30 de junio de 2013

GACEÑIGA, DE LA ÓPERA A LA COCINA



Gaceñiga,
de la ópera a la cocina

Ana Dolores García

¿Quién en Camagüey, (los de la época pretérita),  no recuerda -y añora- aquellas gaceñigas que hacían en la dulcería Peresosa?  Y no sólo en Camagüey, porque tanto esas gaceñigas como el también delicioso “Pan de Caracas” (con k, tal como lo promocionaba la propia dulcería), se vendían exitosamente entre todos los viajeros que pasaban por la ciudad agramontina, conjuntamente con otros productos típicos camagüeyanos, como los pequeños tinajones rellenos de mantequilla.

Leo en el blog “Saber y sabor de la mesa cubana” (radiohc.cu) “que se denomina Pan de Caracas a una centenaria y popular panetela, típica de la ciudad y más aún, de la región de Camagüey, que originalmente, hacia los finales del siglo XIX, se elaboraba con harina de maíz, leche, azúcar, mantequilla e incorporaba pasas y queso rallado. El origen de su confección y de su nombre es incierto, aunque no faltan las versiones y las paternidades.

Ya en la década de los años treinta del pasado siglo XX, un comerciante de la ciudad, basado en la receta primaria, comenzó a producir una variante que sustituía la harina de maíz por harina  de trigo mezclada con fécula de maíz. El nuevo producto, confeccionado en forma de barra alargada y de poca altura, adquirió fama más allá de las fronteras provinciales y se convirtió en un símbolo gastronómico indiscutido de la comarca. Visitar Camagüey y no cargar consigo una barra de Pan de Caracas era poco menos que un sacrilegio…”

La "gaceñiga" venía a ser más o menos lo mismo: una panetela, una barra de pan dulce. Y aunque la gaceñiga que hacía Peresosa en Camagüey tuviera fama nacional, era en realidad  un pan también conocido y elaborado en toda Cuba. Entonces, ¿si se trata simplemente de una panetela o “panqué”, por qué no se llama así, panetela? ¿Por qué llamarse "gaceñiga", una palabra que ni siquiera ha sido reconocida por la Real Academia de la Lengua Española..?

El origen de su nombre es desconocido por muchos y no deja de ser curioso. En realidad se deriva del apellido de una cantante italiana que visitó La Habana en varias oportunidades durante el siglo XIX.

Marietta Gazzaniga (1824-1884),  luego  de  actuar  no  con mucho éxito en teatros y ciudades de Italia al extremo que el propio Verdi no ocultó su inconformidad con la interpretación de alguna de sus óperas, realizó varias giras por América, en cuyos escenarios cosechó muchos más aplausos. Fue en los años finales de la década de los cincuenta, 1858 y 1859, cuando el Teatro Tacón de La Habana la presentó durante tres temporadas. 

En su segunda visita, un apasionado admirador de profesión panadero la obsequió con un pan dulce o panqué al que en su honor bautizó como “De Gazzaniga” y que posteriormente comercializó en su panadería con tal nombre.

Así y aunque un poco alterado, el apellido de la diva italiana quedó en Cuba inmortalizado en una panetela: gaceñiga.
Fuentes:
Wikipedia.org
radiohc.cu
 

EL CAMINO DE HIERRO, AHORA HOTEL EN CAMAGÜEY

 
“El Camino de Hierro”
ahora hostal en Camagüey

Ana Dolores García

El sábado 13 de junio de 2013 fue “inaugurada” en Camagüey una nueva unidad hotelera. Lo de “nueva” es sólo un decir, porque lo que en realidad se ha hecho es remendar el edificio que ocupaban los almacenes mayoristas de don Francisco (Pancho) Cabezas. Edificio que, tras medio siglo de abandono luego de la ocupación forzosa por la robolución, se encontraba en las mismas condiciones deplorables que sufre nuestro pueblo.
 
Lo que sigue es la crónica de la inauguración según aparece en el periódico local de Camagüey. Ni se traduce ni se enmienda, se copia tal como la publicaron: 
 
“Olga Lilia Vilató de Varona / Foto: Otilio Rivero / Camagüey.-
En la céntrica Plaza de El Gallo de la ciudad, antiguamente Plaza de La Soledad, nombre que le daba la Iglesia enclavada en ese sitio que conforma una parte de la declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, fue inaugurado hoy, 13 de agosto, día del 85 cumpleaños de Fidel Castro Ruz, el Hostal Camino de Hierro.

