26 de octubre de 2013

Dolores Rondón, versión poética


Versión Poética
Dolores Rondón
Por Abel Marrero Companioni.

De su Libro " Tradiciones Camagüeyanas"
editado por Libreria Lavernia,
Talleres Artes y Oficios, Camagüey, Cuba.
 
Aquí Dolores Rondón
finalizó su carrera.
Ven mortal y considera
las grandezas cuáles son:
El orgullo y presunción,
la opulencia y el poder,
todo llega a fenecer
pues sólo se inmortaliza
el mal que se economiza
Y el bien que se puede hacer.
 
Esta poesía a guisa de epitafio, apareció en nuestro Cementerio en los primeros meses del año de 1,883 en el siglo pasado.  Estaba escrita en letras negras en una pequeña pieza de cedro, pintada de blanco, y unida a una pequeña estaca de madera dura enclavada en la parte norte del primer tramo de nuestro Cementerio, demostrando que el cadáver había sido enterrado directamente en la madre tierra.

En los primeros días de este suceso, sólo algunos curiosos se interesaron por conocer quién era Dolores Rondón, y el por qué de esa manera tan original de recordarla.  Pasaron los meses y los años y la curiosidad aumentaba, puesto que se apreció que cuando la tabilla por la intemperie, el sol y las lluvias se deterioraba, era nuevamente remozada por manos anónimas, y este detalle si empezó a interesar a los camagüeyanos.

¿Quién era Dolores Rondón? ¿Quién era el autor de esa poesía tan original para recordar un ser querido, al que de paso se le censuraba su vida terrenal?  Una ligera alusión a este asunto apareció un día en el diario local, pero sólo se hacía el comentario, al acudir el periodista al cementerio acompañando a algún familiar o amigo, quedando luego el asunto entre las cosas intrascendentes.

En el año de 1933, siendo alcalde de esta ciudad el Sr. Pedro García Hagrenot, ordenó la construcción de un pequeño monumento, compuesto de un pedestal de un metro de altura, rematado por una cruz de mármol también de un metro, e hizo esculpir en una placa de mármol blanco la poesía de la tablita, salvando con esta medida del olvido, un hecho que sin importancia llenó un hueco en la historia de nuestra ciudad.

Antes de seguir adelante, es importante aclarar, que a pesar de una constante búsqueda de datos concretos en archivos y registros en las iglesias y oficinas, indispensables para la mejor afirmación de los datos que sólo tenemos de particulares, de informaciones de ancianos que desde hace muchos años nos han referido detalles que aquí apuntamos, asegurando que son exactos, y que esta narración es la verdadera y única de este episodio camagüeyano.

Como decíamos anteriormente, no tenemos la fecha exacta del nacimiento de Dolores Rondón; sólo sabemos que nació en la calle de Hospital, hoy Carlos M. de Céspedes, entre las calles de Cristo y San Luis Beltrán; era hija de un catalán nombrado Vicente Rams, que poseía una tienda de tejidos y ropa hecha en la calle La Candelaria, hoy Independencia, próximo a la Plaza de Paula, hoy Maceo. La tienda tenía el nombre de "Versalles".

Tampoco hemos podido conocer el nombre de la madre, que es de suponer fuese de apellido Rondón, debido a que siendo el padre Rams, ella usaba el de la madre, como era lo usual en los hijos extralegales; tampoco hemos podido obtener la inscripción de Dolores en ninguna iglesia de la Ciudad, debido a que en aquellos tiempos no existían lo Registros Civiles.

Dolores (Lolita como la llamaban) fue una niña precoz, inteligente y llena de gracia y picardía, encanto de toda la barriada que demostró desde sus primeros años su inteligencia, aprendiendo prontamente en la escuelita del barrio. Como hija de catalán poseía una buena voz, y gustaba del canto; así fue creciendo protegida económicamente por el Padre.

