8 de noviembre de 2014

Roban gran parte de la plata que recubre el Santo Sepulcro de Camagüey.

 
Roban gran parte  de la plata
que recubre el Santo Sepulcro de Camagüey

 
El Santo Sepulcro de Camagüey, la joya de plata que desde el siglo XVIII recorría  nuestras calles cada año (salvo los recientes y lamentables lapsos) ha sido vandalizado por personas hasta el momento desconocidas. El hecho fue descubierto la semana pasada, y no se tiene conocimiento de cuando fue realizado.  Tal vez superada solamente en popularidad por la leyenda de Dolores Rondón, la historia del Santo Sepulcro ha sido también motivo de diferentes narraciones, algunas de ellas más o menos adornadas y coloreadas con tintes de novela romántica. En unas y otras, las escuetas y las más floridas, queda claro quién fue la persona que costeó esa joya, así como el motivo que lo condujo a ello, a renunciar a su fortuna y  recluirse en un convento.  

Esta Gaceta de Puerto Príncipe recoge hoy otra mas de esas versiones,  ya que con anterioridad se publicaron en este blog la narración que sobre esta legendaria historia escribió Dr. Abel Marrero Companioni, y la que compuso una joven estudiante de nuestro Instituto Provincial en 1944, Ofelia Cabrera Zaldívar.

Primeramente damos paso a la crónica, que sobre el deleznable hecho del robo perpretado a nuestra más que emblemática joya, ofrece hoy Joaquín Estrada Montalván  en su blog “Gaspar, el Lugareño”


 
El Santo Sepulcro ha sido nuevamente saqueado, y en esta ocasión el robo ha sido de mayor cuantía. Esta importante joya ligada a la cultura principeña había sufrido en el pasado el robo de no pocas campanitas de plata que adornan la pieza y que son renovadas de cuando en cuando. Además, le habían sustraído una parte de su enchapado de plata. Por esto motivo el Santo Sepulcro, como medida de protección, fue trasladado desde su lugar en los altares laterales de la Iglesia de la Merced, a un lugar seguro bajo llave y fue precisamente en este sitio donde tuvo lugar el destrozo que se puede apreciar en las fotos.

Llama la atención que la iglesia local camagüeyana evite pronunciarse sobre este lamentable suceso. Se tiene conocimiento gracias a las fotos - algunas de ellas se publican en este post - que han sido enviadas por católicos desde la diócesis y que circulan en las redes sociales, junto a  manifestaciones de condena y dolor de varios feligreses.

El Santo Sepulcro está considerado como una de las piezas más valiosas de orfebrería religiosa cubana. Alrededor de las circunstancias en que fue construido, se teje el misterio de una de las tantas y hermosas leyendas camagüeyanas. Se sabe con exactitud que fue fabricado por el joyero mexicano Juan Benítez Alfonso, en el patio del Convento de la Merced en el año 1762.

 Según reportan desde el Camagüey, el despojo de gran parte del enchapado de plata del Santo Sepulcro no ha sido el único hecho de este tipo ocurrido recientemente en el templo de La Merced, pues entre otras fechorías ha desparecido un fresco antiguo relacionado con la historia de la Orden Mercedaria que atesoraba el emblemático recinto religioso de la ciudad de las Iglesias. Asimismo, los fieles se quejan del estado actual de abandono en que se encuentra el que fuera el Convento de la Merced, hoy Casa Pastoral Diocesana.   

Fotos Ileana Sánchez, y del Facebook de Oscar Góngora

El Santo Sepulcro

Camagüey es una de las primeras villas que se construyeron en Cuba, y es una de las más ricas en tradiciones y leyendas. Varias historias se han escrito sobre el Santo Sepulcro de Puerto Príncipe y los motivos que tuviera el Sacerdote Fray Manuel de la Virgen Agüero al ordenar a su costa la construcción de esta joya de plata pura, no sólo por su valor real sino por la interesante tradición que la acompaña aun, a una distancia de más de doscientos años…

Corría el año 1784 en la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. Tenía allí su hogar un patriota principeño nombrado Manuel de Agüero Varona, señor acaudalado de la época, feliz propietario de varias fincas ganaderas, de trapiches o ingenios para la fabricación de "mascabado", que así se nombraba nuestra primitiva azúcar, así como de numerosos esclavos.