 La arquitecta Gloria Rivero Fernández, directora de la Empresa Inmobiliaria del Turismo de Camagüey dijo a la prensa que la obra, a un costo de 998,8 pesos en moneda total, de los cuales poco más de medio millón correspondió a la libremente convertible, exigió de un colectivo de trabajadores especializados por la restauración en sí misma, al tener que rescatar y diseñar los valores patrimoniales de un edificio prácticamente en ruinas.

El inmueble de dos plantas, reconstruido por el Ministerio de la Construcción (MICONS), exhibe un nuevo producto en Cuba, Hoteles Encanto, referido al turismo cultural. El complejo hotelero Gran Hotel-Camino de Hierro-Colón, es operado por Islazul.

Desde hoy comienzan a brindar servicios sus diez habitaciones climatizadas, y otras características que le aportan confort y los 24 espacios destinados a la gastronomía, esta con una atención de siete de la mañana a la una de la madrugada.

En la inauguración fueron estimulados los colectivos de trabajo y obreros más sobresalientes y esforzados en el período constructivo, aquellos que dieron un toque de distinción camagüeyano que el visitante sabrá apreciar en ese ambiente de la cultura tradicional de la nación y de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.

Una buena nueva es que la Empresa Inmobiliaria del Turismo no cejará en el empeño de continuar enriqueciendo la imagen de la ciudad, pues tiene previsto el inicio de la construcción del Hotel Santa María, en la esquina de las calles de República e Ignacio Agramonte, con 31 habitaciones, en octubre del 2011, con la intención de terminarlo en el año en que se cumple el aniversario 500 de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey,  fundada el 2 de febrero de 1514.

Esta localidad, privilegiada por sus llanuras acompañadas por bellos tesoros impuestos por la naturaleza sirve y son fuentes de inspiración para artistas de todas las manifestaciones y de todos los tiempos.

Bellos jarrones, obras de Martha Jiménez, artista de la plástica camagüeyana, con una rica trayectoria nacional e internacional por la exquisitez de sus creaciones, adornan el hostal para el disfrute de quienes lo visiten.”

Quedamos enterados de que para  2014 tendremos otro hostal en la misma plaza, que se llamará “Santa María” y que tendrá 31 habitaciones.  Nos adelantan que se “construirá” en la esquina de República e Ignacio Agramonte. Pero, ¿Cuál de las cuatro? ¿La iglesia? Son capaces, pero me parece demasiado.

¿El parque, antes parqueo, y mucho antes también el complejo comercial formado por el Bar La Norma, Dulcería Delicias, Peluquería Abelardo, tienda de víveres La Norma y la farmacia Goicochea? (Vale la pena recordar que  todos esos comercios y terrenos fueron comprados por don Federico Castellanos para la construcción de un gran edificio que rentaría a la Sears y cuyo beneficio económico iría enteramente a uno de los varios asilos entonces existentes en Camagüey, antes de que llegara el comandante y mandara parar). No, no, el parque tampoco, porque allí si que habría que construir un nuevo edificio desde sus cimientos.

¿La Pizzería? Tampoco. Esa es la “niña bonita” de la robo local. 

No me cabe duda: El Hostal Santa María quedará albergado en el soberbio edificio de tres plantas que ocuparan anteriormente -en mejores tiempos- las oficinas de la Compañía Cubana de Electricidad. Unos cuantos tabiques y muchos más repellos bastarán para poder inaugurar el nuevo hostal.

La plaza, que hace más de un siglo se llamaba de La Soledad y la formaban las calles Reina, Soledad y Comercio, ha recuperado uno de sus nombres más populares. Ya no es más la "Plaza de la Solidaridad",  como fue bautizada por la robo a su llegada. Tampoco puede ser la "de la Soledad" para hacer referencia a un templo religioso en un país que oficialmente no es ateo pero se comporta como tal. Vuelve a ser "la plaza del Gallo", aunque ya no se asome a una de sus esquinas aquella tienda de ropa masculina –sucursal de los almacenes habaneros- que le dio nombre entre nuestro pueblo.

