Siluetas familiares camagüeyanas
Los
Sabatés
Hogar: para el hombre
como para el pájaro,
el mundo tiene muchos
sitios donde posarse,
pero nidos solamente uno.
Con el dinero se puede
fundar una casa espléndida,
pero no una familia
dichosa.
O. H. Holmes
Por
Luis Cruz Ramírez
Imposible
hablar de los Sabatés sin evocar aquella figura en tono gris, amable y
caballeroso: don José Sabatés Forjas.
Y
sin que el recuerdo nos traiga en sus alas la dulce imagen de doña María
Belizón de Sabatés.
¡María
y José! ¿Un símbolo quizá?
¿Mero
paralelismo con las figuras bíblicas, o intención milagrosa venida del cielo?
Toda
una bella realidad de la que brotaron los hijos como bendición del Señor.
Ungidos
por el Santo Óleo del más sublime
ejemplo.
Para
honrar la memoria de José y María.
Y
del bello e inolvidable lugar donde nacieron.
Necesitaríamos
numerosas páginas de El Camagüeyano
para describir la personalidad de cada uno de los Sabatés.
Desde
Feliciano a María Cristina.
Ramas
de aquel frondoso árbol trasplantado de tierra oriental a tierra camagüeyana.
Flor
y fruto abundante.
En
calidad y cantidad.
Cuantitativa
y cualitativamente.
La
familia es el núcleo fundamental de la sociedad.
Dime
como es la familia y te diré en qué sociedad vives.
La
familia es algo mas que un grupo de personas ligadas por el vínculo de la
sangre.
Es
comunidad de ideales.
Unión
espiritual.
Comunión
de amores paterno-filiales.
Interpretación
honesta y sincera de derechos y deberes.
Responsabilidad
solidaria.
Ante
Dios y la patria.
Decía
Mirabeau: «Los sentimientos y las costumbres que son base de la felicidad
pública se forman en el hogar doméstico».
Posiblemente
José y María no leyeron a Mirabeau, ni lo necesitaron.
Porque
fue la palabra enérgica, justa y oportuna y a la par cariñosa del padre, y la
ternura comprensiva, aconsejadora y consolatoria de la madre, crisol
maravilloso en que se fundieron estos vástagos de oro puro.
«La
casa paterna es como una Iglesia natural, que rara vez niega un alivio y que
prepara el alma a consuelos mayores».
«¡Hogar,
cuna y mesa!»
Trípode
sobre el cual descansa la educación.
¡Hogar,
cuna y mesa, pero santificadas por Dios!
Eso
tuvieron los Sabatés por obra y milagro de José y María.
¡Calle
de República casi esquina a Estrada Palma!
Un
día cualquiera de cualquier década antes de aquello.
Tránsito
obligado de camagüeyanos.
Y
allí los Sabatés.
Joyería
y Optometría.
Adolescentes
que van haciéndose adultos bajo la mirada experimentada y tierna del padre.
Unos
bachilleres.
Otros
profesionales.
Los
demás comerciantes.
Médicos,
optómetras, farmacéuticos, médico-oculista, cirujano dentista, etc. etc. etc.
Unos
graduados allá.
Otros
por acá.
De
allá, una vez compartimos con dos de ellos en el Edificio Carreño…
¡Estudiábamos!
Y
hacíamos versos.
¡Asísteme
memoria para poder nombrarlos sin incurrir en omisiones!
Primero
ellos: Feliciano, Guillermo, Eduardo, Mario, Ricardo, Enrique, José, Nabor,
César y María Cristina.
Después
ellas: las incomparables compañeras que como espigas darán fruto bueno y sano:
Georgina, Lady, Raquel, Nery, Roselia, Irma, Hortensia, Carmen y Ángela.
María
Cristina y su Raúl Taño.
Vienen
luego los hijos y los hijos de sus hijos.
Que
siguen la ruta que enseñaron un día José y María.
Mas
de un Sabatés pasó por nuestra modesta morada de Ciudad México.
Guillermo
y Lady casi corrieron una noche en que los llevamos a visitar a los mariachis
de la Plaza de Garibaldi.
Aquellos
músicos con revólveres al cinto, corriendo hacia los autos que llegaban al
Tenampa, daban pavor…
Otro
mas pasó con su costilla dejando al pasar la inconfundible estela de cariño de
los Sabatés.
Por
acá, por Río Piedras, acompañamos un día a Feliciano.
Que
oteaba.
Se
orientaba.
Olfateaba.
Y
no se quedó.
¡Qué
extraordinario sentido para los negocios!
El
éxito ha sido inseparable padrino de los Sabatés.
Pero
el éxito no viene regalado.
Concurre
a cooperar cuando se es trabajador, cuando se es creador, cuando lo merecemos.
Y
aunque hay sus excepciones, no podemos olvidar: «Ayúdate que Yo te ayudaré.”
Esa
es esta prole ejemplar.
Orgullo
de los camagüeyanos allá.
Y
de los camagüeyanos, acá en el exilio.
Si
esta silueta tiene un moraleja, me felicito de ello.
Y
ojalá así sea.
O
Amén.
Sabatés
& Sabatés.
Reproducido de la Revista El Camagüeyano, editada por la Dra. Ma. Antonia Crespí
Foto tomada en el 24 de diciembre de 1953, en la que aparecen la abuelita Reparada Forjas a sus 103 años de vida, su hijo José Sabatés Forjas y esposa María Belizón Durañona, con sus nueve hijos varones y su hija María Cristina.
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