La Nochebuena Chiquita
Ana
Dolores García
Desde
niña oía hablar en Camagüey sobre la tradición de “la nochebuena chiquita” que,
según personas muy mayores me contaban, se celebraba cada 8 de diciembre con
una tradicional comida criolla en la que no podían faltar los dulces caseros,
particularmente los buñuelos.
La
tradición fue perdiéndose al extremo que, comentando sobre ella con otras
personas cubanas e incluso camagüeyanas, no tenían ni la más remota idea de
ello. Sin embargo, aunque se dice que Camagüey fue una de las ciudades de Cuba
donde más arraigada estuvo esa costumbre -o por lo menos en donde perduró por
más tiempo-, la “nochebuena chiquita” también se celebraba en otras ciudades
cubanas. Entre ellas fueron muy afamadas y populares las de Bejucal, animadas
por sus "alegres y bullangueras charangas”.
No
solamente en Cuba, sino en otros lugares de Hispanoamérica, especialmente la
América Central, todavía se celebra tradicionalmente la fecha. Tal vez la
festividad más conocida sea la que se desarrolla en Campeche, México, donde
además de las actividades religiosas se culmina el día alrededor de la mesa
familiar para degustar las golosinas típicas de la época, y a la vez se
comienzan a preparar los belenes o nacimientos.
Casi
como decir: esta “nochebuena chiquita” es el inicio de los festejos navideños.
Es de suponer que, como otras muchas festividades que datan de la época
colonial, la celebración de la “nochebuena chiquita” tenga un origen religioso
ya que se trata de la festividad de la Inmaculada Concepción de María. En ese
sentido, Roberto Méndez Martínez, nos dice en:
"al
narrar la historia del templo de la Soledad en Camagüey, que en el siglo XIX la
devoción a la Inmaculada Concepción, -el 8 de diciembre-, era de tanta fuerza
en Puerto Príncipe, que después de las celebraciones religiosas las familias
realizaban una cena familiar conocida como “la nochebuena chiquita”.
Narra
también otro dato curioso sobre los actos de ese día en el viejo templo
camagüeyano: “esa tarde, después de las celebraciones en el templo, partía de
allí (la iglesia de La Soledad) una singular procesión compuesta sólo por
muchachas solteras, vestidas de blanco y con mantilla del mismo color que
llevaban a la cintura una banda azul celeste –color del manto de la Inmaculada–
y que popularmente se le dio en llamar a este cortejo “la procesión de las
puras”.
Es
cierto que desde muy temprano en el siglo XX las familias camagüeyanas fueron
perdiendo la costumbre de celebrar “una nochebuena chiquita” el 8 de diciembre.
Pero, ¿podremos decir por ello que los cubanos del exilio, especialmente los
que viven en EEUU, ya no tenemos “nochebuenas chiquitas”?
¿Qué
son si no, todas esas cenas en las que participamos durante el mes de
diciembre… en el trabajo, con los amigos, con la familia, de modo que cuando
llega la fecha del 24 ya hemos claudicado de todas las dietas a las que
habíamos sido tan fieles después del verano..?
¿Podríamos
decir que en estas tierras de Estados Unidos, la celebración del “Thanksgiving”
ha ocupado el lugar tradicional de nuestra remota “nochebuena chiquita”? Desde
ese cuarto jueves de noviembre (que no lo festejamos precisamente con una cena
muy “chiquita”), y hasta nuestra cena del 24, con el lechoncito asado, el
fricasé de guanajo con arroz blanco, la lechuga y los tomates, la yuca y el
casabe, los turrones y los buñuelos… ¿Cuántas “nochebuenas chiquitas” no
habremos disfrutado..?
Ana Dolores García ©Copyright 2005