Fuente: Crónica de la prensa camagüeyana remitida por Lucy Noy.
 

ANTONIO MARTINEZ Y MARTINEZ



Antonio Martínez y Martínez

Extracto de “Papel del laicado cubano en la educación”, por el Lic. Roberto Méndez Martínez, leído en el Segundo Encuentro Nacional de Historia, 11-14 de junio de 1998 en El Cobre, Santiago de Cuba y reproducido y distribuido por Camagüeyanos Católicos, Inc.

Antonio Ricardo Martínez y Martínez nació el 9 de junio de 1905 en la calle Villegas 109, en La Habana. Su padre, Joaquín Ventura Martínez Días, pertenecía al linaje de los Martínez de Jaruco y el infante era sobrino nieto de Felicitas Martínez Elizarán, la madre de Mariana Lola [Álvarez], quien junto a su esposo Nicasio, sirvieron de padrinos del niño en su bautismo efectuado en la Parroquia del Santo Cristo.

Uno o dos meses después de nacido, su familia se trasladó a Camagüey, donde el pequeño realizaría sus estudios, primero en el Kindergarten de Cristina Xiques, luego en la escuela primaria El Lugareño. Iba a continuar éstos en dos instituciones que debían marcarle: la escuela San Agustín donde fue alumno de su fundador Narciso Monreal, hombre recto y probo, legítimo criollo que fomentó una institución en donde se unía el espíritu cívico con un catolicismo bien orientado; luego se prepararía para el ingreso al bachillerato en la Academia Garay, dirigida por Graciliano Garay, hombre de raza negra, correcto, culto, progresista, formador de varias generaciones, de un prestigio tal que aún en momentos de más vergonzante racismo nadie hubiera detenido a Don Graciliano a las puertas del club más exclusivo: la ciudad entera sabía que le debía algo.

En estas instituciones debió formarse Antonio en la tolerancia, la amplitud de miras, la voluntad dialogal y el espíritu moderno que le caracterizaron.

Su temperamento debía probarse en el dolor ampliamente: el primero de noviembre de 1914, cuando apenas contaba nueve años, falleció su madre y sólo cuatro años después la seguía su padre. El adolescente quedó a cargo de su tía paterna Mercedes Martínez Días, la que lo condujo con bastante firmeza pues sólo 40 días después de la pérdida de su padre, Antonio se presentaba con éxito a la prueba de ingreso a la Segunda Enseñanza en el Instituto Provincial de Camagüey y el día de Nuestra Señora de la Caridad de ese año entraría como pupilo en el Colegio de Belén de los Padres Jesuitas en la Habana.

Allí viviría una rápida maduración intelectual, ésa que le permitió cursar después en la Universidad de la Habana las carreras de Derecho Civil, Derecho Público, Filosofía y Letras.

Tenía facilidad para hacer amistades, especialmente con personas que tuvieran inquietudes afines, fueran de un carácter semejante al suyo o no. Así podía relacionarse igualmente con José Maria Chacón y Calvo o con el poeta y arqueólogo Felipe Pichardo Moya, quien le dedicó una de sus composiciones y con el que excavó en busca de arqueología indo cubana en el sitio de Limones y otras áreas del sur de Camagüey; sin que esto le impidiera estar cerca del pintor Carlos Enríquez, alcohólico y atormentado, quien dejó muchas obras en la casona de Republica 57 y no era raro ver al artista deambular por la casa con una infaltable botella de ron, pintando rincones del interior colonial o el típico patio camagüeyano sin que por esto se escandalizara la legión de tías que allí residían.

Creció en esa casa una de las mayores colecciones de arte de Cuba, los muros se atestaban de piezas de Landaluce, Chartrand, Melero, Víctor Manuel, Ponce, Amelia Peláez, Lam y otros muchos, más o menos relevantes, sin contar las piezas arqueológicas, antigüedades, los discos y una biblioteca que aún hoy resulta un mito para los viejos camagüeyanos.

Su curiosidad intelectual era infatigable. Viajó a 27 países de Europa y América, pero no como turista común, y lo mismo hablaba de una función de ópera en Nueva York que de la célebre cupletista Raquel Meller, a quien vio en Paris; trajo curiosas antigüedades de muchos sitios y fue unos de los primeros en Cuba en ir a Haití para adquirir la pintura primitiva de ese país cuando apenas se le conocía entre los grandes coleccionistas.

