Concha Agramonte
Por Frank de Varona
Durante las guerras de independencia de Cuba, las
mujeres cubanas demostraron un valor extraordinario y frecuentemente
acompañaron a sus maridos y a sus hijos al campo de batalla. Muchas de estas
mujeres habían vivido una vida protegida y en muchos casos una vida opulenta.
Cuando comenzó la Guerra de los Diez Años con el Grito de Yara en 1868 muchas
mujeres pasaron de una existencia tranquila y confortable en su hogar, a una
precaria y difícil vida en la manigua. Tristemente estas familias perdieron sus
hogares y todas sus propiedades. Estas mujeres compartieron todo tipo de
sacrificios al lado de sus esposos e hijos teniendo que huir del ejército
español que los perseguía constantemente.
Una de estas abnegadas mujeres que prestó valiosa
ayuda a los patriotas fue Concepción (Concha) Agramonte. Concha nació el 7 de
diciembre de 1834 en la ciudad de Santa María del Puerto del Príncipe en la
casa solariega de sus padres. Su padre fue Juan de la Cruz Agramonte y Arteaga
y su madre Rufina Boza y de Varona. Los padres de Concha eran ricos y su
familia era de gran abolengo. Concha creció en un hogar que estaba decorado con
muebles antiguos, mármol italiano, altos espejos, adornos de porcelana y fina
vajilla. El vestuario de Concha era de seda y encajes. Su familia tenía muchos
esclavos.
Desde muy joven Conchita demostró tener una gran
inteligencia y una gran viveza de carácter. Conchita era alegre y muy hermosa.
A los 17 años de edad, el 12 de junio de 1852, contrajo matrimonio con
Francisco Sánchez y Betancourt. Al igual que ella, su esposo, quien nació el 31
de enero de 1827, procedía de una antigua y prestigiosa familia camagüeyana.
Francisco era hijo de Benjamín Sánchez y de la Pera y de Luisa Betancourt y
Betancourt. Francisco Sánchez era rico y tenía muchas propiedades. De esta
unión nacieron 12 hijos, llegando nueve a la mayoría de edad. Concha y
Francisco inculcaron en sus hijos desde la cuna el amor a Cuba y el deseo por
su independencia.
Francisco Sánchez, a pesar que su salud se
encontraba seriamente quebrantada por la tuberculosis, estuvo involucrado en
todos los trajines conspirativos que culminaron en la creación de la logia
Tínima y el alzamiento de las Clavellinas. Al resonar en Puerto Príncipe el
Grito de Yara el 10 de octubre de 1868, Francisco Sánchez, junto a sus hijos
Benjamín y Juan de la Cruz, se incorporaron a las filas insurrectas desde los
primeros momentos y se alzaron en rebelión contra el opresor y despótico
gobierno español que existía en Cuba.
Concha y todos sus hijos pequeños abandonaron su
hogar y se unieron a Francisco en el campo de batalla. El 26 de febrero de 1869
en Sibanicú los patriotas camagüeyanos crearon la Asamblea de Representantes
del Centro, compuesta por los patriotas Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio
Agramonte, Eduardo Agramonte, Antonio Zambrana y Francisco Sánchez Betancourt.
Esta asamblea tuvo el honor de redactar y firmar un decreto a favor de la
abolición de la esclavitud en Cuba.
Concha y Francisco tenían una casa en la ciudad
de Guáimaro y fue precisamente en este lugar donde se reunieron los patriotas
de las provincias de Oriente, Camagüey y Las Villas el 10 de abril de 1869.
Concha siguió los debates de la Asamblea Constituyente y escuchó a la
camagüeyana Ana Betancourt, pariente de su esposo, abogar por los derechos de
la igualdad de la mujer. En el hogar de Guáimaro de Concha y Francisco se
reunieron muchos patriotas y allí encontraron albergue y alimento muchos
jóvenes habaneros como Julio y Manuel Sanguily y otros tantos. Después de
proclamarse la Constitución de Guáimaro, Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de
la Patria, fue proclamado presidente de la República en Armas y el general
camagüeyano Manuel de Quesada fue nombrado Jefe del Ejército Libertador. El
esposo de Concha, Francisco Sánchez Betancourt, fue electo representante a la
Cámara, escaño en el que se mantuvo hasta el fin de la guerra.
