Carlota Vidaud Rodiles
En la noche del 15 de enero de este
año 2021, ha fallecido Carlota Vidaud Rodiles a los 97 años de edad (el próximo
4 de marzo cumpliría noventa y ocho años),en el Asilo Monseñor Adolfo. La Santa
Misa en celebración de su vida tuvo lugar al día siguiente de su paso a la
Gloria del Señor en el Santuario de la Caridad de la ciudad de Camagüey, su
comunidad parroquial. Su cuerpo fue
inhumado en el Panteón de la Arquidiócesis.
Esta Gaceta de Puerto Príncipe no
puede ser ajena ni dejar de rendir homenaje a quien, como seglar comprometida
con la Iglesia y con Cristo, permaneció
incansable en la labor apostólica durante los tiempos difíciles de las últimas
cinco décadas del pasado siglo y, aun mas, en las iniciales del presente,
mientras tuvo fuerzas para ello. La historia de la Iglesia Católica en Camagüey
no se puede contar sin mencionar muchas vece su nombre.
Por ello, a modo personal con el
mayor cariño y respeto y, particularmente para expresar el agradecimiento que
todos le debemos por su entrega y el gran ejemplo que nos ha dejado, reproduzco
un artículo sobre ella del Lic. Pablo Miguel Marrero, publicado hace años en el Boletín Diocesano.
(adg)
Carlota, mi catequista
Lic. Pablo Miguel Marrero Álvarez
“Éste es el mismo discípulo
que da testimonio de estas cosas,
y que las ha escrito.
Y sabemos que dice la verdad”
(Jn. 21, 24)
Pertenezco
a la parroquia de Nuestra Señora de La Caridad y aunque cambié la dirección
hacia el centro del mundo hace unos años, aún guardo un profundo afecto por la
diócesis que me vio crecer y un cariño especial por la parroquia en donde nací
y crecí como persona y como cristiano. Por eso cuando mi padre me dijo que en
esta revista diocesana habían dedicado una sección a los laicos, no me quedó
más remedio que atender la petición de mi viejo para compartir con ustedes mi
experiencia de vida al lado de una de esas personas que en los momentos más
difíciles para la Iglesia estuvo siempre presente.
En mi
infancia conocí en la parroquia a una señora de cabello gris, piel blanca y
ojos claros que transparentaban lo que decía, enseñaba y vivía.
Esta
señora de dulce carácter, pero de energía inagotable pasaba cada sábado, lloviera,
tronara o relampagueara por mi casa para llevarme a la catequesis, y yo no era
el único a quien ella recogía de camino a la iglesia. Otra cosa que de niño
también me causaba asombro sobre ella es que casi todo el mundo en las demás
comunidades de la ciudad también la conocían, tal pareciera que ella pertenecía
a todas las parroquias. Cuando crecí, entendí por qué todo el mundo sabía quién
era Carlota Vidaud Rodiles. Y es que Carlota, aunque es natural de la ciudad de
Guantánamo, fijó su residencia en la ciudad de Camagüey en el año 1946, y desde
entonces se fue ganando el respeto de todos los sacerdotes y laicos que la
conocieron a fuerza de su entrega al trabajo pastoral de la parroquia de la
Caridad y de la diócesis.
A su
llegada a Camagüey se incorporó como catequista de la comunidad parroquial de
la Caridad, apostolado que mantuvo por espacio de 70 años. También se integró
al grupo “Madre Mazzarello” de la Juventud de Acción Católica (JAC), rama
femenina de esta parroquia. En 1950 formaba parte del grupo diocesano de la
JAC, donde resultó electa, primeramente como secretaria y más tarde como
presidenta.
En la
década de los sesenta, cuando fue disuelta la Juventud de Acción Católica
Cubana, pasa a colaborar en el consejo de redacción de la revista
Documentación, primera publicación diocesana de Camagüey después de 1961, que
para su impresión solamente contaba con un viejo mimeógrafo manual. Ya en los
80 reinició su trabajo en el Secretariado Diocesano de Liturgia del cual pasa a
ser miembro fundador y, donde por encargo del Siervo de Dios Monseñor Adolfo
Rodríguez, se ocupó de la distribución semanal de la hoja de Animación
Litúrgica.
