Hogar de
Ancianos
Monseñor
Adolfo Rodríguez
Una obra de la Iglesia de Camagüey
sin ayuda gubernamental
por
Eduardo F. Peláez Leyva
Al sueño
de Monseñor Adolfo Rodríguez de construir un hogar de ancianos para aliviar sus
precarias condiciones de vida y subsanar la carencia de esas instituciones en
la ciudad de Camagüey, le falta poco para convertirse en realidad. Nosotros, como camagüeyanos en la diáspora,
tenemos la gran oportunidad de contribuir con nuestro pequeño grano de arena a
terminar esta obra y sentirnos parte de un legado de humildad, caridad y
solidaridad con nuestras raíces cubanas.
Nuestra generación, que supo
enfrentar la llegada del comunismo a
nuestra patria y tuvo que marchar al exilio con tristeza pero con la esperanza
de un regreso inmediato, ha contemplado la fuga de los años en tierras extrañas
con la impotencia de no haber podido incorporarse a la intrahistoria de nuestra
querida ciudad de Camagüey. Alguno de nosotros ha regresado brevemente a reunirse
con la familia, otros lo han hecho buscando sus raíces, a su iglesia, o
llevando quizás a sus hijos o nietos a donde yacen los restos de sus abuelos en
el cementerio de El Cristo.
Otros han optado por no regresar mientras el sistema dictatorial permanezca en el poder y, desgraciadamente, ya son demasiados los que han fallecido sin haber cumplido el sueño del regreso... la vuelta a Ítaca. Todos hemos pagado el precio de ser libres con el sacrificio de la diáspora. El pecado más grande de la revolución es el haber roto la continuidad histórica generacional, el habernos privado del quehacer diario, de dejar huellas en el suelo amado.
Otros han optado por no regresar mientras el sistema dictatorial permanezca en el poder y, desgraciadamente, ya son demasiados los que han fallecido sin haber cumplido el sueño del regreso... la vuelta a Ítaca. Todos hemos pagado el precio de ser libres con el sacrificio de la diáspora. El pecado más grande de la revolución es el haber roto la continuidad histórica generacional, el habernos privado del quehacer diario, de dejar huellas en el suelo amado.
Nuestra Iglesia decidió quedarse
obedeciendo su misión evangélica
y pastoral. Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera,
camagüeyano, nacido en la ciudad de Minas en 1924, pastoreó la
iglesia camagüeyana del 1964 al 2002, convirtiéndose en el primer arzobispo
camagüeyano y su primer obispo nativo.
La labor
desempeñada por Monseñor Adolfo durante esos largos años es inconmensurable. Como
párroco de la ciudad de Vertientes, inauguró tres colegios parroquiales y un
dispensario médico. Siendo ya Arzobispo de Camagüey, bajo su iniciativa y
liderazgo entre otras muchas cosas, se logró la restauración de la Catedral, se
fundó el Hogar Padre Olayo, y se rescató la procesión del Santo Sepulcro. Inspiró
a muchos sacerdotes camagüeyanos, entre ellos a los actuales obispos Mons. Mario Mestril, de Ciego de Ávila, Mons.
Wilfredo Pino Estévez, de Guantánamo-Baracoa, a Mons. Álvaro Beyra Luarca, de Bayamo-Manzanillo y al arzobispo de Camagüey, Mons. Juan García Rodríguez.
Fue uno de los obispos firmantes de la carta pastoral "El amor todo lo espera". Presidió la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y la Comisión Justicia y Paz que condenó públicamente el fusilamiento de tres jóvenes que robaron una embarcación para salir del país. Falleció en mayo de 2003 a los 79 años de edad y actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
Fue uno de los obispos firmantes de la carta pastoral "El amor todo lo espera". Presidió la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y la Comisión Justicia y Paz que condenó públicamente el fusilamiento de tres jóvenes que robaron una embarcación para salir del país. Falleció en mayo de 2003 a los 79 años de edad y actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
Ayudar a completar El Hogar de Ancianos Monseñor Adolfo Rodríguez tiene una significancia histórica muy señalada ya que nos adentramos en los quinientos años de la fundación de nuestra ciudad y Camagüey se maquilla ante el mundo arreglando calles y edificios, marginando las verdaderas necesidades de su pueblo y, en especial, el cuidado de la salud de los ancianos.
