Un breve cisma en la Iglesia en Cuba
y la fundación del
Asilo San Juan Nepomuceno
Al derribarse la monarquía
española en la persona de Isabel II, los españoles anduvieron mendigando un
rey que, ante todo, debía responder a los intereses extranjeros para guardar
cierto equilibrio político. Por fin,
gracias a las gestiones del general Prim, se avinieron todos a entregar la monarquía
(1870) a un hijo del rey de Italia, nación entonces insignificante, que se llamó
Amadeo de Saboya.
Rey solidario de la revolución,
miembro de una familia excomulgada por Pío IX y roto el Concordato, Amadeo de
Saboya y los gobernantes laicistas de la época pretendieron disponer del
privilegio que gozaron los reyes españoles desde Fernando e Isabel. Pero esta
designación de los obispos siempre supuso la conformidad de la Santa Sede y las
bulas pontificias que otorgaban la jurisdicción espiritual y la sucesión
apostólica de los obispos.
El Gobierno de Amadeo I
procedió a la presentación de varios sacerdotes para obispos, y la Santa Sede decidió
que no debía acceder a tales presentaciones, negando las bulas
correspondientes.
Entre los presentados estaba incluido
el Pbro. Pedro Llorente. Al mismo tiempo,
habiéndose trasladado a España el legítimo Arzobispo de Santiago, Primo Calvo
López, este dejó al pbro. José Orberá como gobernador eclesiástico. Fallecido
repentinamente el arzobispo Primo Calvo López en la Península, el cabildo metropolitano
eligió a Orberá como vicario capitular,
sede vacante.
Advertido Orberá por Pío IX y
el Nuncio en Madrid de la nulidad de los documentos de Llorente mientras no
presentase las bulas pontificias, se aprestó a la lucha con el intruso, que
arribó a Santiago el 3 de febrero de 1872, pretendiendo tomar posesión, apoyado
por todas las autoridades civiles, fieles al Gobierno de Madrid, pero sin
bulas pontificias.
Esta
circunstancia y el decidido apoyo del Gobierno en sostenerle y darle posesión
del Gobierno Eclesiástico, dividió los ánimos espantosamente y fue muy ruidoso
el rompimiento entre los sacerdotes. Por
esta rebeldía de no aceptar al Arzobispo nominado por el rey, el pbro. José Orberá
y el secretario de la Curia, pbro. Circaco
Sancha y Hervás, fueron encausados por las autoridades civiles españolas y
sufrieron prisión en el castillo del Morro de Santiago de Cuba.
Se
puede leer en la Historia Documentada
por el P. Juan M. Sola sj, Madrid 1914, que “quedaban todavía tres o cuatro
sacerdotes fieles al legítimo gobernador eclesiástico, que era el P. Orberá,
preso con sus vicarios, lo cual era un pequeño consuelo para los fieles; pero
como era una protesta viva para el cismático, no pasó mucho tiempo para que las
autoridades civiles, a petición de Llorente, les pusiera en las manos el pasaporte
para salir de Santiago”.
Puerto
Príncipe se distinguió por su fidelidad a la Santa Sede. Todo el clero le
permaneció fiel. El Vicario eclesiástico, Ceferino Silva y el párroco de
Nuevitas, Benigno López, dieron muestras especiales de valor frente a las
presiones. El cismático Llorente envió a Puerto Príncipe un nuevo vicario,
Valentín Pastor, quien hizo un llamamiento a los fieles en el periódico El Fanal. Le rebatieron abiertamente 18
sacerdotes, e incluso el sacerdote patriota cubano Ricardo Arteaga Montejo,
quien había tenido diferencias con Orberá por su rancio españolismo, tomó su
defensa. Un numeroso grupo de señoras de Puerto Príncipe presentó una petición al
Capitán General contra el intruso.
Con
la caída de Amadeo I (1873) la situación se fue haciendo cada vez más difícil
para Llorente. La Santa Sede expidió la excomunión contra el arzobispo
cismático y sus colaboradores y el vicario Orberá ordenó que tal declaración se
transcribiera en todos los libros parroquiales de la arquidiócesis. En Puerto
Príncipe sólo incurrió en excomunión el
notario eclesiástico, un seglar.
Ligado
en cierto sentido al Cisma de Cuba estuvo la fundación del Asilo San Juan Nepomuceno
porque el Canónigo Ciriaco Sancha tuvo parte importante en el desarrollo de la
oposición al cisma y en la vida del asilo.
En
realidad, el asilo había sido fundado el 14 de mayo de 1867 por doña Josefa
Betancourt, viuda de Recio, quien nombró patrono vitalicio y capellán al Pbro.
Félix Riverol, el cual desempeñó su oficio con todo celo hasta que le fue
imposible hacerlo al perder la visión.
Por
los mismos años, en 1872 el Canónigo
Sancha trajo a Puerto Príncipe las religiosas de una Orden por él fundada, que
entonces se llamaban Hermanitas de los Pobres y hoy se denominan Hermanas de la
Caridad del Cardenal Sancha (Sancha llegó a ser cardenal en España). Las religiosas del Cardenal Sancha erigieron
un asilo con el nombre de Santa María localizado en la Calle Mayor, Nº 53, pero
en 1874, cerraron ese asilo para tomar la dirección del de San Juan Nepomuceno al
cesar por motivos de salud el P. Riverol. Con el tiempo, allí tuvo su sede la
Casa General de esta congregación.
Fuentes:
El Camagüeyano, 24 Aniversario, Dra. María Antonia Crespí, Miami Oct 1966
http://somos.vicencianos.org
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