En su intelecto no había conflicto entre fe y ciencia, sabía dar a cada una su lugar. Fue un asiduo colaborador de los empeños pastorales de aquel singular párroco que fue Mons. Miguel Becerril; Caballero de Colón distinguido; tuvo larga trayectoria como conferencista, eso no le impidió interesarse en el psicoanálisis y formarse en él por lo que pudo abrir el primer consultorio de psicoanalista de la ciudad, con su diván freudiano que no dejó de preocupar a algunas almas timoratas, y llegó a dominar el uso de algunos test como el Rorshach o el TAT cuando éstos eran apenas conocidos en La Habana.

Fue profesor en el Colegio El Ángel de la Guarda (La Habana), donde el testimonio de su cercana parienta Mariana Lola acabaría de formarlo, y luego durante décadas catedrático de Lógica y Psicología del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey.

Era esta última institución la más alta desde el punto de vista docente en el territorio, con un claustro que salvo excepciones era sumamente prestigioso, entre ellos hizo Antonio muchos amigos, pero se mantuvo vertical en cuestiones tocantes en la fe, en una época en que ésta parecía tratarse de un asunto para mujeres y personas “de escasa cultura.”

Por eso no es de extrañar que cuando alrededor de 1937, en medio de la efervescencia de cambios estructurales que sufría la Nación y de inquietudes revolucionarias no apagadas, fue invitado el historiador Emilio Roig de Leuchsering a dictar una conferencia en el Aula Magna del Instituto, en la que el respetable historiador la emprendió de manera un poco efectista contra la Iglesia y su clero, Antonio y un grupo de profesores católicos publicaran en el diario El Camagüeyano su protesta contra esas declaraciones; junto a él estaban laicos prestigiosos como el Dr. Manuel Beyra, las hermanas Ángela y Margarita Pérez de la Lama y Elisa Arango.

Esta protesta fue respondida por otros profesores librepensadores, enemigos de que se pusiera cualquier restricción a la expresión oral — entre ellos estaban el Dr. Luis Martínez, los hermanos Agüero Ferrín y otros. Ambos documentos fueron muy respetuosos y tras el cruce de espadas ahí murió la polémica, pues ambas partes eran amigos y nada enturbió que continuaran juntos en almuerzos campestres, paseos y tertulias.

Dictando una conferencia a los jóvenes Federados ante Mons. Carlos Ríus Anglés, Obispo de Camagüey, el Dr. Benito Prats Respall, y Fernando Rivero y Flor de Mª. Sarduy, Presidentes Diocesanos de las dos ramas de la Juventud Católica Cubana.

Las instituciones de la ciudad, fuera el añejo Liceo, el Camagüey Tennis Club, el Lyceum, lo tuvieron como conferencista invitado, actuaba como difusor de temas de psicología, arqueología, geografía, arte. Apoyó los grupos teatrales que surgían, la actividad de la Sociedad de Conciertos, la fundación del Museo de Camagüey, y otras tantas iniciativas que iban sacando a la ciudad de una modorra secular.

Al triunfar la Revolución en 1959, este maestro seguía sintiéndose útil. Trabajó en la reforma de la enseñanza: estaba convencido de que se debía avanzar hacia una escuela cubana modelo, pero las circunstancias tomaron otro rumbo. A pesar de su talante dialogal, este maduro profesor, católico y letrado no fue de la simpatía de algunas nuevas autoridades del Instituto; él podía haberse marchado, pero nada era tan ajeno a él como la marginación y prefirió, ya que tenía su cátedra de siempre, trabajar como simple empleado en la oficina de mismo plantel, donde seguía recibiendo el respeto de la mayoría.

Cuando las tristemente célebres UMAP, su residencia fue centro de colecta de ayuda para las personas de toda la Isla allí confinadas, a la que él iba a visitar con otros laicos. Sirvió como cercano consejero al joven obispo Adolfo Rodríguez y fue quien diseñó su escudo episcopal para lo que debió estudiar con urgencia las leyes de la Heráldica. Se dedicó al estudio y difusión de los documentos de Concilio Vaticano II, a cuyas reformas prestó un apoyo sincero y convencido, colaboró primero con los líderes de la Acción Católica y luego en la preparación del Apostolado Seglar Organizado. Ya no tenía una cátedra pero seguía siendo maestro.

