DEL DIARIO DE UN CURA
RURAL
“Diario de un
cura rural” es una soberbia película
francesa que dirigió Robert Bresson en
1950 basada en la novela homónima de Georges Bernanos. En Cuba se escribe otra
versión. No se filma -¡quién pudiera!- sino que
sólo se escribe en la Internet. Y no con poco riesgo.
Crónicas Caribeñas
VIII
¡¡¡Felices
Pascuas!!!
Acaba
de terminar la Semana Santa, y todo regresa a la calma mientras me envuelve una
sensación de ingravidez. Ya de por sí la Semana Santa es movida, y más en
Guáimaro, donde yo me empeño en que se haga todo en todos los pueblos. Esto
quiere decir que desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección, hago
equipo con un mínimo de 18 misioneros para llevar las celebraciones de la Semana
Mayor a mis nueve pueblos. Este año tuvimos la feliz coincidencia de que la
Semana Santa fue semana de vacaciones para los estudiantes, por coincidir con el
aniversario de la batalla de Bahía de Cochinos, y aunque siempre tuve
misioneros voluntarios de otros sitios, los jóvenes de la parroquia dieron el
frente a las misiones de un modo excelente.
En
la casa parroquial dormíamos diez personas, y desayunábamos todos los
misioneros porque desde aquí se salía para las misiones en los pueblos. El día
comenzaba con los Laudes junto a la comunidad parroquial, a las 7.30 am, luego
teníamos media hora de oración ante el Santísimo expuesto, desayuno, pequeña
reunión para compartir rápidamente las experiencias del día anterior y dar las
indicaciones de ese día, y de ahí a los pueblos.
Yo
iba y venía de un sitio a otro, para hacerme presente en distintos lugares,
mientras me rodeaba el mundo de los “y además” y de los imprevistos.
Y además…
Los “y además” fueron las
construcciones en la parroquia, que decidimos no se pararan por la Semana
Santa, estar atento a la coordinación de tres carros para el transporte y
recogida de los misioneros, conseguir gasolina, ir dando a los misioneros lo
que iban necesitando para la misión, y estar atento a que no faltara lo
necesario para la comida de los que estábamos en casa.
Aquí
el tema estrella es el pan, porque si de momento falta la harina, o el aceite,
o se rompe la panadería, entonces es cuando se entiende en profundidad lo que
es padecer.
Por
suerte, hace unos meses hicimos un descubrimiento importante y trascendental:
dónde conseguir pan y huevos en los momentos en que uno de esos artículos, o
ambos, se pierden del horizonte tangible. Existe un sitio mágico: la funeraria.
El
feliz descubrimiento vino a raíz de la fiesta de los Reyes Magos, en la cual
queríamos mandar a hacer un cake para la fiesta con los niños, pero no había
huevos. Como sucede por momentos en nuestra querida Absurdia, los huevos habían desaparecido.
Desde
hace meses, viven conmigo en la parroquia un seminarista que está haciendo un
año de pastoral y un matrimonio de La Habana que me está ayudando con el
acompañamiento a los jóvenes y la pastoral familiar. El chico de este
matrimonio tiene una increíble capacidad de gestión, así que lo enviamos a
explorar la posibilidad de encontrar huevos en medio del desierto.
Cuando regresó, traía los huevos necesarios y nos explicó que había descubierto que en la funeraria, cuando hay algún fallecido, venden pan con tortilla, y que le habían “resuelto” los huevos. Eso nos dio también la luz del pan, porque cuando hay poca harina o poco aceite y no puede hacerse pan para la población, uno de los sitios que se prioriza es la funeraria.
Cuando regresó, traía los huevos necesarios y nos explicó que había descubierto que en la funeraria, cuando hay algún fallecido, venden pan con tortilla, y que le habían “resuelto” los huevos. Eso nos dio también la luz del pan, porque cuando hay poca harina o poco aceite y no puede hacerse pan para la población, uno de los sitios que se prioriza es la funeraria.
