Recuerdos de Camagüey
Si vos sois camagüeyano(a) de los(as) viejos(as) de verdad, de aquéllos(as) que les llamaban cáncamos, y que hoy, eufemísticamente se denominan adultos mayores o de la tercera edad, no seáis faino(a), dejaos de bainadas y venid acá para que me digáis si aún recordáis:
-Las
 guaguas con plataforma (únicas en Cuba) “Camagüey Sport” y “Silvano 
Ramos” de las rutas Vigía-Granja, Vigía Santa Cruz y Vigía Agramonte y 
los tranvías londinenses con un solo “trolley” que hacían el recorrido 
Libertad-Mártires y Bembeta-Garrido, todo por un “medio” con derecho a 
transferencia.
-Las retretas 
los jueves y domingos en el parque Agramonte, que era el punto de 
reunión de la juventud camagüeyana, donde uno tenía que concurrir 
elegantemente vestido. Las parejas paseaban alrededor de la estatua y a 
las diez en punto de la noche la banda municipal tocaba el Himno 
Nacional y terminaba el paseo.
-La
 costumbre (que era considerada como signo de refinamiento) de taparse 
la nariz y la boca con un pañuelo al salir del cine para evitar un 
resfriado.
-La Feria de la 
Caridad en la plaza del mismo nombre, donde se instalaban todo tipo de 
“timbiriches” con comida criolla, bebidas, juegos de azar, adivinadoras,
 etc., etc.
-El San Juan 
Camagüeyano con desfile de “fotingos” descapotados, carrozas, congas, 
mamarrachos, monos viejos, ensabanados, etc., sin que faltaran los 
“sangrones” tomando cerveza en un orinal con un chorizo adentro y que 
cuando tú no aceptabas cuando te brindaban, se sentían ofendidos y se 
querían “fajar” contigo. No era infrecuente la presencia de los 
“simpáticos” que manchaban con almagre a los que pasaban vestidos con 
sus trajes dril cien o que 
ataban con hilo muy fino, casi invisible, un billete de cinco pesos y 
cuando algún viandante lo iba a recoger, halaban. En esos días valía la 
pena pasear por las calles y plazas de la ciudad, engalanadas, donde no 
faltaba la famosa olla con ajiaco. Se destacaban la plaza de Bedoya y la
 calle Horca entre otras. 
-El
 programa de radio transmitido a las doce del día y a las seis de la 
tarde por la CMJK, la Voz del Camagüeyano, dirigido por el 
puertorriqueño Juan B. Castrillón (Don Pancho) y el mexicano Alfredo 
Vivar (Azteca), ambos tan “aplatanados” que parecían camagüeyanos 
“rellollos”, con noticias de todo tipo, chistes, anécdotas, entrevistas,
 recados, comentarios, etc., etc. Don Pancho, que era muy aficionado a 
los deportes, se aventuró a narrar algunos juegos de pelota (béisbol) y 
en uno de ellos en que el lanzador era el gran Eliecer Álvarez, hizo 
famosa la frase: “parece un hit, parece un hit”.
-Los famosos “sandwiches” y los productos españoles del Bar Jerezano”en la calle República.
-Los ricos helados y jugos de frutas del bar San José, donde vendían el vaso de agua fría de los manantiales del mismo nombre, al precio de un centavo.
-El famoso pan de karakas (con k) y las gaceñigas de Pérez-Sosa.
-Las galletas de La Paloma de Castilla fabricadas en la calle Horca.
-El jugo de piña y la gaseosa Pijuán
-La dulcería de los chinos, frente al cine Apolo, donde vendían el famoso “bicondi” a dos centavos.
-La bolera de Faíco, La Bolerita y el Copacabana.
-Los
 bailes en el “roof garden” del antiguo Hotel Camagüey (hoy museo 
Ignacio Agramonte), en el Club Ferroviario, La Popular, la Colonia 
Española, el Tennis, el Country Club, el Club Atlético, etc. (Era de 
rigor la presencia de las chaperonas).
