La Quinta
Simoni
(Recordada
por Lolita Lafuente Salvador (+)
Nuestro Camagüey encierra
historia (de la buena), belleza, romance, poesía, tradición… y dicen que
también orgullo… ¡Cómo no vamos a ser orgullosos los camagüeyanos, si
precisamente tuvimos todo eso, y más..!
Mes de junio… Fecha en que se le
rinde honor al Bayardo… Mayor Ignacio Agramonte, mi homenaje serán estas
líneas. Y en ellas pondré parte de mi
orgullo camagüeyano. Y con ellas
reviviré pasajes de mi vida que, gracias al destino, estuvieron llenos de ti.
Leyéndome hasta aquí, quizás el
lector no comprenda; pero en cuanto diga que tuve el honor de nacer en la
Quinta Simoni, todos me comprenderán,
Quinta Simoni. Escenario de aquel
ejemplar romance de Ignacio y Amalia. Casona albergadora y con perfumes de
amor… Esta mansión, construida por don
Ramón Simoni, padre de Amalia, en épocas en que el riquísimo potentado poseía
una verdadera fortuna, fue hecha con las comodidades y lujos de la época: primera
mitad del siglo XVIII.
Tenía un portal enorme al frente,
con arcos gigantescos de acuerdo a su tamaño, y un piso de mosaicos rojos y
blancos que formaban estrellas geométricas.
Mosaicos en forma de rombo y fabricados especialmente para ese piso y en
el propio taller que Don Simoni tenía en sus terrenos. Dos altas ventanas con rejas que casi tenían
la altura del techo de gruesas vigas, al lado de las dos anchas puertas
frontales de la casona.
La sala. Cuadrada, enorme, difícil de llenar con
muebles regulares. Recuerdo que mis
padres tenían allí, al centro, cuatro grandes "balances" de madera;
en una esquina, el piano; junto a la gran ventana, otros dos
"balances"; inmediato a la puerta, uno de aquellos muebles especiales
para sombreros y paraguas; en la otra esquina, una bella mesita redonda de
pequeños pedazos de madera incrustada, que le fuera entregada a mi padre tras
hacer muy buen papel en un concurso de ajedrez… Como si esto fuera poco,
alrededor y cerca de las paredes, había sillas.
Otra mesita más pequeña debajo de un hermoso retrato de Martí, que desde
una de las paredes demostraba los sentimientos patrióticos de nuestra
madre… Y con todos estos muebles,
¡quedaba espacio para que retozáramos!
La saleta. Amplia, acogía el
valioso (por su contenido) escritorio de papá, y otro escritorio más pequeño
que usábamos todos en casa. Daba la
saleta, por un lado, acceso a una de las habitaciones; por otro, al cuarto
donde estaba la escalera de elegante curva que conducía a las también grandes
habitaciones en los altos (donde yo nací).
Y por el otro lado, comunicaba con un enorme portal interior, abierto,
que estaba próximo al patio-jardín en cuyo centro había un gran aljibe.
Este patio tenía pasillos de
ladrillo, que partiendo del aljibe iban en varias direcciones, entre grandes
canteros repletos de plantas de adorno, hacia los tres portales interiores de
la casa, y que a su vez comunicaban con distintas dependencias, como la cocina
y el gigantesco comedor. (…) *
La Quinta Simoni tenía otro patio
del lado opuesto. Ése era mucho mayor que el del aljibe.
Allí, los pasillos de ladrillo
tenían más de un metro de ancho. Partían desde una fuente, en cuatro
direcciones, lo que formaba cuatro cuadrados de tierra en los que había una
variedad enorme de plantas: Un hermoso níspero, anones, chirimoya, café,
"grapefruit", una preciosa carolina, cocos, mangos, resedá y muchas
matas de jazmín de Persia.
En uno de los cuadrados había una
glorieta. Al fondo de este patio, continuadamente había otro con piso de
ladrillo, que resultaba el frente de cuatro habitaciones de inmensas
proporciones y, de lo que fue en sus tiempos, un calabozo.
El patio que venía describiendo
estaba protegido por una bonita tapia con tramos de verja decorativa entre sus
columnas. Y ya del lado de afuera de
esta tapia, en línea con la calle, había varios álamos. Cuentan que en uno de
ellos grabaron sus iniciales el Mayor y su adorada cuando eran novios. Yo presencié siendo muy niña, cuando el
horrible ciclón partió en dos ese álamo querido, y cómo nuestra madre, en medio
de aquella tormenta, fue a darle un beso al árbol caído.
La Quinta Simoni era algo
especial. Se contaban historias que la
gente repetía como siempre, cambiando o añadiendo. Y así se decía que bajo un enorme árbol de
caimito blanco, tarde en la noche, se veía a Don Ramón Simoni en su caballo
blanco. Yo nací en la Quinta Simoni. Viví allí 23 años y nunca vi un fantasma
que no fuera uno de nosotros disfrazado y dándonos bromas unos a otros.
En el tremendo comedor, nuestra
madre, que era muy original y muy práctica siendo a la vez muy romántica,
sentimental y patriótica, tenía una pizarra grandísima; pero pizarra verdadera,
de piedra de pizarra. Estaba enmarcada
en madera. Esto, claro, era porque mis padres habían tenido allí un colegio. Pues bien, se conservó la pizarra que se utilizaba
para todos los mensajes de la familia.
