo una hermana llamada Margarita que murió en un accidente fatal el 30 de abril de 1923 a los 23 años  de edad.    

De muy pequeño asistió  a una escuela particular que estaba situada en Estrada Palma (hoy Ignacio Agramonte) y San Fernando (Bartolomé Masó). Allí aprendió las primeras letras con la maestra Teresita Nogueras. De esa escuela pasó a la Escuela Pública José de la Luz y Caballero y a los doce años ingresó en el Seminario San Carlos y San Ambrosio en La Habana, donde realizó los estudios correspondientes a  Humanidades Clásicas. Posteriormente se trasladó a Roma para completar su formación con estudios superiores de Filosofía y Teología en la Universidad Gregoriana, doctorándose en ambas materias y siendo uno de los primeros cubanos doctorados por ese centro docente. Fue ordenado sacerdote en Roma por el Cardenal Vicario de Roma el 28 de octubre de 1928 a la edad de 23 años.

De regreso en Cuba, quedó incardinado en la diócesis de Camagüey.  Primeramente fue nombrado Coadjutor de las parroquias de Morón y de La Soledad en la ciudad de Camagüey y el 29 de febrero de 1932 fue nombrado Párroco de la Iglesia de La Soledad.

A partir de ese momento, se hace difícil reseñar la ingente labor que realizó en su Parroquia a lo largo de los muchos años que ejerció en ella la responsabilidad de párroco. Sólo podremos referirnos a algunas de esas obras que descuellan sobre el constante y callado quehacer que permeó su día a día, año tras año.

Estableció en la parroquia la Orden Tercera de San Francisco (4 de octubre de 1946), así como de las Asociaciones del Cristo de Limpias y  las Hijas de María. Tras la fundación en nuestra patria de la Acción Católica Cubana, constituyó en la parroquia las cuatro ramas de la misma: Damas y Caballeros, y Juventud Masculina y Femenina. Es decir que, involucrando fieles a todas esas agrupaciones, inteligentemente organizó a sus colaboradores ampliando así los logros de un efectivo apostolado. Incansable, al mismo tiempo puso énfasis en mejorar las condiciones del templo, uno de los más antiguos de Camagüey. Fueron renovados algunos altares, sobresaliendo entre ellos el del Cristo de Limpias con una talla tamaño natural de Cristo Crucificado, y el altar de  nuestra patrona, Santa María de la Caridad del Cobre.

 En la primera mitad de la década de los años cincuenta acometió la renovación de la deteriorada pintura interior del templo, conservando los motivos florales originales en color azul pastel.

La Semana Santa camagüeyana, cuyas procesiones marcaban un hito sobresaliente de religiosidad en toda Cuba, se enriquecía con la procesión del Retiro o de la Soledad de María, que salía a la calle desde la iglesia de la Soledad a las 10 de la noche del Viernes Santo, después que se recogía la del Santo Entierro con el famoso y legendario sepulcro de plata que salía del templo de La Merced.  La  del  Retiro o de La Soledad de María, que había dejado de realizarse en los años anteriores, volvió a salir a la calle en los tiempos del P. Becerril como párroco. Tradicionales fueron también los concurridos “Rosarios de la Aurora”, que tomaban las calles de la parroquia los amaneceres del lunes, martes y miércoles santos

Mención aparte merece la otra procesión que salía de la Soledad el Domingo de Pascua. No estaba relacionada precisamente con la celebración litúrgica del hecho mas trascendental de nuestra fe: la Resurrección de Cristo.  Ese Domingo,  después de la Misa solemne de las 10 am, cantada en latín por el grupo juvenil de la Acción Católica, y justo al mediodía, salía la procesión de Santa Bárbara.

