28 de septiembre de 2013

Un breve cisma de la Iglesia en Cuba y la fundación del Asilo San Juan Nepomuceno


Un breve cisma en la Iglesia en Cuba
y la fundación del
Asilo San Juan Nepomuceno

 
Al derribarse la monarquía española en la persona de Isabel II, los españoles anduvieron mendi­gando un rey que, ante todo, debía responder a los intereses extranjeros para guardar cierto equilibrio político.  Por fin, gracias a las gestiones del general Prim, se avinieron todos a entregar la monarquía (1870) a un hijo del rey de Italia, nación entonces insignificante, que se llamó Amadeo de Saboya.  

Rey solidario de la revolución, miembro de una familia excomulgada por Pío IX y roto el Concordato, Amadeo de Saboya y los go­bernantes laicistas de la época pretendieron disponer del privilegio que gozaron los reyes españoles desde Fernando e Isabel. Pero esta designación de los obispos siempre supuso la conformidad de la Santa Sede y las bulas pontificias que otorgaban la jurisdicción espiritual y la sucesión apostólica de los obispos.

El Gobierno de Amadeo I procedió a la presentación de varios sacer­dotes para obispos, y la Santa Sede decidió que no debía acceder a tales pre­sentaciones, negando las bulas correspondientes.

Entre los presentados estaba incluido el Pbro. Pedro Llorente.  Al mismo tiempo, habiéndose trasladado a España el legítimo Arzobispo de Santiago, Primo Calvo López, este dejó al pbro. José Orberá como gobernador eclesiástico. Fallecido repentinamente el arzobispo Primo Calvo López en la Península, el cabildo metropolitano  eligió a Orberá como vicario capitular, sede vacante.

Advertido Orberá por Pío IX y el Nuncio en Madrid de la nulidad de los documentos de Llorente mientras no presentase las bulas pontifi­cias, se aprestó a la lucha con el intruso, que arribó a Santiago el 3 de febrero de 1872, pretendiendo tomar posesión, apoyado por todas las au­toridades civiles, fieles al Gobierno de Madrid, pero sin bulas pontificias.

Esta circunstancia y el decidido apoyo del Gobierno en sostenerle y darle posesión del Gobierno Eclesiástico, dividió los ánimos espantosa­mente y fue muy ruidoso el rompimiento entre los sacerdotes.  Por esta rebeldía de no aceptar al Arzobispo nominado por el rey, el pbro. José Orberá y el secretario de la Curia,  pbro. Circaco Sancha y Hervás, fueron encausados por las autoridades civiles españolas y sufrieron prisión en el castillo del Morro de Santiago de Cuba.

Se puede leer en la Historia Documentada por el P. Juan M. Sola sj, Madrid 1914, que “quedaban todavía tres o cuatro sacerdotes fieles al legítimo gobernador eclesiástico, que era el P. Orberá, preso con sus vicarios, lo cual era un pequeño consuelo para los fieles; pero como era una protesta viva para el cismático, no pasó mucho tiempo para que las autoridades civiles, a petición de Llorente, les pusiera en las manos el pasaporte para  salir de Santiago”.

Puerto Príncipe se distinguió por su fidelidad a la Santa Sede. Todo el clero le permaneció fiel. El Vicario eclesiástico, Ceferino Silva y el párroco de Nuevitas, Benigno López, dieron muestras especiales de valor frente a las presiones. El cismático Llorente envió a Puerto Príncipe un nuevo vicario, Valentín Pastor, quien hizo un llamamiento a los fieles en el periódico El Fanal. Le rebatieron abiertamente 18 sacerdotes, e incluso el sacerdote patriota cubano Ricardo Arteaga Montejo, quien había tenido diferencias con Orberá por su rancio españolismo, tomó su defensa. Un numeroso grupo de señoras de Puerto Príncipe presentó una petición al Capitán General contra el intruso.

Con la caída de Amadeo I (1873) la situación se fue haciendo cada vez más difícil para Llorente. La Santa Sede expidió la excomunión contra el arzobispo cismático y sus colaboradores y el vicario Orberá ordenó que tal declaración se transcribiera en todos los libros parroquiales de la arquidiócesis. En Puerto Príncipe sólo incurrió en excomunión  el notario eclesiástico, un seglar.

Ligado en cierto sentido al Cisma de Cuba estuvo la fundación del Asilo San Juan Nepomuceno porque el Canónigo Ciriaco Sancha tuvo parte importante en el desarrollo de la oposición al cisma y en la vida del asilo.

En realidad, el asilo había sido fundado el 14 de mayo de 1867 por doña Josefa Betancourt, viuda de Recio, quien nombró patrono vitalicio y capellán al Pbro. Félix Riverol, el cual desempeñó su oficio con todo celo hasta que le fue imposible hacerlo al perder la visión.  

Por los mismos años, en 1872  el Canónigo Sancha trajo a Puerto Príncipe las religiosas de una Orden por él fundada, que entonces se llamaban Hermanitas de los Pobres y hoy se denominan Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha (Sancha llegó a ser cardenal en España).  Las religiosas del Cardenal Sancha erigieron un asilo con el nombre de Santa María localizado en la Calle Mayor, Nº 53, pero en 1874, cerraron ese asilo para tomar la dirección del de San Juan Nepomuceno al cesar por motivos de salud el P. Riverol. Con el tiempo, allí tuvo su sede la Casa General de esta congregación.

Fuentes: El Camagüeyano, 24 Aniversario, Dra. María Antonia Crespí, Miami Oct 1966
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