Las fuerzas mambisas que defendían a Guáimaro no
pudieron resistir la embestida del gran ejército español al mando del general
Goyeneche y fueron derrotadas. Entonces se acordó quemar la ciudad de Guáimaro
como anteriormente se había hecho en Bayamo. La hermosa casa de Concha fue una
de las primeras que ardieron en llamas con el fuego, prendido por las manos de
su propio esposo e hijos. Desde ese momento comenzaron las verdaderas
dificultades para esta familia ya que no tenía lugar fijo en donde habitar. La
vida de Concha y sus hijos se convirtió en una verdadera pesadilla. Siendo
perseguidos por el ejército español, Concha y sus hijos durmieron en casas
abandonadas, tiendas de campaña, míseros bohíos de guano y a veces a la
intemperie. Concha dio a luz a su hija Sara en el campo, no lejos de donde
luchaban su marido y sus hijos mayores.
A mediados del año 1871, mientras Concha y sus
hijos pequeños habitaban un rancho de guano en su finca San José, fueron
sorprendidos por una columna del ejército español. Los soldados obligaron a
Concha y a sus hijos pequeños a ponerse en fila delante de su humilde rancho y
presenciaron como los soldados lo quemaban. Concha recordó como en enero de ese
mismo año la familia Mola y Mora fue cruelmente asesinada al ser arrestados.
Concha pidió que la presentaran al jefe militar de esa tropa. Por suerte, el
jefe era el capitán Macón al cual ella conocía de Puerto Príncipe. Este oficial
le concedió a Concha un salvo conducto por ocho días para que pudiera recoger a
sus hijos pequeños y a otros que habían huido al campo y se presentara a las
autoridades de Puerto Príncipe. Concha tuvo que abandonar a su esposo y a sus
hijos mayores Benjamín de 16 años y Juan de la Cruz de 15 años que peleaban en
el campo. Posteriormente Juan de la Cruz fue herido en combate y murió poco
después en 1873.
Al llegar a Puerto Príncipe Concha quiso tomar el
tren para Nuevitas al día siguiente, pero fue arrestada en la estación de
ferrocarril. La sociedad de Puerto Príncipe salió a su defensa y fue puesta en
libertad. Concha y sus hijos se trasladaron a La Habana donde la señora
Monserrate viuda de Lugareño los acogió en su hogar. Concha logró que el
capitán general de Cuba, Blas de Villate, conde de Valmaseda, le diera un
permiso de salida. Valmaseda había sido antiguo amigo de la familia de Concha,
y había pasado algunas temporadas en su ingenio.
Concha partió para Nueva York. Sólo pudo salvar
unas joyas que había escondido en los cinturones de sus hijos. Todas las
propiedades de Francisco y Concha fueron confiscadas por el gobierno español.
Una vez en Nueva York, Concha vendió sus joyas y trabajó como costurera para
ayudar a mantener y educar a su extensa familia.
En 1878, ya acabada la Guerra de los Diez Años
con la Paz del Zanjón, Concha Agramonte y sus hijos, como muchas otras familias
cubanas, regresaron a su patria. Concha pudo abrazar a su esposo y a su hijo
mayor, Benjamín. No obstante, los esposos sufrieron mucho la muerte de su hijo
Juan de la Cruz al cual siempre recordaron. El matrimonio y sus hijos brindaron
decidido apoyo a los planes revolucionarios de José Martí. Concha pudo vivir
por un tiempo en calma hasta la muerte de su esposo Francisco el 30 de agosto
de 1894 después de una larga enfermedad.
El Apóstol José Martí reconoció a Francisco
Sánchez Betancourt en una carta tras conocer la noticia de su muerte diciendo:
“Pancho Sánchez ha muerto, y con él una de las almas más bravas y jóvenes de Cuba,
uno de los que con más sensatez y honor nos ha ayudado en la fatiga de preparar
la nueva era, a cuyos umbrales muere, aunque no sin el consuelo de que su
patria se ponga en buen camino antes de que se reduzcan a polvo las flores de
su tumba”.
