Los tranvías de mi ciudad:
los tranvías “de sangre”
Ana
Dolores García
El desarrollo del transporte urbano
sobre rieles corrió parejo al del transporte ferroviario entre poblaciones.
Mucho antes de los primeros tranvías eléctricos, existieron los de tracción
animal y con ellos contó Puerto Príncipe en exclusiva entre todas las
poblaciones del interior de la Isla. En efecto, Enrique Loynaz del Castillo,
camagüeyano de sólidos ideales independentistas, fundó en el año 1893 la
Compañía «Ferrocarril Urbano de Puerto Príncipe» con el propósito de crear en
la ciudad una línea de comunicación servida por tranvías de tracción animal,
conocidos también como “tranvías de sangre”.
Héctor Juárez Figueredo, continuador
de una valiosa saga de historiadores camagüeyanos, narra en «¿Conoció Ud. los
Tranvías de Camagüey?», trabajo publicado en el Boletín Diocesano de Camagüey
Nº 62, Noviembre de 2003, las frustradas peripecias insurgentes de Loynaz del
Castillo aprovechando la introducción de esos primeros tranvías “de sangre”:
«La Empresa, desde su inicio, fue
vista por Loynaz como una cobertura para apoyar el trabajo del Partido
Revolucionario Cubano en la Isla. Y a fines de año (1893) embarcó hacia los
Estados Unidos a fin de comprar allá seis carros y varios kilómetros de vía de
una quebrada compañía tranviaria de Nueva Jersey, que se remataban en subasta
pública. Los vehículos deben haber sido fabricados originalmente por la John
Stephenson Co., de Nueva York, la mayor firma productora de tranvías en esa
época.
En Nueva York, Loynaz compró el
material y fletó el vapor noruego Alert para conducirlo a Nuevitas. A la par,
acordó con Martí llevar un armamento destinado a la revolución en el Camagüey,
que se escondió bajo los asientos de madera de los carros. El 30 de marzo de
1894 arribaba el buque a la bahía cubana. La descarga del Alert tuvo lugar el
31 de marzo. Y el 2 de abril, en el tren de carga, y a las 2.00 PM, llegó el
cargamento a Puerto Príncipe. El alijo de armas fue denunciado a las
autoridades y confiscado aquella propia noche. En la madrugada, Loynaz tuvo que
escapar, en un viaje lleno de incidentes novelescos».
Este alijo de armas se componía de 200
rifles Remington y 48,000 cartuchos de dinamita, que no lograron llegar a manos
de los futuros insurgentes. Nuestros primeros tranvías tuvieron, pues, un
malogrado comienzo patriótico.
Apenas dos meses después de la llegada
de estos seis pequeños tranvías o “carritos”, como popularmente se les conocía,
comenzaron a colocarse los rieles. Y el 11 de noviembre de 1894 se abrió al
servicio público el primer tramo con un recorrido que arrancaba en la Estación
del Ferrocarril Puerto Príncipe-Nuevitas o «Paradero de San José», (situada muy
cerca de la estación ferroviaria actual), tomaba por la calle Avellaneda,
llegaba hasta la calle Soledad, (llamada con posterioridad sucesivamente
Estrada Palma e Ignacio Agramonte), para doblar en ella a la derecha rumbo a la
Plaza de la Soledad. Éste fue el primer recorrido de nuestros primitivos
tranvías, tirados por caballos.
Al siguiente año, 1895, la línea fue
extendida hasta la Plaza de la Caridad. Dividida en dos ramales, uno de ellos
llegaba sólo hasta la Plaza de Paula (Maceo), atravesando la calle conocida
entonces como «del Comercio» y que al surgir la república se denominó Maceo. El
otro ramal continuaba por la calle Soledad hasta doblar por Candelaria
(Independencia), calle que recorría en toda su extensión hasta la Plazuela del
Puente y, a través de la Calzada de la Caridad, llegaba hasta la amplia plaza
que rodea esa iglesia.
Las naturales complicaciones
originadas por el inicio de la Guerra de Independencia el 24 de febrero de
aquel propio año 1895, fueron un obstáculo para la implementación de las proyectadas ampliaciones
del sistema tranviario, al que se pretendía hacer llegar hasta el cementerio y
el Hospital de San Lázaro. Aún así, aquellos pequeños tranvías y sus caballos
compartieron nuestras calles con volantas y quitrines hasta el año 1900.
Podemos agregar que fue el 3 de julio
de 1921 cuando se inició la renovación del pavimento de las más importantes
calles de la ciudad, dejando de ser empedradas para revestirse de adoquines.
Sin embargo, no todas tuvieron la suerte de ser consideradas calles principales
y permanecieron siendo "de tierra" hasta la década de los años cuarenta,
durante el mandato del Presidente Ramón Grau San Martín, en que fueron
asfaltadas o cubiertas con concreto.
Ilustración:
Google: Serie postal emitida por Cuba en 1994 para conmemorar el primer
centenario de los tranvías de Camagüey
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