Estaba casado con Catalina de Bringas y residían la calle Mayor, hoy Cisneros, en una casa que ya en tiempos de la República ocupó la Asociación de Detallistas de Camagüey, al lado de las Oficinas de Correos y Telégrafos.  Las cuadras y caballerizas tenían su salida por la calle Candelaria, luego Independencia.

Un matrimonio de apellido Moya trabajaba en la casa al servicio del matrimonio Agüero-Bringas, llegando ella a ser ama de llaves de la familia. Con ellos vivía su hijo. El matrimonio Agüero-Bringas tenía también un hijo y ambos niños intimaron, jugando y yendo juntos a la escuela. Así fueron creciendo hasta llegar a la enseñanza superior.  Don Manuel decide llevarlos a la recién estrenada Universidad de La Habana, matriculándose los muchachos en diferentes materias.    

Pasado algún tiempo, una noche, a la hora de la cena, fueron interrumpidos por el ama de llaves, la madre del joven Moya que,  sollozando, casi gritando, decía: «¡Qué desgracia! … ¡Qué desgracia!…» Al ser cuestionada por don Manuel, que no comprendía la extraña actitud de la buena mujer, respondió: «Mi hijo acaba de llegar de La Habana y me narró algo horrendo… que se efectuó un duelo con su hijo de usted y que tuvo la desgracia de darle muerte a su hijo de usted». 

Siguió explicando que a los cortos meses de estar en La Habana les fue presentada una joven de la que ambos se enamoraron. La jovencita no se decidía por ninguno de los dos, por lo que acordaron un duelo a muerte para disputarse el amor de la muchacha.

Don Manuel, sereno, estoico, se levantó de su sillón, se dirigió a su habitación y regresó con una bolsa con onzas de oro, y la entregó a la madre, que arrodillada lloraba inconsolable, al tiempo que le dice:  «Dale a tu hijo y dile que coja de la caballeriza mi caballo negro, y que se vaya lejos, muy lejos, donde yo no lo pueda encontrar más nunca». Así salió Moya dejando dolor y angustias detrás de sí.  Las riquezas y los cargos públicos ocupados por Manuel, como Alcalde Ordinario, Capitán de Milicias, Sargento Mayor de la Plaza, equivalente a Coronel de la misma, nada significaban ante tanto dolor.

Antes de un año dejó de existir doña Catalina, agobiada por el dolor.  Esta nueva desgracia decidió a don Manuel a liquidar sus propiedades, que poco a poco fue vendiendo.  Cuando ya se había deshecho de todas ellas, don Manuel solicitó ingreso como Hermano Mercedario en el cercano convento de la Orden de la Merced, vistiendo un modesto traje de pobreza.  A través de la oración y el sosiego buscaba la resignación cristiana.

Pasado cierto tiempo, se le admitió como integrante de la Orden Mercedaria con el nombre de Fray Manuel de la Virgen, en honor a la Virgen de las Mercedes, de la que siempre había sido devoto, vistiendo el hábito blanco de dicha Orden .   

Entonces Fray Manuel mandó llamar de México a un artífice platero, Juan Benítez Alfonso y le explicó su deseo de construir un enorme sepulcro de plata para el Señor, poniendo a su disposición todos los sacos llenos de discos de plata mejicana que tenía, y que según algunos historiadores ascendían a $25,000, para de esa forma perpetuar la memoria de su hijo asesinado.

El platero comenzó a fundir los lingotes en los mismos terrenos del convento. Los laminaba en primitivos aparatos que se movían por dos ruedas manejadas por cuatro esclavos, y luego los martillaba a mano para ir formando las placas que forraban la gran armazón de caoba que previamente se había construido. Posteriormente se fundieron las 200 campanillas que adornaban el sepulcro.   

En la base del mismo puede leerse la siguiente inscripción:

"SIENDO COMENDADOR DEL R.P. MANUEL DE LA VIRGEN AGÜERO, S.V. ARTIFECE Dn. JUAN BENÍTEZ ALFONSO, Año de 1762"

 El sepulcro, rematado por  una magnifica cruz de plata, tiene un peso de más de 500 libras, mide dos metros en su base, un ancho de 80 centímetros y una altura de metro y medio. Es una obra de acabada orfebrería.

