28 de abril de 2017

LOS AVATARES DE LA NUMERACIÓN DE LAS CALLES DE CAMAGÜEY



Los avatares de

La numeración de las calles
en Camagüey
Miguel A. Rivas Agüero

La numeración de las calles en Camagüey es asunto que no nos es dable precisar cuándo tuvo inicio, pues nada nos dice al respecto nuestro máximo historiador Juan Torres Lasquetti y, además, las Actas Capitulares mas antiguas que se conservan comienzan en mil setecientos setenta y cuatro (1774).

En una fecha no precisada, pero anterior al 23 de octubre de 1812, la numeración de las casas no era como normalmente se usa, por nones en una acera y pares en la otra, o cada calle con numeración propia, sino que se numeraron todas las casas de la población por orden correlativo y por ello es que había casas en las calles, o callejones de una o dos cuadras de longitud, cuyos números se componían de cuatro guarismos.

Decimos que esta numeración fue anterior a la fecha señalada porque según acta del Cabildo principeño, al designar Comisarios de Barrio para los seis Cuarteles en que estaba dividida la Villa y delimitar  dichos cuarteles, lo hace indicando:

“El de San Ramón se extiende desde la esquina casa número 317 hasta la 1827; el de la Soledad, de la esquina de la casa número 256 hasta la 1468; el de Santa Ana, de la esquina casa número 257 hasta la 1828; y el de Pueblo Nuevo,  desde la esquina casa número 318 hasta la 1537”.

En cuanto a los otros dos cuarteles, San Juan de Dios y San Francisco, se decía que su numeración no estaba arreglada, como tampoco tituladas las calles. En iguales condiciones estaba el Barrio de la Caridad, considerado aparte de los seis cuarteles mencionados.

En este estado siguieron las cosas hasta que en marzo 4 de 1823, el Ayuntamiento comisionó al Regidor don Francisco Betancourt Gutiérrez para que propusiera lo conducente a regular la numeración de las casas de la población. El Ayuntamiento aprobó el día 11 de marzo el plan presentado por el Comisionado, a fin de que la numeración de las casas se hiciera por calles y de Norte a sur y de Este a Oeste, y a cuyo efecto se colocaría a cada casa una tablilla de madera de una cuarta de ancho por una de alto con el número pintado en ellas, así como otras tablillas de tamaño proporcionado para los nombres de las calles, que se colocarían en cada esquina.

De las tablillas numeradas se mandaron  hacer cuatro mil, y doscientas para los nombres de las calles, ajustadas con el carpintero a custro pesos el ciento y, para la pintura de los números, medio real las chicas y un real las grandes según el ajuste con el pintor, cobrándose al dueño de la casa 1½ real por su número para cubrir los gastos de clavos y de su colocación.  El trabajo, en conjunto se contrató a Francisco María Santos, autorizándolo el Ayuntamiento para que cobrara directamente el real y medio al dueño de la casa.

Según se deduce del acta citada, esta contratación que se hizo a Santos fue la primera que se realizó por medio de tablillas, pues el Comisionado Betancourt, en su informe al Cabildo, hizo costar que era tal la desorganización que había  en la numeración de las casas,  que algunas tenían dos o tres números “pintados en la pared o en la puerta de la calle”.

No obstante el adelanto que ya significaba la numeración propuesta por el citado Comisionado, tan pronto como el contratista Santos empezó  a colocar tablillas tuvo que suspender el trabajo ya que el propio Comisionado el 17 de abril informaba al Cabildo que: “Al pretender el contratista Santos cobrar el real y medio convenido a los dueños de las casas, en vez de recibir su estipendio le pagaban con palabras injuriosas”. Esta numeración, por consiguiente, fue abandonada.

