Ana Dolores García
Nuestra vieja ciudad, trazada según dicen algunos con
caminos para el ganado que devinieron luego en calles estrechas y retorcidas,
cuenta además con más de 60 callejones. Sin necesidad de enumerar a todos
ellos, sí habrá que referirse a los más conocidos y también incluir otros
nombres que, a más de no recordar su ubicación, ni siquiera sabíamos de su
existencia. Y, además, al menos destacar los de nombres más peculiares.
Al mencionar los callejones de Camagüey siempre aparece
en primer término el conocido por su estrechez como “Fund’el catre” o “Poza del Mate”
(Torres Lasquetti menciona que en él había una planta de mate), aunque su
nombre moderno desde hace más de un siglo sea Ramón Ponte. Sin embargo, no es el más estrecho de nuestros
callejones porque aunque mida solamente 2.2 m de ancho, el Callejón del Cura o del Silencio (Entre Plácido y 20 de
Mayo) le aventaja en estrechez al medir solamente 1.40 m de ancho.
El callejón más corto es el de la Miseria. Actualmente Tula
Oms, quien según parece fue la única vecina de ese callejón. Se encuentra
entre Martí y Hermanos Agüero, en la Plazoleta de Bedoya, y logra una longitud
de 15 metros.
“El callejón de la Alegría”, una sola
cuadra o manzana entre Ignacio Agramonte (Estrada Palma) y el callejón de la Montera, ahora Félix
Caballero, que corre entre Bartolomé Masó y el río Hatibonico.
En 1919 Camagüey honró a su eximio médico Finlay con un callejón. Muy céntrico sí,
pero callejón al fin, entre Lope Recio y República. Primitivamente se llamó “del Cañón” por uno grande que estaba
enterrado en una de sus esquinas” según narra Torres Lasquetti. En 1940 el
Ayuntamiento enmendó ese injustificado olvido al mérito del descubridor del
agente trasmisor de la fiebre amarilla, y dio su nombre a la Avenida que llega
hasta el aeropuerto de la ciudad.
El callejón de
Triana, dos cuadras y plazoleta incluida, fue muy popular por sus fiestas
sanjuaneras en tiempos de la colonia, desde Bartolomé Masó/San Fernando hasta Enrique Villuendas/Rosario. El nombre
actual y oficial es Cruz Olivera, en
honor a ese Capitán del Ejército Libertador.
Los callejones más cortos y estrechos nos llegan desde el
pretérito Puerto Príncipe y se localizan en las zonas más antiguas, aledañas a
los ríos Hatibonico y Tínima. Es el caso del antes mencionado callejón de Triana, como lo es también el de otro de
nombre increíble: Tío Perico, que
según cuenta Torres Lasquetti tomó el
nombre de un pintor que vivía en él. En el censo de 1826 se le llama de la Antorcha y ya en la república se
cambió su nombre por el de Vate Morales,
en homenaje al poeta y escritor Alberto Morales Casalís. Para los vecinos del
barrio sigue siendo Tío Perico. Nace
en Avellaneda, cruza San Fernando, Pobres y Rosario y termina en Palma junto al
Hatibonico.
Otro callejón con nombre curioso es el de las González, porque en él vivían las hermanas del Pbro. Sivestre
González, según consigna el historiador Torres Lasquetti.
Hubo también un callejón
de los sacristanes, al costado de la iglesia de Santa Ana, porque éstos
acostumbraban a salir y entrar al templo a través de él.
También tenemos un Callejón
sin Salida, un Callejón del Teatro que
se llamó primero Callejón de la Gallería, un Callejón de la Bomba, un Callejón de la Risa, un Callejón del Cuerno, un Callejón de la Cucaracha y un Callejón del Perro; uno de las Niñas, y otro de las Micaelitas….
Y la lista se nos hace ya muy larga…
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