Siluetas camagüeyanas:
El Tranvía
Dr. Luis Cruz Ramírez
Tintinea el tranvía rumbo a Bembeta.
Regresará rumbo a Garrido.
Por acá vendrá otro que ha dejado en La Caridad
su carga dominguera.
El mismo tranvía, tintineando, va rumbo a la
Plaza de Méndez, allá, al final de la Vigía.
Es la segunda década del siglo y comienzos de
la tercera.
El conductor, de pie, firme en el venir y venir
interminable, recibe al pasajero con una amable sonrisa.
En las horas del atardecer y en las primeras
horas de la noche, la juventud camagüeyana se da cita en el tranvía. Paseo
barato, alegre y propicio para la charla amiga o amorosera.
Ellas, acodadas en sus ventanas, nos veían
pasar, una y otra vez.
Era la vida provinciana inocentona y feliz.
El amor en ruedas eléctricas. Y los labios, a
veces, imitando el chispear de los troles.
Calle de República hasta Estrada Palma, para
seguir por Cisneros y cruzar el Puente de la Caridad, hasta el final de la
avenida y rodeaba la bonita iglesia para un regreso por la avenida hasta dejar
atrás a Independencia, pasar por La Norma y doblar por Avellaneda hasta su
final: la Estación del Ferrocarril… y luego, la Vigía.
En la Plaza de Las Mercedes se cruzan los tranvías: el que va hacia Bembeta
a través de Padre Valencia y sigue más allá de la Plaza del Cristo, y el que
regresa para intercambiar para la Zambrana allá en San Esteban.
Vuelta en redondo al Norte y al Sur; al Este y
al Oeste.
Paseo para el amor, que ellas y ellos (¿lo
olvidaron?) tomadas las manos, juntos, muy juntos, balanceados por el trepidar
del querido tranvía, nada veían del exterior.
Despertaban de su ensueño cuando el carrito se
detenía y se abrían sus puertas laterales con un ruido chillón.
¡Que así se encontraban y eran felices sobre
ruedas los novios de antaño!
Ahí va Bastida mirando a derecha e izquierda
desde su asiento en el tranvía.
Alguien le grita: ¡Tabaco!, y él se ríe y sigue
mirando.
Pepito Hernández y Gustavo de Ribeaux platican
con sus dos amigas del Instituto.
Jorge Caballero va en el tranvía de Bembeta
acompañado del correctísimo Bejarano.
Tin de la Torre, que vive frente al Parque
Agramonte, baja en la Farmacia de Tomeu.
Mago Quevedo tranvierea tarde y noche. ¿Ve a su nenita desde su asiento en el
pueblerino transporte?
Terina Porro no mira para ninguna parte. Está
concentrada en su libro de Derecho.
Armando Paret va para las clases de Graciliano y
en la Plaza de San Francisco le dan tremendo susto…
Del Colegio “El Porvenir”, del Dr. Rafael Zayas
Bazán, salen “Miniña” Rodríguez, Ramonita del Pino y Morbila Espineta.
Las acompaña Emilio Ballagas que les lee un
soneto.
Tomarán el tranvía para Avellaneda.
Alfredo y Tintín Rodríguez Castillo van hacia
la calle Independencia y desprecian el tranvía para seguir a pie hasta la Vigía.
De la Farmacia de Felín Sánchez Mestril sale Emilito
Pichardo con un tubo de aspirinas.
Manolín Flores y su hermana Mercedes van hablando
de la clase de Historia Natural que les ha brindado el Dr. Biosca.
Lolín Hernández es objeto de las miradas de
todos los viajeros.
Su entrada en el tranvía ha revolucionado el
ambiente. ¡Tanta su belleza!
Yolanda Luarca y Manolín Beyra se miran, se
hacen señas y se cartean.
Mario Rodríguez Castillo, sentado en la parte
trasera, lee una carta de amor… estremecido…
Miguelito Peyrellade se prepara para el baile
del “Club de los Treinta”, en el Roof Garden del Hotel Camagüey.
¡Hotel Camagüey!
Jardines y tinajones en el patio colonial
Escalera hacia el Roof.
Invasión de bellezas. Que han venido todas en
tranvía.
Rolando de Miranda preside el Club.
La orquesta de los hermanos González ameniza el
baile.
Ahí está “Vitico”, sonriente y regalando
melodías.
Fox, One Step, Paso Doble y Valses… ¡Oh los valses..!
La noche ha sido hermosa y, al terminar el
baile… el regreso en tranvía.
Unos, hasta cerca de sus casas.
Otros, hasta la plaza de Mercado, en Cisneros,
al lado del Ayuntamiento: chocolate y bacalaíto.
Los bohemios de entonces charlan hasta el
amanecer
Cuando terminan sus debates sobre Darío y
Gutiérrez Nájera, sobre Julio Flores y Vargas Vila, ya es de día.
Cruza el primer tranvía de la mañana, y lo
asaltan los de la Caridad.
Viene otro y lo toman los de la Vigía.
Se han quedado Luis Pichardo Loret de Mola y Luis
Cruz Ramírez
No necesitan tranvía… Van recitando a duo “La
Musa del Arroyo” de Emilio Carrere:
“Cruzábamos tristemente
las calles llenas de luna,
y el hambre bailaba una
zarabanda en nuestra mente… “
Tintinean los tranvías en el viejo Camagüey.
Del libro “Camagüey
en el Recuerdo” del Dr. Luis Cruz Ramírez.
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