Versión Poética
Dolores Rondón
Por Abel Marrero
Companioni.
De su Libro "
Tradiciones Camagüeyanas"
editado por Libreria
Lavernia,
Talleres Artes y
Oficios, Camagüey, Cuba.
Aquí Dolores Rondón
finalizó su carrera.
Ven mortal y considera
las grandezas cuáles son:
El orgullo y presunción,
la opulencia y el poder,
todo llega a fenecer
pues sólo se inmortaliza
el mal que se economiza
Y el bien que se puede hacer.
Esta poesía a guisa de epitafio, apareció en nuestro Cementerio en los
primeros meses del año de 1,883 en el siglo pasado. Estaba escrita en letras negras en una
pequeña pieza de cedro, pintada de blanco, y unida a una pequeña estaca de
madera dura enclavada en la parte norte del primer tramo de nuestro Cementerio,
demostrando que el cadáver había sido enterrado directamente en la madre
tierra.
En los primeros días de este suceso, sólo algunos curiosos se
interesaron por conocer quién era Dolores Rondón, y el por qué de esa manera
tan original de recordarla. Pasaron los
meses y los años y la curiosidad aumentaba, puesto que se apreció que cuando la
tabilla por la intemperie, el sol y las lluvias se deterioraba, era nuevamente
remozada por manos anónimas, y este detalle si empezó a interesar a los
camagüeyanos.
¿Quién era Dolores Rondón? ¿Quién era el autor de esa poesía tan
original para recordar un ser querido, al que de paso se le censuraba su vida
terrenal? Una ligera alusión a este
asunto apareció un día en el diario local, pero sólo se hacía el comentario, al
acudir el periodista al cementerio acompañando a algún familiar o amigo,
quedando luego el asunto entre las cosas intrascendentes.
En el año de 1933, siendo alcalde de esta ciudad el Sr. Pedro García
Hagrenot, ordenó la construcción de un pequeño monumento, compuesto de un
pedestal de un metro de altura, rematado por una cruz de mármol también de un
metro, e hizo esculpir en una placa de mármol blanco la poesía de la tablita,
salvando con esta medida del olvido, un hecho que sin importancia llenó un
hueco en la historia de nuestra ciudad.
Antes de seguir adelante, es importante aclarar, que a pesar de una
constante búsqueda de datos concretos en archivos y registros en las iglesias y
oficinas, indispensables para la mejor afirmación de los datos que sólo tenemos
de particulares, de informaciones de ancianos que desde hace muchos años nos
han referido detalles que aquí apuntamos, asegurando que son exactos, y que
esta narración es la verdadera y única de este episodio camagüeyano.
Como decíamos anteriormente, no tenemos la fecha exacta del nacimiento
de Dolores Rondón; sólo sabemos que nació en la calle de Hospital, hoy Carlos
M. de Céspedes, entre las calles de Cristo y San Luis Beltrán; era hija de un
catalán nombrado Vicente Rams, que poseía una tienda de tejidos y ropa hecha en
la calle La Candelaria, hoy Independencia, próximo a la Plaza de Paula, hoy
Maceo. La tienda tenía el nombre de "Versalles".
Tampoco hemos podido conocer el nombre de la madre, que es de suponer
fuese de apellido Rondón, debido a que siendo el padre Rams, ella usaba el de
la madre, como era lo usual en los hijos extralegales; tampoco hemos podido
obtener la inscripción de Dolores en ninguna iglesia de la Ciudad, debido a que
en aquellos tiempos no existían lo Registros Civiles.
Dolores (Lolita como la llamaban) fue una niña precoz, inteligente y
llena de gracia y picardía, encanto de toda la barriada que demostró desde sus
primeros años su inteligencia, aprendiendo prontamente en la escuelita del
barrio. Como hija de catalán poseía una buena voz, y gustaba del canto; así fue
creciendo protegida económicamente por el Padre.