Sobre ella, un gran retrato de Carlos Manuel de Céspedes. Y con
frecuencia para iniciar el día un pensamiento de Martí ocupaba parte de la
querida pizarra. En otra de las paredes
de este largo comedor, el retrato del Bayardo.
¿Tinajones? Sí. Varios y variados
en tamaño. Situados en los dos patios
mencionados.
Cuando la casa fue construida,
los pisos eran de mosaico. Más tarde, después de la devastadora guerra, (durante
la cual los españoles usaron la mansión como cuartel y dañaron lastimosamente
los pisos), Don Ramòn ya no tenía los mismos recursos económicos, y entonces
fueron hechos de ladrillo.
Una de las peculiaridades de la
Quinta Simoni es que siempre tuvo su propio sistema de alcantarillado. Le
hicieron una alcantarilla toda de ladrillos (No olvide el lector que en los
terrenos de la Quinta había un tejar).
Dicha alcantarilla recorre una distancia increible desde la casa hasta
el río; pero desagua bastante lejos del lugar que fue acondicionado para baños.
Sorprendente, si se tiene en
cuenta la época en que se hizo, lo cierto es que a un pedazo del río… le
pusieron piso. Era algo sumamente
original e increíble; pero también sumamente cómodo. Por esa área, el río estaba a un nivel
bastante más bajo que el camino que a él conducía desde la querida casona. Así pues, fue hecha una escalera de ocho
altos escalones formados por ladrillos colocados de canto. Entonces había como una terraza también de
ladrillos, que rematada por otro escalón de mismo tipo de los anteriores, daba
acceso al río, que en este tramo tenía un muy pulido piso.
¡Es tanto lo que pudiera contar
de la Quinta Simoni! Siempre se pensó que debió haber sido declarada
"Monumento Nacional", pues encierra tanta historia… Aparte de los Simoni y del Mayor, muchas
personalidades tuvieron algún nexo con esta casa. En aquella sala enorme y acogedora, vi más de
una vez a ese artista de la oratoria e historiador inigualable que los
camagüeyanos queremos tanto: Víctor Vega Ceballos (gran amigo de Medardo y
Lola). Y otro camagüeyano de alto nombre que debe recordar la Quinta Simoni
como algo ligado a él es Tony Varona. Raúl Acosta Rubio fue un alumno especial
que pasó muchas horas entre aquellas anchas paredes.
Cuando se conmemoró el Centenario
de Agramonte y en Camagüey se realizaron distintos actos con este motivo,
tuvimos la visita de una nieta del Mayor que fue desde La Habana especialmente
para los festejos. Entre otras actividades
y por gestiones de mi madre, una sesión especial del Ayuntamiento se llevó a
cabo en aquella sala que cobijó a los concejales de entonces. Sesión en la que por sugerencia de esa gran
educadora, mujer cívica y ejemplar que fue mi madre (Dolores Salvador de
Lafuente), se aprobó la azucena como la flor representativa de Camagüey.
Para mí la Quinta Simoni tiene
innumerables
valores y de todo tipo: Marco del romance de Ignacio y Amalia. Mi hogar doblemente, pues allí nací y allí tuvo lugar también mi propio romance, viviendo la dicha de que mi primera hija naciera asímismo en mi querida casona. Pasajes tristes encaré en aquellas habitaciones con ecos de historia: Allí fallecieron mis padres y mi adorado hermano. En pocas palabras: Allí viví.
valores y de todo tipo: Marco del romance de Ignacio y Amalia. Mi hogar doblemente, pues allí nací y allí tuvo lugar también mi propio romance, viviendo la dicha de que mi primera hija naciera asímismo en mi querida casona. Pasajes tristes encaré en aquellas habitaciones con ecos de historia: Allí fallecieron mis padres y mi adorado hermano. En pocas palabras: Allí viví.
(Publicado hace algunos años en "El Camagüeyano
Libre", Miami, FL.
Notas:
* Un error tipográfico en la
revista produjo un salto de algunos párrafos.
Y un error de mi parte al perder la hoja donde
continuaba este artículo, nos priva de unos versos de Lolita con los que
anunciaba cerraría estos sus sentidos recuerdos de la Quinta Simoni. Es posible
que algún día reaparezcan entremezclados entre otros papeles viejos. adg
** Frutos de mi alma, libro de Alma Flor Ada Lafuente, recopilación de escritos y poemas de Lolita Lafuente Salvador.
** Frutos de mi alma, libro de Alma Flor Ada Lafuente, recopilación de escritos y poemas de Lolita Lafuente Salvador.
1 comentario:
Gracias por publicar estos recuerdos de la Quinta Simoni tan querida para muchos en mi familia. Ha sido muy grato encontrar las palabras de mi tia Lolita, pero debo aclarar que el libro Frutos de mi alma es exclusivamente suyo y no debe atribuirse a mi en modo alguno. Mis propios recuerdos de la Quinta Simoni aparecen en los librosw Alla donde florecen los framboyanes y Bajo las palmas reales que acaban de ser recogidos, con otros relatos, en mi nuevo libro Tesoros de mi isla. Alma Flor Ada
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