Aparte
de su casa particular, donde se le veía muy poco hace unos años atrás, también
tenía su residencia durante el día en la Casa Diocesana de La Merced. Allí
prestó por muchos años el servicio como guía de los turistas que visitaban las
catacumbas. Trabajo que se le daba con mucha facilidad gracias a su dominio de
la lengua francesa, de la cual era profesora en las noches en la escuela de
idiomas Mijail Lomonosov, de la ciudad de Camagüey. Vale la pena resaltar su
honradez con la ayuda que recibía de los turistas puesto que “nunca tomó nada
para ella a pesar de sus austeras condiciones de vida. Estas “ayudas” siempre
las entregó al sacerdote de la Merced por lo que varias veces escuché de ellos
palabras de agradecimiento para la incomparable Carlota”. Así contaba mi padre
cuando en conversaciones familiares salía a relucir el tema. También fui
testigo que las ayudas que ella recibía de los turistas que no eran económicas,
muchas veces las entregaba a la catequesis de la parroquia de La Caridad para
que las rifaran o se las dieran a los niños que las necesitaban.
De
Carlota se pudieran contar muchas anécdotas, pero hay dos que no quisiera dejar
de compartirlas, ya que en ellas se reflejan su amor por los niños y su
vocación de catequista, engendrado por el amor a Jesús resucitado. La primera
fue allá por los 80 cuando estrenaron en los cines la película de dibujos animados
titulada “Yaltus”. Quiero aclarar que era muy habitual que Carlota nos llevara
al grupo de la catequesis al cine los domingos al medio día. Esa vez recuerdo
que salimos para el cine alrededor de las dos de la tarde, y como la película
estaba “muy buena” yo le insistía a Carlota cada vez que terminaba una tanda
para quedarnos a ver la otra película. En resumen, estuvimos en el cine hasta
que se terminó la última tanda a las diez de la noche. No recuerdo que ninguno
de mis compañeros de grupo se quejara por ver tantas veces la misma película,
parece que a ellos también les gusto tanto como a mí. Al llegar de regreso a la
casa y ante la gran preocupación de mis padres por la hora de la noche que era,
ellos le preguntaron qué había pasado, recuerdo que esta santa mujer les
contestó con una sonrisa en su rostro: «es que le gustó mucho la película y
quiso ver todas las tandas ¿cuándo a ustedes les gusta algo no lo ven varias
veces?». La verdad no sé cómo hizo para justificarse ante los padres de los
demás, supongo que todos confiaban tanto en ella como los míos.
La otra
anécdota fue ya en sus últimos años como catequista mientras explicaba
apasionadamente, como siempre lo hacía, un pedazo del evangelio. Uno de sus
niños del grupo de la catequesis al escucharla hablar con tanta propiedad y
como quien habla por haber vivido en primera persona lo que contaba, admirado y
con gran intriga le preguntó: «¿Usted es del tiempo de Jesús?». Quizás en ese momento la pregunta de aquel
niño le sonó a chiste a más de uno, pero para ese pequeño no lo fue. Hoy, que
me gano la vida trabajando con niños como aquel que preguntó, puedo afirmar que
su pregunta fue muy en serio, ya que la imaginación de un niño no tiene límite.
Obviamente, la pregunta vino en parte por la falta de sabiduría propia de la
edad, mas no con la intención de faltar al respeto a su catequista.
Muchas
veces hablamos de fe y discipulado y nos parece algo muy abstracto e imposible
de vivir, pero ¿qué más necesitamos ver? ¿Cuántos testimonios necesitamos
comprobar? bueno… aquí hay uno más, que dice mucho de las vivencias de fe de
una persona, de su forma de vivir la vida en Cristo y de actualizar el mensaje
de Jesús en nuestros tiempos.
¡Qué
bendición para esta diócesis ha sido el regalo que Dios nos hizo en Carlota!¡Qué
gracia para la parroquia de la Caridad es tenerla! ¡Qué
satisfacción tan grande para mí, fue haber sido su alumno en el catecismo!
¡Qué
hermoso testimonio de vida!
Gracias,
Carlotica, por todo lo que eres y has hecho por tus hermanos, especialmente por
los niños de la catequesis.
Texto publicado originalmenteen el Boletín Diocesano de
Camagüey,
julio-agosto 2018.
Reproducio del Blog “Gaspar, el
Lugareño”
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Preguntas del Boletín Diocesano a Carlota
(Carlota,
ahora con 94 años vividos, nunca ha buscado el protagonismo. Por eso nos costó
trabajo que quisiera responder estas preguntas y se dejara tomar una foto)
Boletín
Diocesano: ¿Cuál es la virtud que más aprecia y cuál el defecto que más le
molesta?
Carlota:
En cuanto a la virtud: la misericordia. Y yo no veo los defectos, porque Dios
perdona los defectos.
Boletín
Diocesano: ¿Qué consejos les daría a los jóvenes católicos de Cuba?
Carlota:
No me pida eso. Yo no sirvo para dar consejos. Soy yo la que necesito consejos.
Boletín
Diocesano: ¿Qué lugar ocupó Monseñor Adolfo en la vida de usted?
Carlota:
Grande. Fue un obispo maravilloso. Venía a la casa a ver a mi mamá anciana. Yo
ahora le rezo todos los días.