Y pasaron los años hasta llegar al de 1839, en que el Ayuntamiento, en sesión del 12 de julio, trató nuevamente de la numeración de las casas y aceptó la oferta hecha por Domingo García, quien se comprometió  a suministrar y colocar las “tarjetas de tabla, pintadas” para los números y los nombres. Se acordó que la numeración fuera por calles con los nones a la izquierda y los pares a la derecha, principiando la numeración en el puente de la Caridad y siguiendo la línea del río Hatibonico”, añadiendo que dicha numeración debía principiar por donde no podría crecer la calle, y que por donde pudiera aumentarse se procediera de derecha a izquierda.  

Este trabajo fue terminado según Acta del 3 de octubre del propio año.  Al contratista García le abonó el Ayuntamiento los ciento cincuenta pesos importe de la contrata, es decir,  fue el Ayuntamiento el que pagó esta primera numeración general de las casas de la ya ciudad.

Transcurrieron solo seis años y se volvió a tratar por el Ayuntamiento sobre la numeración de las casas para considerar la propuesta hecha por Enrique Holden, de La Habana,  quien ofrecía numerar las casas y colocar los nombres de las calles en las esquinas en igual forma que lo acababa de hacer en La Habana y, al precio de siete reales fuertes, el número a fijar en cada casa, y gratis el nombre de la calle y el número que también habría de ser fijado en cada manzana. Las tres tarjas serían de hierro fundido, y su costo se incrementaba en un real adicional por el transporte desde La Habana a Camagüey.

En esta oportunidad, el Ayuntamiento procedió a efectuar un minucioso estudio del asunto, por el que se comprobó que había en la ciudad 78 calles, 105 casas de altos, 2,180 de una planta, 1,025 colgadizos, 124 casas de tierra (embarrado) y 42 de yaguas, o sea, un total de 3,476 edificaciones a las que se añadían 160 solares tapiados y 652 sin tapiar.  El Barrio de la Caridad, siempre considerado como algo aparte de la ciudad, tenía una casa de altos y 198 de una planta, no contándose los solares.

Del conjunto de 78 calles se formaban 680 cuadras o esquinas en que habrían de ser figurados los nombres respectivos.

La demora causada por el trabajo estadístico realizado por el Ayuntamiento dio lugar que el proponente Holden reconsiderara su oferta a fin de año y nuevamente en febrero de 1847, aumentando el precio de las placas con número a 7½ reales fuertes.

Considerando el Ayuntamiento la conveniencia de que la numeración de las casas y la rotulación de las calles y manzanas quedaran hechas de manera permanente utilizando para ello placas de hierro fundido, firmó contrato con Holden bajo las bases propuestas y lo autorizó a que cobrara directamente a los dueños de casa los 7½ reales correspondientes, debiendo realizar todo el trabajo en el plazo de 18 meses, o sea, del 18 de septembre de 1847 al 18 de marzo de 1849.

En esta oportunidad el Ayuntamiento acordó cambiarle el nombre a algunas calles que, o lo tenían muy ridículos o impropios de una población culta, según se expresa en el Acta Capitular, aunque en ella no se relacionan los nombres suprimidos ni los que los sustituyeron, por lo que nos quedamos sin conocer cuáles fueron los nombres “ridículos” e impropios que tuvieron esas calles camagüeyanas.

No obstante lo preconizado en el contrato, éste no se cumplió ni por el Contratista ni por el Ayuntamiento, pues la demora en terminar Holden su trabajo dio lugar a largas discusiones en que ambos se echaban la culpa por la demora en la terminación. Todavía en julio de 1851 el Ayuntamiento reclamaba al contratista la falta de numeración en 175 casas, de roturación en 469 cuadras y de todas las manzanas, pues a ninguna le había sido colocado el número correspondiente.

Las exigencias del Ayuntamiento y las propuestas de Holden  duraron todavía algunos años mas, pues en 1862 éste pedía al Ayuntamiento información sobre “qué casas y cuadras faltaban por numerar y rotular”, solicitud que reiteró en 1864 al informarles  que estaba “deseoso de terminar un negocio que ha sido desastroso para mí”.

