12 de septiembre de 2013

Calles camagüeyanas


Calles camagüeyanas
Por Miguel A. Rivas Agüero

De las calles de Camagüey han sido publicadas distintas relaciones, pero la más completa y manuable ha sido la que en su “Directorio Profesional y Comercial” publicaba Rolando Nieves Casas, quien en diciembre de 1958 editó el número dieciséis correspondiente al año 1958-1959 y último de los publicados.

En el citado “Directorio” a más de la relación de las calles por orden alfabético de nombres propios, se detallaban las calles comprendidas en cada Barrio de la ciudad y en ambos casos se seguía el orden de los nombres antiguos y no de los modernos.

Nosotros no nos proponemos hacer una relación de las calles camagüeyanas, sino dar a conocer el origen de sus nombres en todos los casos en que nos sea dable hacerlo. Ahora bien, al indicarlas, lo haremos por el apellido de la persona cuyo nombre lleva la calle, por estimar más razonable el índice por apellidos que por nombres propios, costumbre esta última que sólo era empleada en los libros sacramentales de las iglesias y hasta mediado el siglo XIX.

Desde luego, el orden alfabético que seguiremos será el correspondiente a los nombres modernos de las calles con la pertinente referencia al o a los nombres anteriores que tuvieron.

Es de sobra conocido que como norma general en toda la isla se designaron las calles de las poblaciones con nombres de santos católicos. Esa norma no tuvo variación hasta que, ya constituida la República, se cambiaron muchos de los nombres de santos por los de patriotas y personalidades cubanas.

En Camagüey, la mayor parte de los cambios de nombre fueron hechos en el primer cuarto del (siglo XX), pero la costumbre hace que todavía se mencionen muchas calles por sus nombres antiguos y no por los actuales, no obstante que desde 1939 estén fijados en tarja de hierro fundido dichos nombres modernos y retiradas las antiguas.  

En aquellos casos en que el origen de nombre de una calle lo tomemos de los que dio Torres Lasquetti, añadiremos a la explicación entre paréntesis: (TL). En todos los demás casos la información procede de nuestro archivo particular o de las Actas Capitulares del Ayuntamiento camagüeyano.

En la prensa local del primer tercio del siglo XIX se observa una curiosa costumbre que hoy se nos antoja extravagante, o sea, el omitir el nombre de la calle, casi por norma, en los anuncios de comercios que prueban lo antes dicho:

- “En la pulpería que está frente a la Sacristía de la Parroquia Mayor, en la casa que habita el señor Oidor Agustín Gómez Ochagavia, se vende vino de la Coruña”.
 
- “Deséase vender la casa que fue de Don Pedro Nolasco Gallardo frente a Ramona, la florera”.
 
- “Un hermoso surtido de abanicos, por docenas y menudeo, se halla de venta en la tienda opuesta a la herrería de Colón, detrás del Carmen”.
 
- “En la zapatería que está frente a la casa del Ldo. Don Juan Porro, se venden canarios, seis machos y cinco hembras, a veinte reales cada uno comprándolos todos”.

En otros casos, para no mencionar la calle por su verdadero nombre, se hacía en forma implícita y se decía “la calle que va por la espalda de Santa Ana para El Cristo”; “la calle que del costado de la Merced conduce a la espalda de la Parroquia Mayor”; “la calle que saliendo de la iglesia de Nuestro Señor San Francisco pasa por la Soledad”, “la calle que saliendo de la puerta del perdón de la iglesia de la Merced va a la Parroquia Mayor”, o “la calle que va al Pozo de Gracia”.

Realmente no nos explicamos estos eufemismos considerando lo sencillo y claro que hubiera sido mencionar las calles de San Ildefonso  (Bembeta), “Candelaria” (Independencia), “San Juan” (Avellaneda), “Mayor” (Cisneros), y “San Diego” (Martí), respectivamente en los casos mencionados.

Nuestras calles, además de estrechas y “curvilíneas” tienen algunas peculiaridades que, para muchos,  pasan desapercibidas. Hay, por ejemplo, calles que en una acera tienen un nombre y en la opuesta otro;  calles que siendo una sola tienen dos nombres; calles que siendo dos en realidad tienen un solo nombre, y calles que resultan paralelas y a la vez transversales a otras. Y, para que haya de todo, tenemos una calle que empieza y termina en dos paralelas.

