La trágica historia del patriota
Diego de Varona y su esposa Ana Josefa Agüero, asesinados a machetazos
Por Gabriel L. Rodríguez
Juan Torres Lasquetti, el veraz y valiente
historiador principeño, publicó en 1888 su obra “Colección de Datos Históricos-Geográficos
de Puerto Príncipe y su Jurisdicción” que salvó para la posteridad el
conocimiento del trágico fin de los mártires principeños diego Esteban de
Varona Gelabert y su bella esposa Ana Josefa Agüero de Varona**, asesinados a machetazos
en la vía pública en 1875 en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, siendo Gobernador
Militar de esa región el brigadier Juan Ampudia.
Diego y Josefa pertenecían a la aristocracia
principeña, y sus respectivas familias desde principios del siglo XIX, en su
lucha por la independencia, venían aportando mártires entre los que sobresalieron
Frasquito Agüero, que con Andrés Sánchez fueron los primeros mártires de la
independencia, ahorcados en Puerto Príncipe en 1826; Joaquín de Agüero,
fusilado en Puerto Príncipe en 1851, el primer cubano que organizó una revolución por la independencia, y Bernabé de
Varona, Bembeta, fusilado en Santiago de Cuba en 1873.
Dice Lasquetti en la mencionada obra lo siguiente:
“Hallábase preso en la cárcel de esta localidad por sospechoso el joven Diego
de Varona Gelabert. Su señora, la bellísima señora Josefa Agüero de Varona, se
presentó a aquel hombre de mármol, Ampudia, solicitando la libertad de su
marido… negose éste repetidas veces a conceder la gracia que se le demandaba,
hasta que un día, cediendo a tanto ruego, le dijo: “Vaya usted tranquila que
esta noche tendrá a su marido en su casa”.
Es de suponer cuanta ansiedad y angustia pasaría
aquella desolada esposa viendo transcurrir la noche sin que apareciera su
marido… así fue que en la primeras horas de la mañana siguiente corrió a
enterarse de ña causa porqué se había suspendido la orden d libertad… y se le
contestó con cruel ironía… “Anoche salió de la cárcel… si no ha ido a su casa
búsquelo entre los insurrectos en la manigua”.
Tanto cinismo no infundió recelo en aquella víctima
de la más perversa hipocresía y marchó acelerada hacia la cárcel a sufrir el
horrible desengaño de que había salido de ella su desventurado esposo… Pero a
dos cuadras de allí le habían muerto a machetazos gente armada que lo esperaba. Poco tiempo pudo lamentar la infortunada
viuda el desastroso fin de su desgraciado esposo, pues a ella se la encontró en
un matorral detrás de la ermita de la Candelaria con la cabeza separada del
cuerpo, y aunque todo el pueblo designaba por su nombre al autor de tan
horroroso crimen, ninguna provisión se tomó sobre el particular, ni siquiera en
los círculos en que se movía se le retiró al asesino la estimación y aprecio
que antes se le dispensaba”.
Diego y Josefa tuvieron dos hijos: Carlota y
Escipión de Varona y Agüero. Escipión, haciéndole honor a su estirpe, apenas
estalló la Guerra del 95 se incorporó a la revolución y por su heroico
comportamiento alcanzó el grado de comandante.
El 28 de febrero de 1878 entraron en Puerto
Príncipe los restos de los regimientos Agramonte, Camagüey, Jacinto Bonilla y
Caunao, que se habían cubierto de gloria en palo Seco, La Sacra, La Guásimas.
Venían a entregar las armas de acuerdo con lo convenido en el Pacto del Zanjón.
Entre los mambises que llegaron estaban el teniente Ricardo de Varona Gelabert
y el capitán Torcuato de Varona, respectivamente hermano y primo de Diego.
Después de diez años de guerra llegaban para
reunirse con sus familias y reconstruir sus haciendas, pero lleno Puerto Príncipe
de guerrilleros, voluntarios y españoles integristas, y viviendo allí algunos
de los participantes en el asesinato de Diego y Josefa, decidieron emigrar a
Oriente.
Pocos días después los hermanos del infortunado
Diego, Ricardo, Pedro y Manuel, su primo
Torcuato y sus respectivas familias, abandonaron para siempre la ciudad que los
vio nacer, radicándose en Potrerillo, Oriente, un pequeño pueblo situado en las
cercanías de Gibara. Años después, en 1887,
se mudaron para Banes, donde se había establecido la Empresa Frutera
Dumois y Cía., que exportaba cada zafra más de dos millones de racimos de plátanos.
Tan pronto llegó a Cuba el general Maceo en 1895,
celebró un contrato con la mencionada Empresa Frutera autorizándola a seguir
sembrando y exportando plátanos a cambio de una contribución de guerra. No
obstante lo expuesto, el 11 de agosto de 1896 y por órdenes de Máximo Gómez, el
brigadier Mariano Torres quemó, no sólo los edificios y propiedades de la
Empresa Frutera, sino también las casas y propiedades de todos los vecinos,
entre los que estaban los Varona Gelabert.
** Valga aclarar que la historia de Puerto Príncipe
recoge dos patricias camagüeyanas con el mismo nombre.
Ana Josefa Agüero, protagonista de este relato, asesinada a machetazos al igual
que su esposo Diego de Varona, y Ana Josefa de Agüero y Perdomo, viuda del
insigne patriota Joaquín de Agüero y Agüero.
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