Eso sí, si hay muerto tenemos
huevos, porque el almacén de la funeraria está abierto, pero no tenemos pan.
Si, por el contrario, no hay muerto, tenemos pan, porque la producción para la
funeraria queda disponible, pero no tenemos huevos porque cierran el almacén.
Bueno, no se puede tener todo a la vez, ¿no?
Imprevistos.
La
vida sin imprevistos sería muy aburrida, y no podían faltar en un momento tan
importante como la Semana Santa. Para empezar, mi carro, que por mucho que lo
cuide siempre se rompe en tres momentos básicos: Navidad, Semana Santa y la
novena a la Virgen de la Caridad. Este año menos mal que sólo fueron los platinos
y un par de tornillos que soltó en sabe Dios qué bache.
Mantener
funcionando un Toyota corona del 88 no es que sea muy fácil. Para empezar, es
un carro que ya no se fabrica y todas las piezas que se le rompen tienen que
ser adaptadas. Por otra parte, a la carretera Guáimaro-Camagüey la llamamos,
cariñosamente: el destornillador, por la cantidad de baches inevitables, a lo
que se suma que mis amortiguadores no hacen honor a su nombre y llega el
momento en que te sientes en una caja que, simplemente, da tumbos.
No
fue fácil que el carro pasara la inspección técnica, que ya le tocaba, y que
aquí le decimos el “somatón”. Cuando pudimos tener el Toyota lo más listo
posible, fuimos a que lo examinaran, pero le detectaron un amortiguador malo.
Nos dieron un papel como que habíamos ido al “somatón” y explicitando que
teníamos que arreglar el amortiguador. Cuando me iba para Guáimaro, me pararon
en el “Punto de control” de la policía y me dijeron que me pondrían una multa
“porque no tenía el somatón”. En vano saqué el papel que me habían dado, en
vano intenté explicar que ya había ido a la revisión y que regresaba
precisamente para arreglar el problema, en fin, era como hablar con un muro,
así que me sulfuré y como ya sé que cuando me sulfuro, si no descargo luego me
duele la cabeza, le dije en el modo más enfático posible que “ustedes no dan nada
y exigen como si estuviéramos en Holanda…. [censurado en beneficio del autor] …pero ninguno de los dos policías pareció
haber oído nada. Me pusieron la multa como si fueran robots y ni me miraron. Yo
estaba molesto, pero no tuve dolor de cabeza.
Antes
de la Semana Santa logramos pasar la inspección. Mi padre llevó el carro y pagó
los 31 pesos del derecho a la inspección. Revisaron el carro de arriba abajo,
en un aparato que lo mueve todo y que parece que te lo va a desarmar más que
otra cosa. Al final dijeron que no podían aprobarlo porque la dirección tenía
un tornillo flojo.
Mi padre salió de allí, apretó el tornillo y volvió media hora más tarde, pero aquí las cosas o se hacen bien o no se hacen, así que tuvo que pagar otra vez los 31 pesos y pasar toda la revisión que habían hecho hacía sólo media hora antes, para comprobar que ahora sí el tornillo estaba en su sitio y podían ponerle el sellito de “aprobado”.
Mi padre salió de allí, apretó el tornillo y volvió media hora más tarde, pero aquí las cosas o se hacen bien o no se hacen, así que tuvo que pagar otra vez los 31 pesos y pasar toda la revisión que habían hecho hacía sólo media hora antes, para comprobar que ahora sí el tornillo estaba en su sitio y podían ponerle el sellito de “aprobado”.
Aun
así, después de un par de pasadas por el “destornillador”, y metiéndose en los
infra montes del Guáimaro profundo para llevar misioneros, lo extraño no es que
se le caiga un par de tornillos, sino que sólo sea un par. Gracias a Dios mi
chófer se le cuela a la mecánica y no le importa seguir viaje lleno de grasa.
Eso sí, al final, no pudo terminar la Vigilia Pascual, después de meterle la
frente dos veces al banco de delante, comprendió que si quería resucitar lo
mejor que hacía era irse a dormir.