Parece que el Ayuntamiento no se ocupó mas del asunto pues con este último escrito de Holden termina el expediente del que he tomado los datos mencionados.

Conocemos, no obstante lo anterior, que el contratista Holden falleció sin haber llegado a completar la numeración. Entonces el Ayuntamiento, que conocía Holden había dejado bienes, pidió autorización a la Superioridad para establecer la demanda correspondiente contra los herederos, a fin de que terminaran dicha numeración, pero la superioridad negó la autorización solicitada y entonces se ordenó, el 10 de febrero de 1866, archivar el expediente de la numeración de las casas.

El 14 de diciembre de 1872 el Regidor Miguel Puig presentó al Cabildo un pliego de condiciones para llevar a efecto la numeración de casas y nombres de calles que faltaban, aunque no se presentaron licitadores, por lo que el propio Regidor consiguió que el pardo Domingo Gerez Risco se comprometiera a confeccionar los números y tarjetas de plomo en vez de hierro, cobrando 55 centavos por cada número, lo que el ayuntamiento aprobó.  El trabajo se inició el 2 de agosto de 1873 y se terminó el 11 de julio  de 1874. Muchos vecinos se negaron a satisfacer los 55 centavos al contratista, por lo que el Ayuntamiento pidió a Santos la lista de los deudores para publicarla  en el periódico, llamándolos a que expresaran los motivos de la negativa. Como ninguno se presentó, el Cabildo acordó pasar la lista de morosos al Jefe de Policía para que se gestionara el cobro por miembros de ese Cuerpo. Descocemos el resultado de esa gestión.

Casi un siglo después hubo una nueva numeración para las casas de nuestra ciudad. Con esta numeración, hecha en 1939, se dieron 50 números a cada cuadra de cada calle, lo que permite conocer entre qué cuadras de una calle queda un número determinado. Además quedaron eliminados los números quebrados que repetidamente se veían  en todas las calles, y con los  ¼, ½, y ¾  desaparecieron también las letras  “203A” o “203B”, etc.

Esta última numeración fue pagada por los dueños de casas, aunque como en las veces anteriores, muchos protestaron y se negaron  a satisfacer el costo  de dos pesos fijados a cada número, siendo gratis las placas con los nombres de las calles.

Recogido del folleto “Camagüey y sus calles”, editado en Miami por la Dra. María Antonia Crespí.