Muy próximo al hogar de Lolita existía una barbería, siendo el dueño
en aquellos días un joven que pomposamente se hacía llamar Francisco de Juan de
Moya y Escobar, el que había recibido una mediana educación, siendo además de
barbero, un aficionado curandero del sistema Homeopático, habiendo sido
autorizado como Flebotomíano, es decir, autorizado para extraer molares,
aplicar sanguijuelas, practicar sangrías y realizar escarificaciones, y este
joven tan lleno de títulos que oía cantar a diario a Lolita debido a la
proximidad de sus hogares, se sintió prendado de sus incipientes encantos,
prodigándola desde niña piropos, requiebros, así como el envío de versos y
regalos en sus fiestas de cumpleaños.
La niña crecía. Con los años se
formó un conjunto de completa belleza.
Era el tipo verdadero de la criolla, mezcla de una parda (muy clara) y
un catalán bien parecido y arrogante. Su
color trigueño, pero un trigueño lavado o mate, nada de brilloso; sus ojos
semi-verdes y expresivos, pelo negro, lustroso y lacio, completando el conjunto
un cuerpo verdaderamente modelado y airoso, y así, a medida que llegaba a su
completo desarrollo aumentando en belleza, aumentaba también el amor del vecino
barbero, cuyas declaraciones apasionadas recibían la burla y el desaire para
demostrar su repulsa y desprecio.
No tenemos detalles del comienzo del idilio y el consiguiente
matrimonio de Lolita con un oficial del ejército español, al que suponemos
debido a las relaciones comerciales de su padre con la oficialidad destacada en
esta ciudad por ser el catalán proveedor de ropas al ejército, llevándose a
cabo el conocimiento de ambos.
Al realizarse la boda, Lolita dejó la pobre barriada de la calle
Hospital, traslaándose con su esposo a vivir en la Plaza de San Francisco,
comenzando así su vida tan ambiciosa de fiestas, bailes y alternar con personas
distinguidas. La encontramos asistiendo a los bailes del Casino Español, donde asistía
no sólo la oficialidad del ejército sino una buena parte de ricos comerciantes
y altos funcionarios del gobierno con sus esposas y familiares. También asiste
y toma parte en los festejos que en la Plaza de Armas se efectuaran con motivo
de la Restauración de la Monarquía y la coronación del Rey Amadeo de Saboya.
Alguien, sin que lo hayamos confirmado, nos dice que el matrimonio
realizó un viaje a España en cuyo lugar murió el esposo que ya era
Capitán. Otros afirman que habían
regresado de ese viaje y que su muerte se produjo aquí.
Viuda ya Dolores Rondón, no es posible conseguir dato exacto de su
vida por muchos años, y como esta narración no es un capítulo de novela nos
abstenemos, desconociendo lo que hizo en ese intervalo de tiempo, después del
cual se inicia su declinación y su pobreza, hasta encontarla en una cama del
Hospital de "El Carmen", atacada de viruelas en la epidemia que azotó
a esta ciudad en el año de 1863, y allí a su lado su eterno enamorado Francisco
Juan de Moya, llenando las funciones de enfermero, de padre y de hermano, pues
le hacía las curaciones como podría hacerlo una madre.
No hemos podido comprobar, tampoco, si en su lenta caída hacia la
miseria ya ella había recurrido a él; tampoco conocemos si antes de enfermar
llegaron a vivir maritalmente. Todo es
un secreto -no tratemos de descorrerlo- sólo afirmamos que él, el enamorado
despreciado por tantos años fue el único y el último amparo de la desdichada y
linda vecinita de la calle de Hospital.
A su fallecimiento, es de suponer que fuera conducida al cementerio en
el carro llamado en lenguaje hospitalario "la lechuza", siendo
sepultada como pobre de solemnidad, y como único recuerdo escribió sólo él, la
bellísima composición que tan admirada ha sido y será, por contener no sólo un
gran sentido filosófico, sino la belleza de haber podido encerrar en 10 versos
toda la historia de sus amores, los desdenes de ella y las cualidades que él
estimaba eran sus defectos, como orgullosa, pretensiosa y su exposición a los
que leyeren que todo pasaba, quedando "lo bueno que se puede hacer".
Por última vez afirmamos que de este episodio se han forjado varias
leyendas y cada una según sus noticias ofrece una versión distinta.
Camagüey, Junio 4, 1958.
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