-La
 quinta El Cerro, donde los muchachos pagábamos un “medio” por la 
entrada, con derecho a bañarnos en la “poceta” y a llevarnos todos los 
marañones que quisiéramos.
-Los
 “charcos” de Arroyón, la Caja de Agua y el arroyo del “donkey”, donde 
nos bañábamos los muchachos algunos días que hacíamos novillos en la 
escuela. 
-Los viajes que 
hacíamos los domingos a Nuevitas en el verano, por ferrocarril, que era 
la única vía de comunicación que existía en aquella época, para bañarnos
 en las playas de San Jacinto, Santa Rita, La Colonia o Cuatro Vientos y
 Tarafa. Eran famosas las “broncas” el último día de la temporada en que
 los nueviteros, al partir el tren de regreso, le lanzaban piedras y 
gritaban: “Camagüeyanos, cochinos, vienen a quitarse el churre aquí”, 
mientras que éstos contestaban: “Cangrejeros, muertos de hambre”.
-El
 Gran Hotel, desde cuyo comedor en el quinto piso era posible disfrutar 
de una vista panorámica de la ciudad. La comida era excelente.
-Las
 novatadas a los estudiantes que ingresaban en el Instituto de Segunda 
Enseñanza, en las que como mínimo pelaban “al rape” a los muchachos, les
 viraban las ropas al revés, les pintaban la cara con azul de metileno, 
obligaban a algunos a medir el edificio, imponiendo como unidad de 
medida la longitud de un fósforo y después los llevaban al Casino 
Campestre a “remar en seco”. Una vez el barullo fue de tal envergadura 
que se interrumpió el tránsito y cuando intervino la policía, en un 
momento en que los vigilantes dejaron solo el carro patrullero, le 
sacaron a éste el aire de los neumáticos. La parranda terminaba a los 
dos o tres días con una tremenda fiesta bailable en la que hacían las 
paces los novatos y los “viejos”. 
Durante
 el noviazgo, que casi siempre era prolongado, al pretendiente se le 
permitía ir a visitar a la novia en su casa los domingos y a veces 
también los jueves. La pareja se sentaba en un “confidente” en la sala y
 siempre se le encomendaba a un miembro de la familia (generalmente una 
tía solterona o un hermano menor de la novia) sentado en una “comadrita”
 o en un “balance” en la saleta, la tarea de vigilarlos para que no 
hicieran nada “malo”.
-La costumbre de pararse en la calle Maceo frente al “ten-cent” por donde desfilaban habitualmente las bellezas camagüeyanas. 
-La
 costumbre de jugarse “a las patas” el café o el trago en el Centro 
Alemán, en el Bar Correo, en La Norma o en otros muchos donde se pasaban
 ratos verdaderamente agradables compartiendo con los amigos. 
-La
 obligación de ir todos los días a la “tienda”, a la “venduta” y a la 
“matazón” a hacer los “mandados”. (Para los muchachos esto tenía la 
ventaja de poderse “dar la puñalada” de vez en cuando).
-El
 matajíbaro, el arroz amarillo con carne de puerco y plátano maduro, el 
puerco asado en púa, la gandinga con casabe, el pan patato...
-El burro de La Granja.
-Las anécdotas (contadas por los viejos de la época) sobre Bayoyo, José el Chiquito y Caridad la Cagada.
¡Qué tiempos aquéllos! ¿Eran mejores o peores que los de ahora?
Víctor Romero Sóñora
(Camagüeyano de los viejos)
Nota: Si eres de aquella época, seguramente podrás ampliar esta improvisada lista.
mail to:vrsonora@hotmail.com

3 comentarios:
Tremendo relato sobre nuestro viejo Camaguey, contado por un ser humano intachable del que me precio haber sido amigo y paciente. Tanto en el Hospital Militar como en su consulta particular en la Ave. de la Caridad..
Pues si que recuerdo muchas de esas cosas y mucho los tranvías.
Me a gustado mucho leer este gran relato con tantas vivencias de nuestro Camaguey, gracias!
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