Cada Viernes Santo es llevado por las calles de Camagüey desde la Iglesiade la merced hacia La Catedral, (procesión del Santo Entierro) de donde sale el Domingo de Resurrección para regresar a la Iglesia de la Merced (procesión del Santo Encuentro).

Con el transcurso de los años, devotos, coleccionistas y turistas se fueron llevando las campanillas de plata que poseía el sepulcro, lo que motivó que los camagüeyanos costearan, de su peculio particular,  la fundición de nuevas campanillas para remplazar las faltantes.

En un principio los antiguos esclavos de don Manuel cargaban el sepulcro en sus hombros por las calles camagüeyanas en ambas procesiones. En la noche del Viernes Santo y en medio del silencio respetuoso de los acompañantes, se dejaba oír el rítmico tintineo de las campanillas marcado por el acompasado movimiento de los costaleros. 

En los primeros tiempos cada Viernes Santo la procesión salía a las 7 p.m. de Ia lglesia de La Merced  por la calle Soledad (Estrada Palma) hasta Pobres (Padre Olallo) y por dicha calle hasta la calle Mayor, para recogerse en la Iglesia Catedral. La imagen de maría seguía hasta La Merced. Años más tarde este recorrido fue modificado, saliendo a las 8 p.m. y acortando el recorrido.  En lugar de seguir por Soledad hasta Pobres, la procesión doblaba por Avellaneda hasta llegar a la antigua Plaza de San Francisco y tomar la calle Luaces hasta la Catedral.

En la mañana del Domingo de Resurrección el Santo Sepulcro salía de la Catedral llevando en su parte superior la imagen del resucitado, de pie, adornado de un valioso manto de púrpura y oro. Era la procesión “del Encuentro”. En efecto, a la altura de la centenaria sociedad “Liceo” se encontraba con la imagen de la Virgen María  y se verificaba el “saludo” de La Madre y el Hijo, haciendo ambas figuras un ligero movimiento producido por la inclinación de los costaleros. Luego seguían juntos hasta el Convento-Iglesia de La Merced.  

Varios años después del fallecimiento de Fray Manuel de la Virgen, ocurrido el 22 de Mayo de 1794, algunos de sus descendientes establecieron una reclamación judicial sobre su herencia. El litigio duró más de 50 años dado que esos asuntos debían resolverse en el Tribunal Supremo de Madrid, así como debido también a la Guerra de los Diez Años. Durante ese tiempo el sepulcro no se guardó en la iglesia, sino que quedaba depositado en una casa de la calle San Ramón y Astilleros, hoy Ángel Castillo, residencia de una familia de apellido Agüero. Desde allí, año tras año, era llevado al Convento mercedario para realizar la Procesión del Santo Entierro y el lunes era devuelto al citado domicilio de los Agüero. Con el advenimiento de la República y de acuerdo con el Tratado de Paris y acuerdos posteriores entre España y los Estados Unidos de América, se dispuso que todas las propiedades del Estado Español de índole religioso pasaran a la Iglesia Católica y se supone  que entre esas propiedades estaba la del Santo Sepulcro.

 Camagüey, Agosto de 1955. M.C. González.
Reproducido de la revista "El Camagüeyano", Miami, Oct. 1990.

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo quiero preguntar si anoche se hizo la procesión del Santo Entierro, sin el Santo Sepulcro que ya sabemos que fue destrozado el año pasado y que por ese motivo no es posible sacarlo.
Gracias

Ana Dolores García dijo...

Hasta el momento, estimado lector, no he tenido noticia alguna si salió anoche en Camagüey la procesion del Santo Entierro. Si decidieron sacarla en el estado en se encuentra el sepulcro, para escarnio de todos, y se publican fotos, con toda seguridad se publicaran también en este blog. Muchas gracias por su interés.

Anónimo dijo...

Gracias por las fotos del Santo Entierro de este año con lo que queda del Santo Sepulcro. Tiene Ud razón es un escarnio para todos particularmente aquellos que debían cuidarlo como se hizo por espacio de 252 años. ¿Perderá Camagüey su designación como Patrimonio de la Humanidad por ello? Esto ha sido un vandalismo sacrílego al patrimonio de la ciudad.