Presentósele entonces uno de esos conflictos que ni su saber psicológico podía mitigarle. Habían fallecido sus tías; su hermano y sobrinas decidieron abandonar el país: ¿podría él quedarse, ya entrado en años y delicado de salud, solo en aquella casona? Muy a su pesar, salió al exilio el 18 de marzo de 1966. Residió en Puerto Rico y en Maryland, fue profesor de Español en el Hood College [en Frederick, Maryland] y en el Bridgewater College [en Bridgewater, Virginia], pero nunca llegó a adaptarse totalmente a aquel país, donde falleció victima de un derrame cerebral el 25 de Agosto de 1982, en Bethesda, Maryland.

Los versos que siguen forman parte de un poema que dedicara en 1975 a sus amigos Chalón Rodríguez Salinas y su esposa Isabel, y que reflejan a las claras la añoranza de la Patria, que le acompañó hasta sus últimos días.


…Ardiente sol en el cielo
medio disco ya levanta,
arenas miro a mi planta
que cubren con oro el suelo,
aves marinas en vuelo
hacia el horizonte van....
Sigue mi vista su afán.
Un anhelo en mí aparece....
Y a mi lado el viento mece
las ramas de un flamboyán.

Se va acercando el momento
en que descienda el telón
y se acabe la función
que miraba tan contento.
Echo mis penas al viento
y pido a mi Dios bendito
que al cruzar el infinito,
cuando al cielo mi alma suba,
me pase cerca de Cuba
para tirarle un besito.

Fotos: Archivo personal de la familia Prats-Martínez.

29 de junio de 2013

LA PLAZA DEL CRISTO



La Plaza del Cristo

Lic Regino Avilés Marín

En la barriada del Cristo, en solemne acto en la Ermita del Santo Cristo del Buen Viaje, el presbítero don Nepomuceno Arango, párroco de la Iglesia Mayor, bendijo el día 12 de septiembre de 1795 la pila bautismal, y el padre don Antonio Aguilar y Porro, cura coadjutor, bendijo el pequeño cementerio anexo a dicho templo, terreno que, a partir del 9 de mayo de 1814, se convertiría en el Cementerio General de Puerto Príncipe, al prohibirse los enterramientos en los patios de las iglesias.

Desde esa fecha, a la ermita se le asignó ayuda de la Parroquial mayor y se le fijó la demarcación siguiente: “desde el Hospital Viejo de Mujeres hasta la esquina del solar y casa del presbítero don domingo Enríquez de Hurtado, que conforma la plazoleta, hasta concluir la calle y dar con la casa de Gabriel Guerrero y la que sigue de don Nicolás Marín, que hace esquina y de ésta al callejoncito que va hasta el río y que llaman Paso real de dicha calle donde vive el Padre Hurtado, tomando el callejón que va a salir al Pozo de Gracia y de allí hasta la sabana…”, según afirma el historiador Tomás Pío Betancourt.

La Plaza del Cristo, luego Parque de Ampudia, más tarde Parque Gonfaus y de nuevo Parque del Cristo, se colmaba desde principios del siglo XX con motivo de las ferias, con cantinas y tableros donde se ofrecían las sabrosas empanadillas de harina de maíz y de Castilla, las típicas rosquitas de catibía, el sabroso pan de gloria azucarado, el rico dulce de yemas dobles, el clásico ponche de leche con o sin canela, y todo un gran surtido de frutas cubanas.

Complementaban esta popular fiesta los bazares y diversos juegos. Alrededor de la plaza se instalaban los caballitos, se realizaban carreras de saco y con frecuencia se armaba el circo “La Rosa”.

Aledañas a la plaza existían fondas de chinos y florerías. Frente a la misma se construyó un caserón de madera donde se instaló el primitivo “Cine Camagüey”, siendo destruido totalmente por la furia de los vientos del huracán de 1932.

La Banda Municipal tocaba puntualmente las retretas todos los domingos en esta histórica plaza, visita frecuente de Nicolás Guillén en las primeras décadas del siglo XX, junto a jóvenes amigos del barrio del Cristo.

Lic Regino Avilés Marín
Boletín Diocesano Camagüey, Marzo 2010.
Ilustración: Google.