23 de junio de 2013

Recuerdos de Camagüey


 Recuerdos de Camagüey


Por Víctor Romero Sóñora

Si vos sois camagüeyano(a) de los(as) viejos(as) de verdad, de aquéllos(as) que les llamaban cáncamos, y que hoy, eufemísticamente se denominan adultos mayores o de la tercera edad, no seáis faino(a), dejaos de bainadas y venid acá para que me digáis si aún recordáis:



-Las guaguas con plataforma (únicas en Cuba) “Camagüey Sport” y “Silvano Ramos” de las rutas Vigía-Granja, Vigía Santa Cruz y Vigía Agramonte y los tranvías londinenses con un solo “trolley” que hacían el recorrido Libertad-Mártires y Bembeta-Garrido, todo por un “medio” con derecho a transferencia.



-Las retretas los jueves y domingos en el parque Agramonte, que era el punto de reunión de la juventud camagüeyana, donde uno tenía que concurrir elegantemente vestido. Las parejas paseaban alrededor de la estatua y a las diez en punto de la noche la banda municipal tocaba el Himno Nacional y terminaba el paseo.



-La costumbre (que era considerada como signo de refinamiento) de taparse la nariz y la boca con un pañuelo al salir del cine para evitar un resfriado.



-La Feria de la Caridad en la plaza del mismo nombre, donde se instalaban todo tipo de “timbiriches” con comida criolla, bebidas, juegos de azar, adivinadoras, etc., etc.



-El San Juan Camagüeyano con desfile de “fotingos” descapotados, carrozas, congas, mamarrachos, monos viejos, ensabanados, etc., sin que faltaran los “sangrones” tomando cerveza en un orinal con un chorizo adentro y que cuando tú no aceptabas cuando te brindaban, se sentían ofendidos y se querían “fajar” contigo. No era infrecuente la presencia de los “simpáticos” que manchaban con almagre a los que pasaban vestidos con sus trajes dril cien o que ataban con hilo muy fino, casi invisible, un billete de cinco pesos y cuando algún viandante lo iba a recoger, halaban. En esos días valía la pena pasear por las calles y plazas de la ciudad, engalanadas, donde no faltaba la famosa olla con ajiaco. Se destacaban la plaza de Bedoya y la calle Horca entre otras.



-El programa de radio transmitido a las doce del día y a las seis de la tarde por la CMJK, la Voz del Camagüeyano, dirigido por el puertorriqueño Juan B. Castrillón (Don Pancho) y el mexicano Alfredo Vivar (Azteca), ambos tan “aplatanados” que parecían camagüeyanos “rellollos”, con noticias de todo tipo, chistes, anécdotas, entrevistas, recados, comentarios, etc., etc. Don Pancho, que era muy aficionado a los deportes, se aventuró a narrar algunos juegos de pelota (béisbol) y en uno de ellos en que el lanzador era el gran Eliecer Álvarez, hizo famosa la frase: “parece un hit, parece un hit”.



-Los famosos “sandwiches” y los productos españoles del Bar Jerezano”en la calle República.


-Los ricos helados y jugos de frutas del bar San José, donde vendían el vaso de agua fría de los manantiales del mismo nombre, al precio de un centavo.



-El famoso pan de karakas (con k) y las gaceñigas de Pérez-Sosa.



-Las galletas de La Paloma de Castilla fabricadas en la calle Horca.



-El jugo de piña y la gaseosa Pijuán



-La dulcería de los chinos, frente al cine Apolo, donde vendían el famoso “bicondi” a dos centavos.



-La bolera de Faíco, La Bolerita y el Copacabana.



-Los bailes en el “roof garden” del antiguo Hotel Camagüey (hoy museo Ignacio Agramonte), en el Club Ferroviario, La Popular, la Colonia Española, el Tennis, el Country Club, el Club Atlético, etc. (Era de rigor la presencia de las chaperonas).



