Los avatares de
La numeración de las calles
en Camagüey
Miguel A. Rivas Agüero
La numeración de las calles en Camagüey es asunto que no nos es
dable precisar cuándo tuvo inicio, pues nada nos dice al respecto nuestro
máximo historiador Juan Torres Lasquetti y, además, las Actas Capitulares mas
antiguas que se conservan comienzan en mil setecientos setenta y cuatro (1774).
En una fecha no precisada, pero anterior al 23 de octubre de
1812, la numeración de las casas no era como normalmente se usa, por nones en
una acera y pares en la otra, o cada calle con numeración propia, sino que se
numeraron todas las casas de la población por orden correlativo y por ello es
que había casas en las calles, o callejones de una o dos cuadras de longitud,
cuyos números se componían de cuatro guarismos.
Decimos que esta numeración fue anterior a la fecha señalada porque
según acta del Cabildo principeño, al designar Comisarios de Barrio para los
seis Cuarteles en que estaba dividida la Villa y delimitar dichos cuarteles, lo hace indicando:
“El de San Ramón se
extiende desde la esquina casa número 317 hasta la 1827; el de la Soledad, de la esquina de la casa
número 256 hasta la 1468; el de Santa Ana,
de la esquina casa número 257 hasta la 1828; y el de Pueblo Nuevo, desde la
esquina casa número 318 hasta la 1537”.
En cuanto a los otros dos cuarteles, San Juan de Dios y San
Francisco, se decía que su numeración no estaba arreglada, como tampoco
tituladas las calles. En iguales condiciones estaba el Barrio de la Caridad,
considerado aparte de los seis cuarteles mencionados.
En este estado siguieron las cosas hasta que en marzo 4 de 1823,
el Ayuntamiento comisionó al Regidor don Francisco Betancourt Gutiérrez para
que propusiera lo conducente a regular la numeración de las casas de la
población. El Ayuntamiento aprobó el día 11 de marzo el plan presentado por el
Comisionado, a fin de que la numeración de las casas se hiciera por calles y de
Norte a sur y de Este a Oeste, y a cuyo efecto se colocaría a cada casa una
tablilla de madera de una cuarta de ancho por una de alto con el número pintado
en ellas, así como otras tablillas de tamaño proporcionado para los nombres de
las calles, que se colocarían en cada esquina.
De las tablillas numeradas se mandaron hacer cuatro mil, y doscientas para los
nombres de las calles, ajustadas con el carpintero a custro pesos el ciento y,
para la pintura de los números, medio real las chicas y un real las grandes
según el ajuste con el pintor, cobrándose al dueño de la casa 1½ real por su número para
cubrir los gastos de clavos y de su colocación.
El trabajo, en conjunto se contrató a Francisco María Santos, autorizándolo
el Ayuntamiento para que cobrara directamente el real y medio al dueño de la casa.
Según se deduce del acta citada, esta contratación que se hizo a
Santos fue la primera que se realizó por medio de tablillas, pues el Comisionado
Betancourt, en su informe al Cabildo, hizo costar que era tal la
desorganización que había en la
numeración de las casas, que algunas
tenían dos o tres números “pintados en la pared o en la puerta de la calle”.
No obstante el adelanto que ya significaba la numeración propuesta
por el citado Comisionado, tan pronto como el contratista Santos empezó a colocar tablillas tuvo que suspender el
trabajo ya que el propio Comisionado el 17 de abril informaba al Cabildo que: “Al
pretender el contratista Santos cobrar el real y medio convenido a los dueños
de las casas, en vez de recibir su estipendio le pagaban con palabras injuriosas”.
Esta numeración, por consiguiente, fue abandonada.
Y pasaron los años hasta llegar al de 1839, en que el
Ayuntamiento, en sesión del 12 de julio, trató nuevamente de la numeración de
las casas y aceptó la oferta hecha por Domingo García, quien se
comprometió a suministrar y colocar las “tarjetas
de tabla, pintadas” para los números y los nombres. Se acordó que la numeración
fuera por calles con los nones a la izquierda y los pares a la derecha,
principiando la numeración en el puente de la Caridad y siguiendo la línea del
río Hatibonico”, añadiendo que dicha numeración debía principiar por donde no
podría crecer la calle, y que por donde pudiera aumentarse se procediera de
derecha a izquierda.
Este trabajo fue terminado según Acta del 3 de octubre del
propio año. Al contratista García le abonó
el Ayuntamiento los ciento cincuenta pesos importe de la contrata, es decir, fue el Ayuntamiento el que pagó esta primera
numeración general de las casas de la ya ciudad.
Transcurrieron solo seis años y se volvió a tratar por el
Ayuntamiento sobre la numeración de las casas para considerar la propuesta hecha
por Enrique Holden, de La Habana, quien
ofrecía numerar las casas y colocar los nombres de las calles en las esquinas
en igual forma que lo acababa de hacer en La Habana y, al precio de siete
reales fuertes, el número a fijar en cada casa, y gratis el nombre de la calle y
el número que también habría de ser fijado en cada manzana. Las tres tarjas serían
de hierro fundido, y su costo se incrementaba en un real adicional por el
transporte desde La Habana a Camagüey.