Muy próximo al hogar de Lolita existía una barbería, siendo el dueño en aquellos días un joven que pomposamente se hacía llamar Francisco de Juan de Moya y Escobar, el que había recibido una mediana educación, siendo además de barbero, un aficionado curandero del sistema Homeopático, habiendo sido autorizado como Flebotomíano, es decir, autorizado para extraer molares, aplicar sanguijuelas, practicar sangrías y realizar escarificaciones, y este joven tan lleno de títulos que oía cantar a diario a Lolita debido a la proximidad de sus hogares, se sintió prendado de sus incipientes encantos, prodigándola desde niña piropos, requiebros, así como el envío de versos y regalos en sus fiestas de cumpleaños.

La niña crecía.  Con los años se formó un conjunto de completa belleza.  Era el tipo verdadero de la criolla, mezcla de una parda (muy clara) y un catalán bien parecido y arrogante.  Su color trigueño, pero un trigueño lavado o mate, nada de brilloso; sus ojos semi-verdes y expresivos, pelo negro, lustroso y lacio, completando el conjunto un cuerpo verdaderamente modelado y airoso, y así, a medida que llegaba a su completo desarrollo aumentando en belleza, aumentaba también el amor del vecino barbero, cuyas declaraciones apasionadas recibían la burla y el desaire para demostrar su repulsa y desprecio.

No tenemos detalles del comienzo del idilio y el consiguiente matrimonio de Lolita con un oficial del ejército español, al que suponemos debido a las relaciones comerciales de su padre con la oficialidad destacada en esta ciudad por ser el catalán proveedor de ropas al ejército, llevándose a cabo el conocimiento de ambos.

Al realizarse la boda, Lolita dejó la pobre barriada de la calle Hospital, traslaándose con su esposo a vivir en la Plaza de San Francisco, comenzando así su vida tan ambiciosa de fiestas, bailes y alternar con personas distinguidas. La encontramos asistiendo a los bailes del Casino Español, donde asistía no sólo la oficialidad del ejército sino una buena parte de ricos comerciantes y altos funcionarios del gobierno con sus esposas y familiares. También asiste y toma parte en los festejos que en la Plaza de Armas se efectuaran con motivo de la Restauración de la Monarquía y la coronación del Rey Amadeo de Saboya.

Alguien, sin que lo hayamos confirmado, nos dice que el matrimonio realizó un viaje a España en cuyo lugar murió el esposo que ya era Capitán.  Otros afirman que habían regresado de ese viaje y que su muerte se produjo aquí.

Viuda ya Dolores Rondón, no es posible conseguir dato exacto de su vida por muchos años, y como esta narración no es un capítulo de novela nos abstenemos, desconociendo lo que hizo en ese intervalo de tiempo, después del cual se inicia su declinación y su pobreza, hasta encontarla en una cama del Hospital de "El Carmen", atacada de viruelas en la epidemia que azotó a esta ciudad en el año de 1863, y allí a su lado su eterno enamorado Francisco Juan de Moya, llenando las funciones de enfermero, de padre y de hermano, pues le hacía las curaciones como podría hacerlo una madre.

No hemos podido comprobar, tampoco, si en su lenta caída hacia la miseria ya ella había recurrido a él; tampoco conocemos si antes de enfermar llegaron a vivir maritalmente.  Todo es un secreto -no tratemos de descorrerlo- sólo afirmamos que él, el enamorado despreciado por tantos años fue el único y el último amparo de la desdichada y linda vecinita de la calle de Hospital.

A su fallecimiento, es de suponer que fuera conducida al cementerio en el carro llamado en lenguaje hospitalario "la lechuza", siendo sepultada como pobre de solemnidad, y como único recuerdo escribió sólo él, la bellísima composición que tan admirada ha sido y será, por contener no sólo un gran sentido filosófico, sino la belleza de haber podido encerrar en 10 versos toda la historia de sus amores, los desdenes de ella y las cualidades que él estimaba eran sus defectos, como orgullosa, pretensiosa y su exposición a los que leyeren que todo pasaba, quedando "lo bueno que se puede hacer".

Por última vez afirmamos que de este episodio se han forjado varias leyendas y cada una según sus noticias ofrece una versión distinta.

Camagüey, Junio 4, 1958.

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