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24 de abril de 2017

SILUETAS CAMAGUEYANAS: EL TRANVÍA


 
Siluetas camagüeyanas:
El Tranvía
Dr. Luis Cruz Ramírez

Tintinea el tranvía rumbo a Bembeta.
Regresará rumbo a Garrido.
Por acá vendrá otro que ha dejado en La Caridad su carga dominguera.
El mismo tranvía, tintineando, va rumbo a la Plaza de Méndez, allá, al final de la Vigía.
Es la segunda década del siglo y comienzos de la tercera.
El conductor, de pie, firme en el venir y venir interminable, recibe al pasajero con una amable sonrisa.
En las horas del atardecer y en las primeras horas de la noche, la juventud camagüeyana se da cita en el tranvía. Paseo barato, alegre y propicio para la charla amiga o amorosera.
Ellas, acodadas en sus ventanas, nos veían pasar, una y otra vez.
Era la vida provinciana inocentona y feliz.
El amor en ruedas eléctricas. Y los labios, a veces, imitando el chispear de los troles.
Calle de República hasta Estrada Palma, para seguir por Cisneros y cruzar el Puente de la Caridad, hasta el final de la avenida y rodeaba la bonita iglesia para un regreso por la avenida hasta dejar atrás a Independencia, pasar por La Norma y doblar por Avellaneda hasta su final: la Estación del Ferrocarril… y luego, la Vigía.
En la Plaza de Las Mercedes se  cruzan los tranvías: el que va hacia Bembeta a través de Padre Valencia y sigue más allá de la Plaza del Cristo, y el que regresa para intercambiar para la Zambrana allá en San Esteban.
Vuelta en redondo al Norte y al Sur; al Este y al Oeste.
Paseo para el amor, que ellas y ellos (¿lo olvidaron?) tomadas las manos, juntos, muy juntos, balanceados por el trepidar del querido tranvía, nada veían del exterior.
Despertaban de su ensueño cuando el carrito se detenía y se abrían sus puertas laterales con un ruido chillón.
¡Que así se encontraban y eran felices sobre ruedas los novios de antaño!
Ahí va Bastida mirando a derecha e izquierda desde su asiento en el tranvía.
Alguien le grita: ¡Tabaco!, y él se ríe y sigue mirando.
Pepito Hernández y Gustavo de Ribeaux platican con sus dos amigas del Instituto.
Jorge Caballero va en el tranvía de Bembeta acompañado del correctísimo Bejarano.
Tin de la Torre, que vive frente al Parque Agramonte, baja en la Farmacia de Tomeu.
Mago Quevedo tranvierea tarde y noche. ¿Ve a su nenita desde su asiento en el pueblerino transporte?
Terina Porro no mira para ninguna parte. Está concentrada en su libro de Derecho.
Armando Paret va para las clases de Graciliano y en la Plaza de San Francisco le dan tremendo susto…
Del Colegio “El Porvenir”, del Dr. Rafael Zayas Bazán, salen “Miniña” Rodríguez, Ramonita del Pino y Morbila Espineta.
Las acompaña Emilio Ballagas que les lee un soneto.
Tomarán el tranvía para Avellaneda.
Alfredo y Tintín Rodríguez Castillo van hacia la calle Independencia y desprecian el tranvía para seguir a pie hasta la Vigía.
De la Farmacia de Felín Sánchez Mestril sale Emilito Pichardo con un tubo de aspirinas.
Manolín Flores y su hermana Mercedes van hablando de la clase de Historia Natural que les ha brindado el Dr. Biosca.
Lolín Hernández es objeto de las miradas de todos los viajeros.
Su entrada en el tranvía ha revolucionado el ambiente. ¡Tanta su belleza!
Yolanda Luarca y Manolín Beyra se miran, se hacen señas y se cartean.
Mario Rodríguez Castillo, sentado en la parte trasera, lee una carta de amor… estremecido…
Miguelito Peyrellade se prepara para el baile del “Club de los Treinta”, en el Roof Garden del Hotel Camagüey.
¡Hotel Camagüey!
Jardines y tinajones en el patio colonial
Escalera hacia el Roof.
Invasión de bellezas. Que han venido todas en tranvía.
Rolando de Miranda preside el Club.
La orquesta de los hermanos González ameniza el baile.
Ahí está “Vitico”, sonriente y regalando melodías.
Fox, One Step, Paso Doble y Valses… ¡Oh los valses..!
La noche ha sido hermosa y, al terminar el baile… el regreso en tranvía.
Unos, hasta cerca de sus casas.
Otros, hasta la plaza de Mercado, en Cisneros, al lado del Ayuntamiento: chocolate y bacalaíto.
Los bohemios de entonces charlan hasta el amanecer
Cuando terminan sus debates sobre Darío y Gutiérrez Nájera, sobre Julio Flores y Vargas Vila, ya es de día.
Cruza el primer tranvía de la mañana, y lo asaltan los de la Caridad.
Viene otro y lo toman los de la Vigía.
Se han quedado Luis Pichardo Loret de Mola y Luis Cruz Ramírez
No necesitan tranvía… Van recitando a duo “La Musa del Arroyo” de Emilio Carrere:

     “Cruzábamos tristemente
      las calles llenas de luna,
      y el hambre bailaba una
      zarabanda en nuestra mente… “

Tintinean los tranvías en el viejo Camagüey.

