Roban gran parte de la
plata
que recubre el Santo Sepulcro de Camagüey
El Santo Sepulcro de Camagüey, la joya de plata que desde el siglo
XVIII recorría nuestras calles cada año
(salvo los recientes y lamentables lapsos) ha sido vandalizado por personas
hasta el momento desconocidas. El hecho fue descubierto la semana pasada, y no
se tiene conocimiento de cuando fue realizado. Tal vez superada
solamente en popularidad por la leyenda de Dolores Rondón, la historia del
Santo Sepulcro ha sido también motivo de diferentes narraciones, algunas de
ellas más o menos adornadas y coloreadas con tintes de novela romántica. En
unas y otras, las escuetas y las más floridas, queda claro quién fue la persona
que costeó esa joya, así como el motivo que lo condujo a ello, a renunciar a su
fortuna y recluirse en un convento.
Esta Gaceta de Puerto
Príncipe recoge hoy otra mas de esas versiones, ya que con anterioridad
se publicaron en este blog la narración que sobre esta legendaria historia
escribió Dr. Abel Marrero Companioni, y la que compuso una joven estudiante de
nuestro Instituto Provincial en 1944, Ofelia Cabrera Zaldívar.
Primeramente damos paso
a la crónica, que sobre el deleznable hecho del robo perpretado a nuestra más
que emblemática joya, ofrece hoy Joaquín Estrada Montalván en su blog “Gaspar, el Lugareño”
“ El
Santo Sepulcro ha sido nuevamente saqueado, y en esta ocasión el robo ha sido
de mayor cuantía. Esta importante joya ligada a la cultura principeña había
sufrido en el pasado el robo de no pocas campanitas de plata que adornan la
pieza y que son renovadas de cuando en cuando. Además, le habían sustraído una
parte de su enchapado de plata. Por esto motivo el Santo Sepulcro, como medida
de protección, fue trasladado desde su lugar en los altares laterales de la
Iglesia de la Merced, a un lugar seguro bajo llave y fue precisamente en este
sitio donde tuvo lugar el destrozo que se puede apreciar en las fotos.
Llama
la atención que la iglesia local camagüeyana evite pronunciarse sobre este
lamentable suceso. Se tiene conocimiento gracias a las fotos - algunas de ellas
se publican en este post - que han sido enviadas por católicos desde la
diócesis y que circulan en las redes sociales, junto a manifestaciones de
condena y dolor de varios feligreses.
El
Santo Sepulcro está considerado como una de las piezas más valiosas de
orfebrería religiosa cubana. Alrededor de las circunstancias en que fue
construido, se teje el misterio de una de las tantas y hermosas leyendas camagüeyanas.
Se sabe con exactitud que fue fabricado por el joyero mexicano Juan Benítez
Alfonso, en el patio del Convento de la Merced en el año 1762.
Según reportan desde el Camagüey, el despojo
de gran parte del enchapado de plata del Santo Sepulcro no ha sido el único
hecho de este tipo ocurrido recientemente en el templo de La Merced, pues entre
otras fechorías ha desparecido un fresco antiguo relacionado con la historia de
la Orden Mercedaria que atesoraba el emblemático recinto religioso de la ciudad
de las Iglesias. Asimismo, los fieles se quejan del estado actual de abandono
en que se encuentra el que fuera el Convento de la Merced, hoy Casa Pastoral
Diocesana.
Fotos Ileana Sánchez, y del Facebook de Oscar
Góngora
El Santo Sepulcro
Camagüey es una de las primeras villas que se
construyeron en Cuba, y es una de las más ricas en tradiciones y leyendas.
Varias historias se han escrito sobre el Santo Sepulcro de Puerto Príncipe y
los motivos que tuviera el Sacerdote Fray Manuel de la Virgen Agüero al ordenar
a su costa la construcción de esta joya de plata pura, no sólo por su valor
real sino por la interesante tradición que la acompaña aun, a una distancia de
más de doscientos años…
Corría el año 1784 en la Villa de Santa María del
Puerto del Príncipe. Tenía allí su hogar un patriota principeño nombrado Manuel
de Agüero Varona, señor acaudalado de la época, feliz propietario de varias
fincas ganaderas, de trapiches o ingenios para la fabricación de "mascabado",
que así se nombraba nuestra primitiva azúcar, así como de numerosos esclavos.
