Dos palabras a manera de introducción y presentación:
Los franceses llaman “la petite histoire” a la que relata los hechos de los sujetos o acontecimientos menores, aunque en muchos casos resultan de mayor sinificación o importancia, y así es corriente que no haya palacio o castillo francés que carezca de su propia monografía.
Naturalmente, de estos centenarios edificios testigos mudos de hechos acaecidos en su interior o a su vera, puede haber mucho que decir a través de siglos de existencia y por ende de épocas distintas. No es desde luego tan larga la vida del viejo edificio a que hemos de referirnos, pero no deja de ser interesante conocerla.
Primero Cuartel de Caballería, luego tras un corto intervalo como Oficinas del Ayuntamiento, convertido en “Hotel” y finalmente en “Museo” y “Biblioteca”, han sido las tres etapas en la vida ya centenaria de este edificio.
Y pensando sea del agrado del pío lector que el propio viejo edificio narre sus memorias, aunque para interpretarlo tenga que poner un poco de imaginación y un mucho de benevolencia, cedemos la pluma al Viejo Edificio del Cuartel de Caballería para que nos descubra sus intimidades, M. A. Rivas:
El Museo Ignacio Agramonte
y la Biblioteca Isabel Esperanza Betancourt
Mi
tercera etapa, es decir, la comenzada como Museo ostentando con orgullo el
nombre de “Ignacio Agramonte”, tuvo una previa temporada en que sólo de
memorias me mantuve. Como algunos podrán
recordar, durante la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945) los Estados Unidos de América destacaron en Camagüey un
regimiento de su Ejército. Con tal motivo se preparó para entrenamiento de sus
hombres un salón de recreo en el local antes ocupado por la cantina que fue del
Hotel, o sea en mi ángulo con la calle “José Francisco Agüero”, y también se
dedicó el Roof-Garden a salón de
baile de la oficialidad de esa fuerza, oficialidad que la vox populi decía compuesta
de hijos de millonarios norteamericanos aunque no había entre ellos ninguno de
tal condición. Retirada esa fuerza de Camagüey fue que se inició la labor de
darme una tercera personalidad.
Pero
déjenme referirme primero al hecho que tuvo por feliz consecuencia la
instalación bajo mis techos del Museo “Ignacio Agramonte”. En 1941 tuvo efecto
en esta ciudad de Camagüey una exposición que se celebró en los claustros del Convento
“San Juan de Dios”, y su objeto fue conmemorar el centenario del nacimiento de
Ignacio Agramonte Loynaz, “El Bayardo” de nuestra heroica gesta del 68.
De
aquel acto, celebrado con la cooperación de los Veteranos de la Independencia,
nació la idea de crear un Patronato en el que permanentemente se conservaran todas
las reliquias exhibidas en “San Juan de Dios, y las más que se pudieran
conseguir bien por donación de sus poseedores o por compra.
Nacía,
pies, la idea del Museo. Ésta se fue ampliando en la mente de sus promulgadores
que formaron un Patronato en el cual tuvieron representación todas las
organizaciones cívicas, sociales, oficiales, etc. ya que la idea original de
exhibir las reliquias históricas se convirtió en el propósito de crear (a más
de las reliquias de nuestros patriotas del 51, el 68 y el 95), otros aspectos
como historia local, historia natural,
bellas artes, y cuanto digno de ser conservado y exhibido se consiguiera.
Loa
planes fueron concebidos a lo grande, de acuerdo con lo que para Camagüey
demandaba nuestra cultura y deseaba el Patronato, pero la realidad fue muy otra
ante el imperativo de la falta de recursos con que hacerle frente a los
proyectos.
Como
paso inicial estaba el conseguir el local adecuado, ya que desde el principio
se contempló la imposibilidad de construir uno ad hoc y por consiguiente fueron mis salones y el Roof-Garden hacia los que se dirigieron
los empeños del Patronato.
Aprovechando
la circunstancia de la rescisión del contrato propuesta por los Ferrocarriles Consolidados
de Cuba al suprimir mi etapa como el mejor Hotel del interior de la Isla, el
Patronato gestionó la entrega completa de mi estructura. Pero iguales gestiones
realizaba la Superintendencia de Escuelas de Camagüey, que vio en ella la
oportunidad de formar un amplio Centro Escolar.
Por
consiguiente, a la lucha entre el Patronato y la Superintendencia, el gobierno dio
una solución salomónica al ceder para escuelas las dos edificaciones de dos
plantas con frente a “Ignacio Sánchez”
una, y la otra a “José Francisco Agüero” y, además, la planta baja del Roof-Garden para dedicarlo a conferencias
y actos culturales. Todo ello quedó plasmado en el Decreto Nº 45 de marzo de
1944. Ya tenían pues, hogar dos sentidas necesidades de la ciudad: un amplio
Centro Escolar y un futuro Museo al que se le añadiría una Biblioteca Pública.
1 comentario:
Muy buena la informACIóN. mE gusta. Recuerdo que en mi casa había una mantequillera que había pertenecido a una de mis tatarabuelas, tenía forma de sombrero, la pARTE DE LA CABEZA ERA LA TAPA y debajo, rodeada por las alas del sombrero se colocaba la mantequilla. Ya no la usábamos, pues era una reliquia muy antigua. Mi padre la donó al museo y espero que todavía esté allí. Cuando vuelva a mi pueblo trataré de visitar lo que es hoy Museo Ignacio Agramonte.
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