Del libro “Camagüey en el Recuerdo” del Dr. Luis Cruz Ramírez.

14 de abril de 2017

RESTAURADOS EL SANTO SEPULCRO Y LA URNA DE LA VIRGEN DOLOROSA


 
Restaurados
el Santo Sepulcro
y la URNA DE LA
Virgen Dolorosa
de Camagüey

Mons. Willy Pino, Arzobispo de Camagüey
        Reproducido de Vicente Ferrer, Facebook.

Ayer nos hemos pasado TODO el día con dos taladros con sus respectivas “motas” dándole brillo al Sepulcro. ¡Ha quedado precioso!! Y como decimos los cubanos, “la tapa al pomo” fue ponerle las campanitas. Para que lo sepan, son exactamente 100 campanitas, así que nos han quedado 20 de repuesto, aunque pensamos que no se perderá ninguna porque están bien aseguradas.

Si alguien pensaba que el sepulcro iba a quedar “como antes”, eso era imposible porque le falta la mitad de la plata que le fue robada. Pero con los trabajos que se le hicieron a la carpintería y al reacomodo de las partes de plata, y el trabajo del artista mejicano que terminó su trabajo ayer en la mañana, y las campanitas… ¡el Sepulcro se recuperó un mundo!

Ayer por la noche, en La Merced, yo les decía a los que serán de la Comisión de Orden en la Procesiones de Semana Santa, que tenía la impresión de que cuando el Sepulcro salga el Viernes de La Merced a la calle, la gente o va a llorar o va a aplaudir. ¡Camagüey ha rescatado una de sus joyas históricas!


Y la urna de la Virgen Dolorosa, que también sufrió robos de la plata, no se ha quedado atrás. Con los taladros y su “motas”, le han devuelto un brillo que no tenía desde hace tiempo. Yo no recuerdo haberla visto tan brillante como ahora.

También para su información les copio a continuación parte de una hoja que he escrito para el Archivo Diocesano:

El excelente trabajo de restauración del Santo Sepulcro ha sido obra del artista mexicano Jesús González Escalante, técnico en Artes Plásticas, nacido en Toluca el 12 de octubre de 1975, y trabajador del Centro Cultural San Pedro Nolasco, dirigido por la Orden de La Merced en México. Su técnica ha consistido en cubrir la nueva madera con una imitación de plata en hojas (“pan de plata”). Trabajó ininterrumpidamente durante 14 días desde el viernes 24 de marzo hasta el 6 de abril de 2017.

Por su parte, toda la extraordinaria labor de carpintería fue realizada un mes antes por Segio Ferrá y su ayudante Adrián Cánovas, así como Alfredo Matos, trabajadores del Almacén-Taller Diocesano de Camagüey. Ayudaron en el lijado de la madera los sacerdotes José Marcos Saavedra y Manuel Ruiz, y el diácono Luis Omar Reyes, mexicanos los tres y pertenecientes a la Orden de La Merced.

La pintura para la conservación de la madera fue realizada por Lester Viñas, Ernesto Varona, Alfredo Robert y Alexander García, bajo la dirección de Yon Salazar, todos cubanos y también trabajadores del Almacén-Taller Diocesano.

Los matrimonios de de Karel y Annette y de Lorenzo y Noelia, camagüeyanos residentes en Estados Unidos, consiguieron y donaron las 100 campanitas del Santo Sepulcro, así como lo necesario para la limpieza de las partes de plata.

En los muchos detalles finales fue decisivo el trabajo de Fidelito Cabrera y Guillermito Peña.

 Al terminar la Semana Santa de este año 2017, el Santo Sepulcro y la urna de la Virgen, al igual que las imágenes del Cristo resucitado, la Virgen Dolorosa y la Virgen de la Alegría, se guardarán en su iglesia de La Merced, en lo que era el Museo de la Misa de la Visita del Papa en Camagüey, que ha sido previamente asegurado en sus puertas y rejas.