Además
del carro y en medio del “haz esto”, “haz lo otro”, “sube la escalera”, “baja
la escalera”, tuve la visita de los inspectores de vivienda por lo de las
construcciones, un bautizo de esos de “ay padre por lo que más quiera, que los
padrinos no son de aquí y se van en estos días”, y la persecución implacable
del señor que me vende pescado de mar y que no se rindió hasta que pudo dar
conmigo y me vendió parte de la carga. Eso sin contar con los habituales
feligreses que después de haberme yo pasado cuarenta días en Cuaresma
insistiendo en las confesiones, vienen ahora, en plena Semana Santa, y te ponen
ojitos de gato de Schreck y te dicen:
“Padre, ¿y no tienen un tiempecito para confesarme?”
Por
lo demás, ha sido una semana tranquila. A mi Cristo del Via Crucis le advertí
que no fuera a salir con reloj como el del año pasado, y que cuando se muriera,
que no se le ocurriera bajarse él mismo de la cruz, que cuando uno se muere no
hace esas cosas. Aun así, como no le dije nada del anillo, pues tuvimos este
año Cristo con anillo, pero vamos mejorando. Al menos no nos pasó como en otra
parroquia, donde en la obra de Semana Santa el que le tocaba gritar:
“¡Crucifícalo, crucifícalo!” parece que se puso nervioso y en medio del
silencio se oyó una voz que decía: “¡Incrústalo, incrústalo!”
Felices Pascuas…
a pesar de…
Y
así ha pasado la Semana. Yo he intentado vivirla lo más plenamente que he
podido, y estoy contento del modo en que la ha vivido la parroquia, si bien no
ha sido una semana “de gozo”. Uno de los comentarios de los misioneros ha sido
la apatía de los pueblos, la poca energía, el poco ánimo, la falta de alegría.
Pero esto no es un problema “de la Iglesia”. Cuba, mi Absurdia, no vive momentos de apatía sino que vive inmersa en la
apatía, que es uno de los frutos de la desesperanza. Continuamente
experimentamos una sensación de estancamiento, de parálisis vital, de vida sin
horizonte. Y nos sentamos frente al muro, sintiéndonos, como pueblo,
impotentes, incapaces de echarlo abajo por nuestras propias fuerzas. Y
esperamos, mientras la vida pasa.
Una
de las misioneras jóvenes regresó un día del pueblo a dónde la había mandado y
pidió hablar conmigo, visiblemente angustiada. Me dijo que había regresado muy
mal, porque había ido a hablar de Dios a una niña que, sin tener idea de
Cristo, ni de religión, ni de Semana Santa, le dijo: “¿Me trajiste algo de
comer?”
El paraíso de
Almodóvar.
Ciertamente,
la fe es un proceso que tiene que vivirse desde dentro, para poder sacar de
ella la fuerza y la energía que permitan enfrentar lo que cada momento va
poniendo delante. Cuando miro a mi pueblo y veo su cotidianidad, siento
tristeza, porque es un pueblo que vive luchando entre olas continuas,
intentando, obstinadamente, sobrevivir.
Y
así, veo pasar un carro fúnebre empujado por los dolientes hasta el cementerio,
porque se ha quedado sin gasolina; o me cuenta una señora que en su finca le
mataron una vaca y la policía llegó a reportar el caso trayendo ya consigo sus
cuchillos y sus bolsas de plástico para llevarse los restos; o me dicen los
universitarios que la comida del día fue harina de maíz, plátano verde hervido
y un pan; y luego viene a verme un padre preocupado, porque su hijo ha tenido
problemas en la escuela porque le dijo en público a la maestra que “canción” se
escribe con C y no con S, como ella había puesto en la pizarra; y después me
cuenta un joven que su tía le pidió por favor que le dejara ponerle una multa
de diez pesos y que ella se la pagaba, porque se terminaba el mes y no había
cumplido el cuota de multas necesarias para que le dieran la “estimulación”
económica; o me cuentan que una enfermera estaba pasándole a un paciente jugo
de guayaba en vena porque la indicación médica decía “alimentación parenteral”…
Al
final, siento que necesito un respiro, y me voy con otros curas a pasar un
rato, y decidimos que nos apetece comernos una pizza, y la buscamos, pero una
pizzería está cerrada por salud pública, en otro sitio estatal el pizzero no ha
venido a trabajar, nos vamos a un particular, pero ya se le acabó la materia
prima, y terminamos pagando una pizza en CUC, comiéndola con dos cuchillos de
plástico porque no tienen tenedores, chupándonos los dedos porque no hay
servilletas, y descubriendo, por las marcas del fondo del plato de un plástico
gomoso, que aunque está pensado para ser desechable, no eres tú la primera
persona que se come allí una pizza.