En esta oportunidad, el Ayuntamiento procedió a efectuar un minucioso
estudio del asunto, por el que se comprobó que había en la ciudad 78 calles,
105 casas de altos, 2,180 de una planta, 1,025 colgadizos, 124 casas de tierra
(embarrado) y 42 de yaguas, o sea, un total de 3,476 edificaciones a las que se
añadían 160 solares tapiados y 652 sin tapiar.
El Barrio de la Caridad, siempre considerado como algo aparte de la
ciudad, tenía una casa de altos y 198 de una planta, no contándose los solares.
Del conjunto de 78 calles se formaban 680 cuadras o esquinas en
que habrían de ser figurados los nombres respectivos.
La demora causada por el trabajo estadístico realizado por el
Ayuntamiento dio lugar que el proponente Holden reconsiderara su oferta a fin
de año y nuevamente en febrero de 1847, aumentando el precio de las placas con
número a 7½ reales fuertes.
Considerando
el Ayuntamiento la conveniencia de que la numeración de las casas y la rotulación de
las calles y manzanas quedaran hechas de manera permanente utilizando para
ello placas de hierro fundido, firmó contrato con Holden bajo las bases propuestas y lo
autorizó a que cobrara
directamente a los dueños de casa los 7½
reales correspondientes, debiendo realizar todo el trabajo en el plazo de 18
meses, o sea, del 18 de septembre de 1847 al 18 de marzo de 1849.
En esta oportunidad el Ayuntamiento acordó cambiarle el nombre a
algunas calles que, o lo tenían muy ridículos o impropios de una población
culta, según se expresa en el Acta Capitular, aunque en ella no se relacionan
los nombres suprimidos ni los que los sustituyeron, por lo que nos quedamos sin
conocer cuáles fueron los nombres “ridículos” e impropios que tuvieron esas
calles camagüeyanas.
No obstante lo preconizado en el contrato, éste no se cumplió ni
por el Contratista ni por el Ayuntamiento, pues la demora en terminar Holden su
trabajo dio lugar a largas discusiones en que ambos se echaban la culpa por la
demora en la terminación. Todavía en julio de 1851 el Ayuntamiento reclamaba al
contratista la falta de numeración en 175 casas, de roturación en 469 cuadras y
de todas las manzanas, pues a ninguna le había sido colocado el número
correspondiente.
Las exigencias del Ayuntamiento y las propuestas de Holden duraron todavía algunos años mas, pues en 1862 éste pedía al Ayuntamiento información sobre “qué casas y cuadras faltaban por numerar y rotular”, solicitud que reiteró en 1864 al informarles que estaba “deseoso de terminar un negocio que ha sido desastroso para mí”.
Las exigencias del Ayuntamiento y las propuestas de Holden duraron todavía algunos años mas, pues en 1862 éste pedía al Ayuntamiento información sobre “qué casas y cuadras faltaban por numerar y rotular”, solicitud que reiteró en 1864 al informarles que estaba “deseoso de terminar un negocio que ha sido desastroso para mí”.
Parece que el Ayuntamiento no se ocupó mas del asunto pues con
este último escrito de Holden termina el expediente del que he tomado los datos
mencionados.
Conocemos, no obstante lo anterior, que el contratista Holden
falleció sin haber llegado a completar la numeración. Entonces el Ayuntamiento,
que conocía Holden había dejado bienes, pidió autorización a la Superioridad
para establecer la demanda correspondiente contra los herederos, a fin de que
terminaran dicha numeración, pero la superioridad negó la autorización
solicitada y entonces se ordenó, el 10 de febrero de 1866, archivar el
expediente de la numeración de las casas.
El 14 de diciembre de 1872 el Regidor Miguel Puig presentó al
Cabildo un pliego de condiciones para llevar a efecto la numeración de casas y
nombres de calles que faltaban, aunque no se presentaron licitadores, por lo
que el propio Regidor consiguió que el pardo Domingo Gerez Risco se comprometiera
a confeccionar los números y tarjetas de plomo en vez de hierro, cobrando 55
centavos por cada número, lo que el ayuntamiento aprobó. El trabajo se inició el 2 de agosto de 1873 y
se terminó el 11 de julio de 1874. Muchos
vecinos se negaron a satisfacer los 55 centavos al contratista, por lo que el
Ayuntamiento pidió a Santos la lista de los deudores para publicarla en el periódico, llamándolos a que expresaran
los motivos de la negativa. Como ninguno se presentó, el Cabildo acordó pasar la
lista de morosos al Jefe de Policía para que se gestionara el cobro por miembros
de ese Cuerpo. Descocemos el resultado de esa gestión.
Casi un siglo después hubo una nueva numeración para las casas
de nuestra ciudad. Con esta numeración, hecha en 1939, se dieron 50 números a
cada cuadra de cada calle, lo que permite conocer entre qué cuadras de una calle
queda un número determinado. Además quedaron eliminados los números quebrados
que repetidamente se veían en todas las
calles, y con los ¼, ½, y ¾ desaparecieron también las
letras “203A” o “203B”, etc.
Esta última numeración fue pagada por los dueños de casas,
aunque como en las veces anteriores, muchos protestaron y se negaron a satisfacer el costo de dos pesos fijados a cada número, siendo
gratis las placas con los nombres de las calles.
Recogido del folleto “Camagüey y sus calles”,
editado en Miami por la Dra. María Antonia Crespí.
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