6 de enero de 2014

Del Diario de a bordo de Cristóbal Colón


 
Hacia el Quinto Centenario

Del Diario de a bordo de Cristóbal Colón
al tiempo de descubrir Cuba
durante su primer viaje

Relación compendiada 
por fray Bartolomé de las Casas

Este es el primer viaje y las derrotas y camino que hizo el Almirante don Cristóbal Colón cuando descubrió las Indias, puesto sumariamente, sin el prólogo que hizo a los Reyes, que va a la letra y comienza de esta manera: In Nomine Domini Nostri Jesu Christi…..

...Viernes, 26 de octubre

Estuvo de las dichas islas de la parte del Sur. Era todo bajo cinco o seis leguas; surgió por allí. Dijeron los indios que llevaba que había de ellas a Cuba andadura de día y medio con sus almadías, que son navetas de un madero adonde no llevan vela. Estas son las canoas. Partió de allí para Cuba, porque por las señas que los indios le daban de la grandeza y del oro y perlas de ella, pensaba que era ella, conviene a saber: Cipango.

Sábado, 27 de octubre

Levantó las anclas salido el sol, de aquellas islas, que llamó las islas de Arena por el poco fondo que tenían de la parte del Sur hasta seis leguas. Anduvo ocho millas por hora hasta la una del día al Sursudoeste, y habrían andado cuarenta millas, y hasta la noche andarían veintiocho millas al mismo camino; y antes de noche vieron tierra. Estuvieron la noche al reparo con mucha lluvia que llovió. Anduvieron el sábado hasta el poner del sol diecisiete leguas al Sursudoeste.

Domingo, 28 de octubre

Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudoeste, a la tierra de ella más cercana, y entró en un río muy hermoso y muy sin peligro de bajas ni otros inconvenientes; y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio hasta tierra: tenía la boca del río doce brazas, y es bien ancha para barloventear.

Surgió dentro, dice que a tiro de lombarda. Dice el Almirante que nunca tan hermosa cosa vio, lleno de árboles, todo cercado el río, hermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente; había gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas; la tierra muy llana.

Saltó el Almirante en la barca y fue a tierra, y llegó a dos casas que creyó ser de pescadores y que con temor se huyeron, en una de las cuales halló un perro que nunca ladró; y en ambas casas halló redes de hilo de palma y cordeles y anzuelo de cuerno y fisgas de hueso y otros aparejos de pescar y muchos fuegos dentro, y creyó que en cada una casa se juntan muchas personas.

Mandó que no se tocase en cosa de todo ello, y así se hizo. La hierba era grande como en el Andalucía por abril y mayo. Halló verdolagas muchas y bledos. Tornóse a la barca y anduvo por el río arriba un buen rato, y dice que era gran placer ver aquellas verduras y arboledas, y de las aves que no podía dejarlas para se volver.

Dice que es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que parecía que nunca se debía de alzar porque la hierba de la playa llegaba hasta casi el agua, la cual no suele llegar donde la mar es brava.

Hasta entonces no había experimentado en todas aquellas islas que la mar fuese brava. La isla dice que es llena de montañas muy hermosas, aunque no son muy grandes en longura, salvo altas, y toda la otra tierra es alta de la manera de Sicilia; llena es de muchas aguas, según pudo entender de los indios que consigo lleva, que tomó en la isla de Guanahaní, los cuales le dicen por señas que hay diez ríos grandes y que con sus canoas no la pueden cercar en veinte días. 

Cuando iba a tierra con los navíos salieron dos almadías o canoas, y como vieron que los marineros entraban en la barca y remaban para ir a ver el fondo del río para saber dónde habían de surgir, huyeron las canoas.

Decían los indios que en aquella isla había minas de oro y perlas, y vio el Almirante lugar apto para ellas y almejas, que es señal de ellas, y entendía el Almirante que allí venían naos del Gran Can, y grandes, y que de allí a tierra firme había jornada de diez días Llamó el Almirante aquel río y puerto de San Salvador.

Lunes, 29 de octubre

Alzó las anclas de aquel puerto y navegó al Poniente para ir dice que a la ciudad donde le parecía que le decían los indios que estaba aquel rey. Una punta de la isla le salía a noroeste seis leguas. Andada otra legua vio un río no de tan grande entrada, al cual puso nombre de río de la Luna; anduvo hasta hora de vísperas. 

Vio otro río más grande que los otros, y así se lo dijeron por señas los indios, y cerca de él vio buenas poblaciones de casas: llamó al río el río de Mares.

Envió dos barcas a una población por haber lengua, y a una de ellas un indio de los que traía, porque ya los entendían algo y mostraban estar contentos con los cristianos, de los cuales todos los hombres y mujeres y criaturas huyeron, desamparando las casas con todo lo que tenían; y mandó el Almirante que no se tocase en cosa.

Las casas dice que eran ya más hermosas que las que había visto, y creía que cuanto más se allegase a la tierra firme serían mejores. 

Eran hechas a manera de alfanaques, muy grandes, y parecían tiendas en real, sin concierto de calles, sino una acá y otra acullá y dentro muy barridas y limpias y sus aderezos muy compuestos. Todas son de ramas de palma muy hermosas.

Hallaron muchas estatuas en figura de mujeres y muchas cabezas en manera de caratona muy bien labradas. No sé si esto tienen por hermosura o adoran en ellas. Había perros que jamás ladraron; había avecitas salvajes mansas por sus casas; había maravillosos aderezos de redes y anzuelos y artificios de pescar. No le tocaron en cosa de ello. 

Creyó que todos los de la costa debían de ser pescadores que llevan el pescado la tierra dentro, porque aquella isla es muy grande y tan hermosa que no se hartaba de decir bien de ella.

Dice que halló árboles y frutas de muy maravilloso sabor; y dice que debe haber vacas en ella y otros ganados, porque vio cabezas en hueso que le parecieron de vaca. Aves y pajaritos y el cantar de los grillos en toda la noche con que se holgaban todos: los aires sabrosos y dulces de toda la noche, ni frío ni caliente.

Mas por el camino de las otras islas a aquélla dice que hacía gran calor y allí no, salvo templado como en mayo; atribuye el calor de las otras islas por ser muy llanas y por el viento que traían hasta allí ser Levante y por eso cálido.

El agua de aquellos ríos era salada a la boca: no supieron de dónde bebían los indios, aunque tenían en sus casas agua dulce. En este río podían los navíos voltejar para entrar y para salir, y tiene muy buenas señas o marcas: tiene siete u ocho brazas de fondo a la boca y dentro cinco. 

Toda aquella mar dice que le parece que debe ser siempre mansa como el río de Sevilla y el agua aparejada para criar perlas.

Halló caracoles grandes, sin sabor, no como los de España. Señala la disposición del río y del puerto que arriba dijo y nombró San Salvador, que tiene sus montañas hermosas y altas como la Peña de los Enamorados, y una de ellas tiene encima otro montecillo a manera de una hermosa mezquita. 

Este otro río y puerto en que ahora estaba tiene de la parte del Sudeste dos montañas así redondas y de la parte del Oesnoroeste un hermoso cabo llano que sale fuera.

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