Willy Pinolo al Sepulcro. ¡Ha quedado precioso!
Y, como decimos los cubanos, la “tapa al pomo” fue ponerle las campanitas. Para que lo sepan, son exactamente 100 campanitas. Así que nos han quedado 20 de repuesto, aunque pensamos que no se perderá ninguna porque están bien aseguradas.
Si alguien pensaba que el Sepulcro iba a quedar “como antes”, eso era imposible, porque le falta la mitad de la plata que fue robada.
Pero con los trabajos que se le hicieron a la carpintería y el reacomodo de las partes de plata, y el trabajo del artista mejicano que terminó su trabajo ayer en la mañana, y las campanitas… ¡el Sepulcro se recuperó un mundo!
Ayer por la noche, en La Merced, yo les decía a los que serán de la Comisión de Orden en las Procesiones de Semana Santa que tenía la impresión de que cuando el Sepulcro salga el Viernes de La Merced a la calle, la gente o va a llorar o va a aplaudir.
¡Camagüey ha rescatado una de sus joyas históricas!
Y la Urna de la Virgen Dolorosa, que también sufrió robos de la plata, no se ha quedado atrás. Con los taladros y sus “motas” le han devuelto un brillo que no tenía desde hace tiempo. Yo no recuerdo haberla visto tan brillante como ahora.
También para su información les copio a continuación parte de una hoja que he escrito para el archivo diocesano:

12 de abril de 2017

NOMBRES, NOMBRETES Y APODOS CAMAGÜEYANOS

 
Nombres, Nombretes y Apodos
Camagüeyanos

Del blog Con Cuba en el corazón,
del Dr. Ramón Boza.

Otra historia mas de lo sucedido con las generaciones nacidas después del Pacto del Zanjón y los nombres de pila utilizados por sus progenitores. Mohínos, pero no cabizbajos, sino llenos de orgullo patrio y esperando.

Al regresar a Puerto Príncipe ciertamente a las familias le reintegraron casas, y algunas propiedades fueron devueltas pero había tanto dolor y resentimiento con las muertes y la feroz represalia sufrida, que el esperar se convirtió en un largo interregno de angustia y borrasca interior por los próximos diecisiete años.

Como para subrayar la voluntad separatista, una callada pero airada protesta fue la premeditada decisión de abandonar el uso de nombres españoles al bautizar a los recién nacidos de familias camagüeyanas.

Todos a una, nuestros criollos literatos, educados que eran (muchos en Francia, Estados Unidos, Filadelfia, Baltimore, Barcelona, Madrid) cesaron de leer Literatura Española contemporánea y se dedicaron a devorar con regusto los clásicos griegos y latinos. Era fácil identificarse con el concepto de tragedia y pathos que ellos mismo padecía.

Esta devoción por lo clásico, se debió en parte a la literatura intelectual de Don Agustico Betancourt, un verdadero hombre del Renacimiento, cultísimo y, previamente, por la impresión dejada por Giuseppe Cerutti, un maestro italiano avecindado en Camagüey (de acuerdo con la historia de Cuba de Márquez Sterling), que trajo consigo una cierta satisfacción interior al comenzar a utilizar nombres en sus hijos y nietos como Ovidio, Temístocles, Alcibíades, Augusto, Tácito, Aquiles, Diógenes, Erenio, Plinio, César, Arquímedes, Arcadio, Orestes, Escipión, Homero, Minerva, Marco Aurelio, Apeles, Arístides, Pericles, Sócrates, (en mi familia tenemos un Pompeyo y Coriolano).

También Magno, Ulises, Heráclito, Tertuliano, Cicerón, Eneas y otros de este talante, con gran disgusto de alguno de los apelados que sufrieron el pesado fardo de estos anacrónicos patronímicos.