Esta procesión era, relativamente, de tiempos recientes. Al parecer los vientos del ciclón del año 1932, que tanto estrago hicieron en Camagüey, levantaron el techo de una humilde casa en la calle Palma, que precisamente pertenecía a la barriada de la parroquia. Al descubierto quedó una imagen tamaño natural de   Santa Bárbara. La imagen era de propiedad privada, pero el P. Becerril logró un acuerdo con su propietario. La talla de Santa Bárbara, permanecería en la iglesia y sería sacada en procesión hasta su primitiva casa de la calle Palma donde quedaría depositada por cierto tiempo.  La casita se reconstruyó, tomo forma de capilla y allá iban todos los sábados el P Becerril y los jóvenes del grupo de Acción Católica a dar catecismo, llevar la Palabra de Dios y organizar bautismos en una ejemplar campaña de evangelización.

La procesión de Santa Bárbara recorría sucesivamente las calles de Estrada Palma y Rosario, hasta llegar a la capilla en Palma, y resultaba ser casi un acto heroico para el P. Becerril, porque la identificación de la Santa católica con la deidad Changó de la religión yoruba, bastante extendida en aquel barrio, originaba incidentes lamentables al intentar algunas personas la realización de rituales al paso de la imagen.

Concluida la celebración de la Pascua, el P. Becerril se lanzaba a una campaña que le llevaría hasta la fiesta de Pentecostés: increíblemente cada año visitaba los hogares de su parroquia para bendecirlos e interesarse por sus moradores. Fausto o Rubén le acompañaban en este empeño y se adelantaban para llamar a las puertas e inquirir si deseaban recibir la visita del sacerdote. Con frecuencia se le veía por las calles de Camagüey en el ir y venir de llevar la counión a algún enfermo, siempre acompañado de un monaguillo, sotana negra hasta el tobillo  y sobrero redondo de ala ancha, -tal vez el que llevaba usando desde su ordenación-, también negro.

Su generosidad no tenía límites para los que se le acercaran solicitando ayuda. Siempre había algún que otro joven al que ayudaba a pagar sus estudios. Entre ellos estuvo el famoso atleta camagüeyano Rafael Fortún.  En Navidad y Año Nuevo organizaba repartos de comida, y para el Día de los Reyes Magos se repartían juguetes a los niños de los barrios mas pobres. Todos los viernes del año, en uno de los salones laterales del templo se servía desayuno para los pobres de la parroquia. 
  
Visitaba enfermos cuando se le llamaba para ello  o para dar cristiana sepultura a sus feligreses encabezando el cortejo fúnebre.

¿Cómo le alcanzaba el tiempo para tanto? Dios lo proporciona si lo que queremos hacer es algo bueno, y el Padre Becerril no le falló nunca: Sacerdote para la ayuda espiritual y amigo generoso para socorrer al necesitado. Predicó la Palabra y siempre la supo poner en práctica. 

El día 5 de febrero de 1950 fue nombrado “Hijo Meritísimo” de Camagüey por el pleno del Ayuntamiento de la ciudad, merecido reconocimiento de las  autoridades civiles por dedicar toda su vida al servicio de Dios y de su comunidad.

Años después, el 17 de septiembre de  1961, fue expulsado de Cuba por el gobierno revolucionario de Fidel Castro junto a otros 135 sacerdotes y religiosos, en el vapor Covadonga que los llevó a España. De allí Becerril pasó a Venezuela y luego a Roma. Volvió a España y posteriormente obtuvo autorización para regresar a Cuba.

Se sentía de nuevo feliz en Camagüey y en su casa: la iglesia de La Soledad. El peso de los años y la salud se hicieron sentir, pero entonces, mas que antes, eran necesarios su presencia y su trabajo. Así estuvo laborando como siempre. El Siervo de Dios Mons. Adolfo Rodríguez Herrera, por entonces Obispo de la diócesis le trajo de Roma el nombramiento de Monseñor, título que la Iglesia le concedía por grandes méritos sacerdotales.

Vivió sus últimos meses en este mundo en la Casa Diocesana, antiguo convento carmelita. Las Siervas de María, también de regreso en Camagüey, velaron sus noches hasta su muerte. Durante su enfermedad, Mons. Adolfo, Mons. Sarduy, el Padre Paquito (que se preocupó tanto por él) y todos los sacerdotes de Camagüey lo colmaron de amor y cariño hasta que murió santamente el 16 de mayo de 1991.

Fueron 94 años de un largo y fructuoso peregrinar hacia la Casa del Padre.