Ánimo, soy Yo,
no tengan miedo.
¡Qué
bueno es escuchar en el Evangelio esto una y otra vez! Porque si el Señor no
nos da el ánimo, no llegamos, en Cuba no sabemos a dónde, pero a dónde sea, no
llegamos. Sí, claro que necesitamos ánimo, ánimo para seguir dando catequesis a
la niña que te dice que el primer Papa fue Juan el Bautista, y a la viejita del pueblo que viene a misa con
su perra en celo que se acurruca tranquila junto a su dueña mientras todos los
perros machos del pueblo se agolpan aullando al otro lado de la cerca mientras
tú intentas hablar de cosas del espíritu en un tono de voz que supere a la
jauría; ánimo para hacer una peregrinación al santuario del Cobre, a más de 300
km de Guáimaro, y salir a las cinco de la mañana sentado en un asiento sin
ventana mientras sientes que el aire te hiela los tuétanos y, para más inri,
poncharse la guagua casi al llegar mientras escuchas al chófer decir: “¡Dígame
usted, y yo sin repuesto!”.
Ánimo
cuando a la hora de la misa llega el carro de la leche y la gente o llega
tarde, o ya no viene, o se escurre de la celebración para no perder su cuota;
ánimo para alegrarte con la señora operada de cáncer de mama y que cuando te ve
entrar a la sala te saluda gritando desde su cama y diciendo, todo contenta: “¡Padre,
me dejaron la teta!”
Sí,
ánimo, para seguir viendo Su paso en
medio de un pueblo que se niega a morirse, y en medio de una Iglesia que sigue
apostando por el Reino.
Felices Pascuas de resurrección para
todos. Espero que hayan tenido una buena Semana Santa. Por acá ya les comento
en las "Crónicas".
Les mando este correo y otros dos con
fotos de cómo van las construcciones. Con el dinero que traje de mi viaje a
Miami y con lo que algunos han donado a la parroquia hemos avanzado bastante,
como verán, pero todavía queda mucho por hacer.
Puede que mi tiempo en Guáimaro se reduzca un poco y entonces estaría hablando de un máximo de año y medio. Yo sé que a ninguno de ustedes le sobra, pero me gustaría pedirles que apoyen estas obras en lo que puedan. Un aporte puede ser pequeño, pero muchos aportes pequeños pueden lograr mucho. Por si alguien lo ha perdido, recuerdo la referencia:
Puede que mi tiempo en Guáimaro se reduzca un poco y entonces estaría hablando de un máximo de año y medio. Yo sé que a ninguno de ustedes le sobra, pero me gustaría pedirles que apoyen estas obras en lo que puedan. Un aporte puede ser pequeño, pero muchos aportes pequeños pueden lograr mucho. Por si alguien lo ha perdido, recuerdo la referencia:
Camagüeyanos católicos.
6800 SW 40th St # 343, Miami, Fl 33155
Especificando que es para el proyecto de
Guáimaro. Yo, como prometí en su momento, iré informando y agradeciendo
personalmente vía e-mail los donativos que vayan llegando. Del mismo modo,
seguiré informando de modo general el estado de avance de las obras.
Un abrazo a todos y mi bendición,
P. Alberto.
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