Estaba casado con Catalina de Bringas y residían la
calle Mayor, hoy Cisneros, en una casa que ya en tiempos de la República ocupó la
Asociación de Detallistas de Camagüey, al lado de las Oficinas de Correos y
Telégrafos. Las cuadras y caballerizas
tenían su salida por la calle Candelaria, luego Independencia.
Un matrimonio de apellido Moya trabajaba en la casa
al servicio del matrimonio Agüero-Bringas, llegando ella a ser ama de llaves de
la familia. Con ellos vivía su hijo. El matrimonio Agüero-Bringas tenía también un hijo y
ambos niños intimaron, jugando y yendo juntos a la escuela. Así fueron
creciendo hasta llegar a la enseñanza superior. Don Manuel decide llevarlos a la recién
estrenada Universidad de La Habana, matriculándose los muchachos en diferentes
materias.
Pasado algún tiempo, una noche, a la hora de la cena,
fueron interrumpidos por el ama de llaves, la madre del joven Moya que, sollozando, casi gritando, decía: «¡Qué
desgracia! … ¡Qué desgracia!…» Al ser cuestionada por don Manuel, que no
comprendía la extraña actitud de la buena mujer, respondió: «Mi hijo acaba de
llegar de La Habana y me narró algo horrendo… que se efectuó un duelo con su
hijo de usted y que tuvo la desgracia de darle muerte a su hijo de usted».
Siguió explicando que a los cortos meses de estar en
La Habana les fue presentada una joven de la que ambos se enamoraron. La
jovencita no se decidía por ninguno de los dos, por lo que acordaron un duelo a
muerte para disputarse el amor de la muchacha.
Don Manuel, sereno, estoico, se levantó de su sillón,
se dirigió a su habitación y regresó con una bolsa con onzas de oro, y la
entregó a la madre, que arrodillada lloraba inconsolable, al tiempo que le
dice: «Dale a tu hijo y dile que coja de
la caballeriza mi caballo negro, y que se vaya lejos, muy lejos, donde yo no lo
pueda encontrar más nunca». Así salió Moya dejando dolor y angustias detrás de
sí. Las riquezas y los cargos públicos
ocupados por Manuel, como Alcalde Ordinario, Capitán de Milicias, Sargento Mayor
de la Plaza, equivalente a Coronel de la misma, nada significaban ante tanto
dolor.
Antes de un año dejó de existir doña Catalina,
agobiada por el dolor. Esta nueva
desgracia decidió a don Manuel a liquidar sus propiedades, que poco a poco fue
vendiendo. Cuando ya se había deshecho
de todas ellas, don Manuel solicitó ingreso como Hermano Mercedario en el cercano
convento de la Orden de la Merced, vistiendo un modesto traje de pobreza. A través de la oración y el sosiego buscaba la
resignación cristiana.
Pasado cierto tiempo, se le admitió como integrante
de la Orden Mercedaria con el nombre de Fray Manuel de la Virgen, en honor a la
Virgen de las Mercedes, de la que siempre había sido devoto, vistiendo el
hábito blanco de dicha Orden .
Entonces Fray Manuel mandó llamar de México a un
artífice platero, Juan Benítez Alfonso y le explicó su deseo de construir un
enorme sepulcro de plata para el Señor, poniendo a su disposición todos los
sacos llenos de discos de plata mejicana que tenía, y que según algunos
historiadores ascendían a $25,000, para de esa forma perpetuar la memoria de su
hijo asesinado.
El platero comenzó a fundir los lingotes en los
mismos terrenos del convento. Los laminaba en primitivos aparatos que se movían
por dos ruedas manejadas por cuatro esclavos, y luego los martillaba a mano
para ir formando las placas que forraban la gran armazón de caoba que
previamente se había construido. Posteriormente se fundieron las 200 campanillas
que adornaban el sepulcro.
En la base del mismo puede leerse la siguiente
inscripción:
"SIENDO COMENDADOR DEL R.P. MANUEL DE LA VIRGEN
AGÜERO, S.V. ARTIFECE Dn. JUAN BENÍTEZ ALFONSO, Año de 1762"
El sepulcro, rematado
por una magnifica cruz de plata, tiene
un peso de más de 500 libras, mide dos metros en su base, un ancho de 80
centímetros y una altura de metro y medio. Es una obra de acabada orfebrería.