La ciudad de Camagüey cuenta con 318,000 habitantes y el municipio muestra una media de envejecimiento de un 17% superior a la media del país. El gobierno poco o nada hace al respecto. Los retiros no alcanzan para satisfacer las necesidades más elementales y nuestros ancianos adolecen de un mala nutrición y de un maltrecho cuidado de la salud.
Dispuesto a remediar esta situación y
aprovechando un viaje a España, Monseñor Adolfo le planteó al Presidente de Castilla-La Mancha el proyecto
de un hogar de ancianos. El Presidente se interesó y le pidió un estudio
detallado. En el año 1993, gracias a la benevolencia española, le fue otorgado
un presupuesto de 416,000 Euros, lo suficiente para comenzar la construcción.
Con la ayuda de este gran empuje, de otras donaciones más pequeñas de la
comunidad europea, y de la mano de obra voluntaria de brigadas de feligreses de
la Iglesia Católica de Camagüey, trabajando con bloques y ladrillos fabricados
a mano con recursos propios de la tierra y con herramientas rudimentarias, se
pudo terminar la obra estructural. Se
necesita mucho para completar el trabajo en el interior del edificio. Aparte de
la carpintería de aluminio (marcos para puertas y ventanas, etc.) faltan las
instalaciones eléctricas, las de agua fría y caliente, los equipos de
laboratorio, la farmacia, la cocina, la lavandería, los ascensores, las losas
para los pisos y los muebles (camas, balances, mesas y sillas para el comedor, equipos
de aire acondicionado para el
laboratorio clínico, etc.).
El exilio cubano ha sido muy generoso como lo demuestra la ayuda consistente que hemos estado brindando a nuestros familiares en Cuba, la mano amiga tendida a los que vinieron de Cuba en el éxodo del Mariel y así sucesivamente a cuanto cubano ha llegado a las playas del exilio.
¿Cómo podríamos ayudar? Todos somos
capaces de contribuir de acuerdo con nuestras posibilidades, desde un
dólar
hasta una cifra de cuatro o cinco números. Hace falta recaudar dinero para
importar equipos y materiales no existentes en Cuba; comprar o mandar a fabricar
muebles, puertas y ventanas; comprar, en fin, otros equipos y materiales
necesarios.
Si una comunidad tan lejana como la de
Castilla-La Mancha contribuyó tan generosamente con más de medio millón de
dólares, cómo los camagüeyanos y cubanos del exilio no vamos ni siquiera hacer
el intento de igualar esa cifra para ayudar a nuestros ancianos, que pudieran
haber sido nuestros propios padres, tíos o nosotros mismos, si Dios no nos
hubiera permitido salir de Cuba y haber emprendido una vida decorosa.
Un pequeño grupo de camagüeyanos ya ha dado el primer paso para ayudar a esta causa humanitaria, creando un grupo de apoyo llamado HAMAR (Hogar de Ancianos Monseñor Adolfo Rodríguez). Este grupo se ha estado reuniendo periódicamente para los efectos de coordinar un programa que abrace a cuanto camagüeyano o cubano en general dispuesto a contribuir no solamente con dinero, sino con ideas creativas para lograr este objetivo. Hasta el presente se ha confeccionado un folletín con la explicación de este proyecto para hacerlo llegar a las manos de cuanto camagüeyano o cubano esté a su alcance.
Para más información sobre este proyecto puede dirigirse a cualquiera de estos miembros del Grupo de Apoyo HAMAR: Padre Alberto Rodríguez, OP, al (305) 322-4911 o por email a: arl1945@aol.com; Gisela Ibarra y Wilfredo Burgos al (305) 763-4403 o giseus@yahoo.com; Rafael Ángel Quevedo al (305) 442-3127 o chafa@comcast.net.
Las donaciones* (cheque o money order) deberán hacerse a nombre de "Camagüeyanos Católicos, Inc." con la referencia "HAMAR" y podrán enviarse a:
Camagüeyanos
Católicos, Inc.
6800 SW 40
St., #343
Miami, FL
33155.
__________________
*Siendo Camagüeyanos Católicos Inc. una
organización sin fines de lucro exenta de
federal income tax bajo la sección 501 (a) del código fiscal, las
contribuciones al proyecto HAMAR son deducibles de impuestos.
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