13 de febrero de 2017

MI PARROQUIA

 
Mi parroquia

P. José A. Sarduy Marrero

En mi pueblo hay muchas iglesias, pero ninguna como mi parroquia. Mi parroquia es la vieja amiga de los años idos, el hogar común del dolor presente, y el consuelo del futuro incierto.

Mi parroquia: La Soledad. A la Virgen que, tras dejar el cadáver de su Hijo en el sepulcro, viene sola, aunque estén con Ella Juan y las otras Marías; sola por la ausencia de Él. A Ella está dedicada mi parroquia. Un testimonio de la eternidad en medio de mi pueblo creciente y mutante.

En medio de los ruidos citadinos se yergue sola, descolorida, con sus puertas siempre abiertas al que cruza de prisa: una invitación a la oración, al amor, al encuentro casual con Jesús.

Allí, en la Plaza de La soledad y junto a ella, se cruzan los caminos de la tierra y del cielo. Todo Camagüey converge en ese punto: se cruzan las calles de la ciudad del hombre y los caminos que llevan a la ciudad de Dios. Se vuelcan los detritos de la ciudad, las materias quemadas en el fragor de la lucha diaria y, como de un corazón amante, fluyen por la calles de mi pueblo los dones del Señor. Ella es el corazón de mi pueblo, no deja de latir, no puede.

Mi parroquia es una iglesia colonial del siglo XVIII con sus enormes contrafuertes y sus desnudos ladrillos, con sus colores barrocos en el interior y sus multiplicadas imágenes con sabor de pueblo, de oración solitaria, hecha de prisa, cuando se entra un momento.

A su alrededor pasan miles, indiferentes, siempre apurados, junto a sus puertas, y a la sombra de sus muros altos, conversan los desocupados o los que siempre esperan, gritan los vendedores callejeros y suplican anhelantes los mendigos.

Y Ella siempre allá, en su hornacina de cristal en lo alto del retablo, María, y su nombre esculpido en la torre a la que un viento fuerte arrancó la cruz.

Mi parroquia es vieja, una vieja carcomida por los años, arrugada en su soledad en medio de todos. Pero mi parroquia vive. En sus entrañas late el Verbo Eterno y su voz siempre joven lo pregona cada día. Su voz que reconocería lejos y en el tumulto callejero. Voz que despierta corazones dormidos, promesa y alegría de cada mañana. Voz que habla el lenguaje común de los hijos de Dios y de María, lenguaje de dolor y alegría, lenguaje de clamor y de llamada, de amor y de esperanza. Lenguaje eterno de campanas.

 

2 comentarios:

Kranky Sweet dijo...

Muy bonita es tu Parroquia! :) Saludos

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Ana Dolores García dijo...

¡Gracias por su comentario!