Cada Viernes Santo es llevado por las calles de
Camagüey desde la Iglesiade la merced hacia La Catedral, (procesión del Santo Entierro)
de donde sale el Domingo de Resurrección para regresar a la Iglesia de la
Merced (procesión del Santo Encuentro).
Con el transcurso de los años, devotos,
coleccionistas y turistas se fueron llevando las campanillas de plata que
poseía el sepulcro, lo que motivó que los camagüeyanos costearan, de su peculio
particular, la fundición de nuevas
campanillas para remplazar las faltantes.
En un principio los antiguos esclavos de don Manuel
cargaban el sepulcro en sus hombros por las calles camagüeyanas en ambas
procesiones. En la noche del Viernes Santo y en medio del silencio respetuoso
de los acompañantes, se dejaba oír el rítmico tintineo de las campanillas marcado
por el acompasado movimiento de los costaleros.
En los primeros tiempos cada Viernes Santo la
procesión salía a las 7 p.m. de Ia lglesia de La Merced por la calle Soledad (Estrada Palma) hasta
Pobres (Padre Olallo) y por dicha calle hasta la calle Mayor, para recogerse en
la Iglesia Catedral. La imagen de maría seguía hasta La Merced. Años más tarde
este recorrido fue modificado, saliendo a las 8 p.m. y acortando el recorrido. En lugar de seguir por Soledad hasta Pobres,
la procesión doblaba por Avellaneda hasta llegar a la antigua Plaza de San
Francisco y tomar la calle Luaces hasta la Catedral.
En la mañana del Domingo de Resurrección el Santo
Sepulcro salía de la Catedral llevando en su parte superior la imagen del
resucitado, de pie, adornado de un valioso manto de púrpura y oro. Era la
procesión “del Encuentro”. En efecto, a la altura de la centenaria sociedad “Liceo”
se encontraba con la imagen de la Virgen María y se verificaba el “saludo” de La Madre y el
Hijo, haciendo ambas figuras un ligero movimiento producido por la inclinación
de los costaleros. Luego seguían juntos hasta el Convento-Iglesia de La Merced.
Varios años después del fallecimiento de Fray Manuel
de la Virgen, ocurrido el 22 de Mayo de 1794, algunos de sus descendientes
establecieron una reclamación judicial sobre su herencia. El litigio duró más
de 50 años dado que esos asuntos debían resolverse en el Tribunal Supremo de
Madrid, así como debido también a la Guerra de los Diez Años. Durante ese
tiempo el sepulcro no se guardó en la iglesia, sino que quedaba depositado en
una casa de la calle San Ramón y Astilleros, hoy Ángel Castillo, residencia de
una familia de apellido Agüero. Desde allí, año tras año, era llevado al
Convento mercedario para realizar la Procesión del Santo Entierro y el lunes
era devuelto al citado domicilio de los Agüero. Con el
advenimiento de la República y de acuerdo con el Tratado de Paris y acuerdos
posteriores entre España y los Estados Unidos de América, se dispuso que todas
las propiedades del Estado Español de índole religioso pasaran a la Iglesia
Católica y se supone que entre esas
propiedades estaba la del Santo Sepulcro.
Camagüey,
Agosto de 1955. M.C. González.
Reproducido
de la revista "El Camagüeyano", Miami, Oct. 1990.
3 comentarios:
Solo quiero preguntar si anoche se hizo la procesión del Santo Entierro, sin el Santo Sepulcro que ya sabemos que fue destrozado el año pasado y que por ese motivo no es posible sacarlo.
Gracias
Hasta el momento, estimado lector, no he tenido noticia alguna si salió anoche en Camagüey la procesion del Santo Entierro. Si decidieron sacarla en el estado en se encuentra el sepulcro, para escarnio de todos, y se publican fotos, con toda seguridad se publicaran también en este blog. Muchas gracias por su interés.
Gracias por las fotos del Santo Entierro de este año con lo que queda del Santo Sepulcro. Tiene Ud razón es un escarnio para todos particularmente aquellos que debían cuidarlo como se hizo por espacio de 252 años. ¿Perderá Camagüey su designación como Patrimonio de la Humanidad por ello? Esto ha sido un vandalismo sacrílego al patrimonio de la ciudad.
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