-La quinta El Cerro, donde los muchachos pagábamos un “medio” por la entrada, con derecho a bañarnos en la “poceta” y a llevarnos todos los marañones que quisiéramos.



-Los “charcos” de Arroyón, la Caja de Agua y el arroyo del “donkey”, donde nos bañábamos los muchachos algunos días que hacíamos novillos en la escuela.



-Los viajes que hacíamos los domingos a Nuevitas en el verano, por ferrocarril, que era la única vía de comunicación que existía en aquella época, para bañarnos en las playas de San Jacinto, Santa Rita, La Colonia o Cuatro Vientos y Tarafa. Eran famosas las “broncas” el último día de la temporada en que los nueviteros, al partir el tren de regreso, le lanzaban piedras y gritaban: “Camagüeyanos, cochinos, vienen a quitarse el churre aquí”, mientras que éstos contestaban: “Cangrejeros, muertos de hambre”.



-El Gran Hotel, desde cuyo comedor en el quinto piso era posible disfrutar de una vista panorámica de la ciudad. La comida era excelente.



-Las novatadas a los estudiantes que ingresaban en el Instituto de Segunda Enseñanza, en las que como mínimo pelaban “al rape” a los muchachos, les viraban las ropas al revés, les pintaban la cara con azul de metileno, obligaban a algunos a medir el edificio, imponiendo como unidad de medida la longitud de un fósforo y después los llevaban al Casino Campestre a “remar en seco”. Una vez el barullo fue de tal envergadura que se interrumpió el tránsito y cuando intervino la policía, en un momento en que los vigilantes dejaron solo el carro patrullero, le sacaron a éste el aire de los neumáticos. La parranda terminaba a los dos o tres días con una tremenda fiesta bailable en la que hacían las paces los novatos y los “viejos”.



Durante el noviazgo, que casi siempre era prolongado, al pretendiente se le permitía ir a visitar a la novia en su casa los domingos y a veces también los jueves. La pareja se sentaba en un “confidente” en la sala y siempre se le encomendaba a un miembro de la familia (generalmente una tía solterona o un hermano menor de la novia) sentado en una “comadrita” o en un “balance” en la saleta, la tarea de vigilarlos para que no hicieran nada “malo”.



-La costumbre de pararse en la calle Maceo frente al “ten-cent” por donde desfilaban habitualmente las bellezas camagüeyanas.



-La costumbre de jugarse “a las patas” el café o el trago en el Centro Alemán, en el Bar Correo, en La Norma o en otros muchos donde se pasaban ratos verdaderamente agradables compartiendo con los amigos.



-La obligación de ir todos los días a la “tienda”, a la “venduta” y a la “matazón” a hacer los “mandados”. (Para los muchachos esto tenía la ventaja de poderse “dar la puñalada” de vez en cuando).



-El matajíbaro, el arroz amarillo con carne de puerco y plátano maduro, el puerco asado en púa, la gandinga con casabe, el pan patato...



-El burro de La Granja.



-Las anécdotas (contadas por los viejos de la época) sobre Bayoyo, José el Chiquito y Caridad la Cagada.



¡Qué tiempos aquéllos! ¿Eran mejores o peores que los de ahora?



Víctor Romero Sóñora

(Camagüeyano de los viejos)



Nota: Si eres de aquella época, seguramente podrás ampliar esta improvisada lista.

mail to:vrsonora@hotmail.com

3 comentarios:

tony abellas dijo...

Tremendo relato sobre nuestro viejo Camaguey, contado por un ser humano intachable del que me precio haber sido amigo y paciente. Tanto en el Hospital Militar como en su consulta particular en la Ave. de la Caridad..

Rafael dijo...

Pues si que recuerdo muchas de esas cosas y mucho los tranvías.

Recetas Rápidas con Carmen dijo...

Me a gustado mucho leer este gran relato con tantas vivencias de nuestro Camaguey, gracias!