10 de febrero de 2015

Los Sabatés


Siluetas familiares camagüeyanas
Los Sabatés

Hogar: para el hombre como para el pájaro,
el mundo tiene muchos sitios donde posarse,
pero nidos solamente uno.
Con el dinero se puede fundar una casa espléndida,
pero no una familia dichosa.
O. H. Holmes
Por Luis Cruz Ramírez

Imposible hablar de los Sabatés sin evocar aquella figura en tono gris, amable y caballeroso: don José Sabatés Forjas.
Y sin que el recuerdo nos traiga en sus alas la dulce imagen de doña María Belizón de Sabatés.
¡María y José! ¿Un símbolo quizá?
¿Mero paralelismo con las figuras bíblicas, o intención milagrosa venida del cielo?
Toda una bella realidad de la que brotaron los hijos como bendición del Señor.
Ungidos por el Santo Óleo del  más sublime ejemplo.
Para honrar la memoria de José y María.
Y del bello e inolvidable lugar donde nacieron.
Necesitaríamos numerosas páginas de El Camagüeyano para describir la personalidad de cada uno de los Sabatés.
Desde Feliciano a María Cristina.
Ramas de aquel frondoso árbol trasplantado de tierra oriental a tierra camagüeyana.
Flor y fruto abundante.
En calidad y cantidad.
Cuantitativa y cualitativamente.
La familia es el núcleo fundamental de la sociedad.
Dime como es la familia y te diré en qué sociedad vives.
La familia es algo mas que un grupo de personas ligadas por el vínculo de la sangre.
Es comunidad de ideales.
Unión espiritual.
Comunión de amores paterno-filiales.
Interpretación honesta y sincera de derechos y deberes.
Responsabilidad solidaria.
Ante Dios y la patria.
Decía Mirabeau: «Los sentimientos y las costumbres que son base de la felicidad pública se forman en el hogar doméstico».
Posiblemente José y María no leyeron a Mirabeau, ni lo necesitaron.
Porque fue la palabra enérgica, justa y oportuna y a la par cariñosa del padre, y la ternura comprensiva, aconsejadora y consolatoria de la madre, crisol maravilloso en que se fundieron estos vástagos de oro puro.
«La casa paterna es como una Iglesia natural, que rara vez niega un alivio y que prepara el alma a consuelos mayores».
«¡Hogar, cuna y mesa!»
Trípode sobre el cual descansa la educación.
¡Hogar, cuna y mesa, pero santificadas por Dios!
Eso tuvieron los Sabatés por obra y milagro de José y María.
¡Calle de República casi esquina a Estrada Palma!
Un día cualquiera de cualquier década antes de aquello.
Tránsito obligado de camagüeyanos.
Y allí los Sabatés.
Joyería y Optometría.
Adolescentes que van haciéndose adultos bajo la mirada experimentada y tierna del padre.
Unos bachilleres.
Otros profesionales.
Los demás comerciantes.
Médicos, optómetras, farmacéuticos, médico-oculista, cirujano dentista, etc. etc. etc.
Unos graduados allá.
Otros por acá.
De allá, una vez compartimos con dos de ellos en el Edificio Carreño…
¡Estudiábamos!
Y hacíamos versos.
¡Asísteme memoria para poder nombrarlos sin incurrir en omisiones!
Primero ellos: Feliciano, Guillermo, Eduardo, Mario, Ricardo, Enrique, José, Nabor, César y María Cristina.
Después ellas: las incomparables compañeras que como espigas darán fruto bueno y sano: Georgina, Lady, Raquel, Nery, Roselia, Irma, Hortensia, Carmen y Ángela.
María Cristina y su Raúl Taño.
Vienen luego los hijos y los hijos de sus hijos.
Que siguen la ruta que enseñaron un día José y María.
Mas de un Sabatés pasó por nuestra modesta morada de Ciudad México.
Guillermo y Lady casi corrieron una noche en que los llevamos a visitar a los mariachis de la Plaza de Garibaldi.
Aquellos músicos con revólveres al cinto, corriendo hacia los autos que llegaban al Tenampa, daban pavor…
Otro mas pasó con su costilla dejando al pasar la inconfundible estela de cariño de los Sabatés.
Por acá, por Río Piedras, acompañamos un día a Feliciano.
Que oteaba.
Se orientaba.
Olfateaba.
Y no se quedó.
¡Qué extraordinario sentido para los negocios!
El éxito ha sido inseparable padrino de los Sabatés.
Pero el éxito no viene regalado.
Concurre a cooperar cuando se es trabajador, cuando se es creador, cuando lo merecemos.
Y aunque hay sus excepciones, no podemos olvidar: «Ayúdate que Yo te ayudaré.”
Esa es esta prole ejemplar.
Orgullo de los camagüeyanos allá.
Y de los camagüeyanos, acá en el exilio.
Si esta silueta tiene un moraleja, me felicito de ello.
Y ojalá así sea.
O Amén.
Sabatés & Sabatés.
 
Reproducido de la Revista El Camagüeyano, editada por la Dra. Ma. Antonia Crespí
 
Foto tomada en el 24 de diciembre de 1953, en la que aparecen la abuelita Reparada Forjas a sus 103 años de vida, su hijo José Sabatés Forjas y esposa María Belizón Durañona, con sus nueve hijos varones y su hija María Cristina.

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