Y pasamos a los apodos que pudiesen ser individuales o familiares, siempre dentro de una connotación de íntimo afecto que, cuando se usaba, todo el mundo sabía a quién se refería. (Aclaremos que muchos de estos apodos contemporáneos son obtenidos de un artículo reciente del mismo nombre por el RP Willy Pino en la Revista Enfoque de la Arquidiócesis de Camaguey).

Por ejemplo: Tirito, Cuco, Burro, Salfuman, Lengua linda, Ojos bellos, Mono, Vinagre, Cara'e Palo, Chorro'e plomo, Fotocopia (si tiene un mellizo), Copetúa, Calabaza, Aguacatón, Fantomas, Tamacún, Puntillita, Clavo de linea, Pitirre, Tula (por Gertrudis) Tabaquito, Gallego, Los muchos (porque eran 11 hermanos), Cotorra y las cotorras (los hijos de alguien que hablaba mucho), Piojito, Lengua Linda, Ratón seco, Pastelito, Cuchifeo, Pantufla, Vinagre, Pata de Plancha, Colirio (una joven muy bonita porque mejoraba la vista de solo mirarla), Cámara lenta, Diente frío, Puente roto, Dando vueltas, Marcha atrás, Hormiga loca, Toñico, Chuchi, Chicha, Yuya, Yeya, Chiqui, Papacito, Bebita (la mas joven de 16 hermanos), el Chino, Muerde y huye (no pagaba sus deudas) Habichuela, Escobillón (alto y despeinado), Sangandongo, Cabeza de zeppelín, To'junto (por no tener casi cuello), Medio metro (por ser bajito), Conato de gente o Patato (por la misma razón), Camarón, Peste al dedo, Cuarto'e pollo, Clavo'e linea, Remache, Quiquiro, Guatimba, Cabeza'e queso, Pata 'e cabra, Nalga'e pulla (contribución de Modesto Burgos). Tambien debemos recordar  a los populares personajes Bayoyo y Vertientes. [Y a Chimenea y a la Paloma Rabúa]

No solo hubo -y los hay-, apodos y sobrenombres a las personas, sino también a las cosas, a todo, incluso describiendo medios de locomoción en el Puerto Príncipe de ahora, donde los ómnibus checos Skoda, se llaman Pepinos, las guaguas interprovinciales marca HINO, “Colmillo blanco", y a las guaguas escolares que alivian pero no curan, “Aspirina”.

Los Camellos en la Habana, dicen que trasportes mitad camión mitad guaguas y que suben montañas, “Guarandingas”. Toña la Negra son los carros de policía y  Cromato de plomo, alguien que fuera muy denso. “Babita” , establecientos que venden buchitos de café…

En estos litorales del desarraigo,  tenemos los "pitos de auxilio" Royal Castle- hambergeras que servían fritas por módicos precios a los exiliados famélicos. Posteriormente nos avecindamos con otros exilios y nuevos postres y conocimos los Pío V, Tres leche, gallo pinto, Versalles, Carretas, que reflejan otra realidad mas fructífera: no mas blue plate pero si "comida por libra". Y  que decir del renacimiento por estos lares nostágicos, del melao, gazeñigas, majarete, pirulí, chambelona, raspadura, matajíbaro, crema de leche, mermelada de guayaba, coquitos acaramelados, turrón de coco prieto, guarapo, dulce de leche, y otros deliciosos recuerdos de exquisitas reminiscencias.

 ¿Recordáis el tamalero manco que pregonaba “Tamaaaaless.. con picante y sin picante… pican y no pican”?). ¿Y del botellero ciego que clamaba: “Botellero, me oyen o no me quieren oir..?

Y ya que de palabras estamos, pudiéramos seguir con otra terminología de origen africano (carabalíes, congos, mandingas, bozales, lucumí, yorubas) y de otras fuentes que ahora mismo nos viene en gana. Pero que continuaremos en otro día….