Antes que el pío lector vaya a pensar que las peculiaridades mencionadas son invención nuestra, vamos a aportar las pruebas correspondientes. La calle “Avellaneda” es la que más peculiaridades ofrece, pues desde que nace en la de “Martí” ya presenta la primera al tener, seguidamente de la casa número once, la número uno de la calle “General Gómez” que allí se inicia, situación que, desde luego, estimamos correcta.

La segunda peculiaridad es que dicha calle “Avellaneda” termina, por su acera derecha, al salir a ella la de “Bartolomé Masó”, ya que desde esa punta de diamante la acera citada sigue con la numeración propia de esa última, situación que se rompe al salir a “Avellaneda” la calle “Padre Olallo”, continuando ésta con su propia numeración. Tenemos pues la calle “Avellaneda” con su numeración propia hasta que se le une “Bartolomé Masó”, y de allí hasta “Van horne” sólo con numeración en la acera izquierda, es decir, la acera izquierda es “Avellaneda” y la acera derecha es “Bartolomé Masó” o “Padre Olallo” que también se les une.

Además, ocurre con Avellaneda el único caso que conocemos de una calle que en lugar de crecer por alguno de sus extremos, resulta que pierde parte de su primitiva longitud, pues ha principio del siglo XX terminaba en “Ignacio Sánchez” (Gral. Chicho Valdés), y cuando se construyó el primitivo andén de la estación del Ferrocarril de Cuba fue cortada la calle, quedando parte de  su última cuadra del otro lado de la estación y vías férreas. Esa cuadra hoy carece de nombre  y de casas que den frente a la misma pues sólo la forman fondos de otras casas. Finalmente, es “Avellaneda” la calle que tiene más plazoletas, pues son cuatro.

Prácticamente, las calles “Maceo” y “Torres Lasquetti” forman una sola calle, sin embargo se le adjudicó el primer nombre a la parte Norte, y el segundo a la parte Sur a partir de la plazoleta de “Paula” (Maceo) desde que respectivamente se llamaban “Comercio” y “San Pablo”. No obstante, primitivamente  “Comercio” era el nombre de toda la calle, es decir, desde la plazoleta de la “Soledad” hasta la del “Puente”, según consta en el Plano de la ciudad de 1822.

En cambio, hay varias calles que, pudiendo  y debiendo tener dos nombres, sólo tienen uno. La calle “Cuba” desde la Carretera Central Este hasta “Domingo Puente” tiene y debe conservar ese nombre, pues era el antiguo camino que conducía a la provincia de Oriente, luego convertido en carretera y ahora en calle. Pero de “Domingo Puente” a “Carretera Central Oeste” debía tener otro nombre, pues en la intersección de Domingo Puente está separada por no menos de quince metros, es decir, se corta la continuidad de la calle y un tramo queda a quince metros fuera de la dirección del otro.

Aunque en menor diferencia, igual ocurre con “República” que, en “Antonio Luaces” se desvía unos cinco metros formando otra calle que antiguamente era conocida como “Ticunucú” y termina en la plazoleta del Puente.  A la inversa tenemos a “Antonio Luaces” y “Cristo” que apenas se separan tres metros una de otra y sin embargo tienen dos nombres, si bien en 1822 toda la calle, desde la plaza de “San Francisco” a la del “Cristo” tenía el nombre de “San Francisco”.

En el caso de calles paralelas y a la vez transversales, tenemos que ello ocurre con “Enrique José” (San Ramón) que es paralela en su inicio a “Gral. M. Gómez” (Santa Ana) y también la cruza. Asimismo “Padre Olallo” (Pobres) cruza a República (Reina) en su principio y es paralela en su final.

Y finalmente tenemos la calle “Bartolomé Masó”, que empieza en “Padre Olallo” y Termina en “Avellaneda”, es decir, esta calle desde su principio hasta su fin es paralela a las dos entre las que está ubicada y entre las que comienza y termina.

Hay desde luego otras calles que tienen algunas de las particularidades mencionadas pero  pensamos que las detalladas  son suficientes ejemplos.

Reproducido del folleto “Camagüey y sus calles” editado por la Dra. María A. Crespí en 1984.

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