Al estallar nuevamente la guerra con el Grito de
Baire el 24 de febrero de 1895 los cinco hijos varones de Concha salieron a la
manigua a pelear por la libertad de Cuba. La Junta Revolucionaria nombró a
Concha quien entonces tenía 66 años, agente en Puerto Príncipe. Debido a sus
actividades a favor de la independencia de Cuba las autoridades españolas la
encarcelaron durante 30 días en la prisión y luego se vio forzada al destierro
una vez más en los Estados Unidos. De este modo volvió Concha a Nueva York
acompañada por su hija Emilia y su nuera Caridad, ésta con sus dos pequeños
hijos. Concha fue atendida con toda clase de consideraciones y afecto por
Fernando Figueredo y Tomás Estrada Palma.
Concha volvió a sufrir pensando en la suerte de
sus hijos mambises que luchaban en la manigua. ¡Cuántas noches de insomnio y de
zozobra pasó esta noble anciana durante esos años! Su hijo Eugenio, quien era
Jefe Superior de Sanidad del ejército cubano, fue designado a una importante
comisión en los Estados Unidos. Allí Concha pudo tener la satisfacción de
unirse con su hijo durante tres meses ya que éste regresó al campo de batalla
una vez terminada su misión.
Los hermanos Sánchez Agramonte cumplieron con su
deber y lucharon valientemente por la libertad de Cuba. El hijo mayor de
Concha, Benjamín Sánchez Agramonte, luchó en las dos guerras de independencia y
fue ascendido al grado de coronel. Eugenio fue general de brigada y durante la
República fue electo presidente del Senado y se desempeñó como secretario de
Agricultura de 1917 a 1921. Armando fue ascendido a general de brigada y en
1899 fue nombrado alcalde de Camagüey. Posteriormente, Armando fue jefe de la
policía de La Habana y dirigió la renta de la lotería nacional. Calixto y
Alfredo también pelearon en la Guerra de 1895.
Concha tomó el primer vapor de Nueva York y
regresó a Nuevitas donde tuvo la gran satisfacción de reunirse con sus hijos.
Concha tuvo la dicha después de largos sacrificios de poder ver a Cuba libre.
Sus últimos años los pasó en su amada Camagüey en unión con sus hijos y nietos.
Esta insigne y valiente patriota entregó su alma al Señor el 24 de agosto de
1922. Los numerosos descendientes de la familia Sánchez Agramonte deben
sentirse muy orgullosos de tener antepasados tan valientes que lucharon por
muchos años por la libertad de Cuba.
Frank de Varona is an educator, historian, journalist, and
internationally known expert on politics, economics, foreign affairs and
national security issues. He was born in Cuba and, at the age of 17, he
participated on the Bay of Pigs invasion in an effort to eradicate communism in
Cuba. After spending two years in prison, he returned to the United States,
where he earned three college degrees. He is married and has a daughter and a
grandson.
Mr. de Varona had a 36-year career in the Miami-Dade County Public
Schools as a social studies teacher, principal, region superintendent, and
associate superintendent of instruction. He also was an associate professor of
social studies in the College of Education at Florida International Education
for seven years. Currently, he is a part-time Adult Education Coordinator in
the Miami-Dade County Public Schools.
He has written 20 books and many articles in newspapers and magazines.
Among his books are Hispanics in U.S. History Volume 1 and Volume 2 (1989),
Hispanic Presence in the United States (1993), Latino Literacy: The
Complete Guide to Our Hispanic History and Culture (1996) and Presencia
hispana en los Estados Unidos: Quinto Centenario (2013). Mr. de Varona is
the only Hispanic in the nation who has written three books in Spanish about
Barack Obama: ¿Obama o McCain? (2008), El
verdadero Obama (2010) and ¿Obama o Romney? (2012).
Reproducido de Gaspar, El Lugareño
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