2 de diciembre de 2013

Un viejo edificio cuenta su historia



Un viejo edificio cuenta su historia
Por Miguel A. Rivas Agüero

Dos palabras a manera de introducción y presentación:

Los franceses llaman  “la petite histoire” a la que relata los hechos de los sujetos o acontecimientos menores, aunque en muchos casos resultan de mayor sinificación o importancia, y así es corriente que no haya palacio o castillo francés que carezca de su propia monografía.

Naturalmente, de estos centenarios edificios testigos mudos de hechos acaecidos en su interior o a su vera, puede haber mucho que decir a través de siglos de existencia y por ende de épocas distintas. No es desde luego tan larga la vida del viejo edificio a que hemos de referirnos, pero no deja de ser interesante conocerla.

Primero Cuartel de Caballería, luego tras un corto intervalo como Oficinas del Ayuntamiento, convertido en “Hotel” y finalmente en “Museo” y “Biblioteca”, han sido las tres etapas en la vida ya centenaria de este edificio. 

Y pensando sea del agrado del pío lector que el propio viejo edificio narre sus memorias, aunque para interpretarlo tenga que poner un poco de imaginación y un mucho de benevolencia, cedemos la pluma al Viejo Edificio del Cuartel de Caballería para que nos descubra sus intimidades, M. A. Rivas:


El Museo Ignacio Agramonte
y la Biblioteca Isabel Esperanza Betancourt

Mi tercera etapa, es decir, la comenzada como Museo ostentando con orgullo el nombre de “Ignacio Agramonte”, tuvo una previa temporada en que sólo de memorias me mantuve.  Como algunos podrán recordar, durante la Segunda  Guerra Mundial (1939-1945) los Estados Unidos de América destacaron en Camagüey un regimiento de su Ejército. Con tal motivo se preparó para entrenamiento de sus hombres un salón de recreo en el local antes ocupado por la cantina que fue del Hotel, o sea en mi ángulo con la calle “José Francisco Agüero”, y también se dedicó el Roof-Garden a salón de baile de la oficialidad de esa fuerza, oficialidad que la vox populi  decía compuesta de hijos de millonarios norteamericanos aunque no había entre ellos ninguno de tal condición. Retirada esa fuerza de Camagüey fue que se inició la labor de darme una tercera personalidad.

Pero déjenme referirme primero al hecho que tuvo por feliz consecuencia la instalación bajo mis techos del Museo “Ignacio Agramonte”. En 1941 tuvo efecto en esta ciudad de Camagüey una exposición que se celebró en los claustros del Convento “San Juan de Dios”, y su objeto fue conmemorar el centenario del nacimiento de Ignacio Agramonte Loynaz, “El Bayardo” de nuestra heroica gesta del 68.

De aquel acto, celebrado con la cooperación de los Veteranos de la Independencia, nació la idea de crear un Patronato en el que permanentemente se conservaran todas las reliquias exhibidas en “San Juan de Dios, y las más que se pudieran conseguir bien por donación de sus poseedores o por compra.

Nacía, pies, la idea del Museo. Ésta se fue ampliando en la mente de sus promulgadores que formaron un Patronato en el cual tuvieron representación todas las organizaciones cívicas, sociales, oficiales, etc. ya que la idea original de exhibir las reliquias históricas se convirtió en el propósito de crear (a más de las reliquias de nuestros patriotas del 51, el 68 y el 95), otros aspectos como  historia local, historia natural, bellas artes, y cuanto digno de ser conservado y exhibido se consiguiera.  

Loa planes fueron concebidos a lo grande, de acuerdo con lo que para Camagüey demandaba nuestra cultura y deseaba el Patronato, pero la realidad fue muy otra ante el imperativo de la falta de recursos con que hacerle frente a los proyectos.

Como paso inicial estaba el conseguir el local adecuado, ya que desde el principio se contempló la imposibilidad de construir uno ad hoc y por consiguiente fueron mis salones y el Roof-Garden hacia los que se dirigieron los empeños del Patronato.

Aprovechando la circunstancia de la rescisión del contrato propuesta por los Ferrocarriles Consolidados de Cuba al suprimir mi etapa como el mejor Hotel del interior de la Isla, el Patronato gestionó la entrega completa de mi estructura. Pero iguales gestiones realizaba la Superintendencia de Escuelas de Camagüey, que vio en ella la oportunidad de formar un amplio Centro Escolar.

Por consiguiente, a la lucha entre el Patronato y la Superintendencia, el gobierno dio una solución salomónica al ceder para escuelas las dos edificaciones de dos plantas con frente a “Ignacio  Sánchez” una, y la otra a “José Francisco Agüero” y, además, la planta baja del Roof-Garden para dedicarlo a conferencias y actos culturales. Todo ello quedó plasmado en el Decreto Nº 45 de marzo de 1944. Ya tenían pues, hogar dos sentidas necesidades de la ciudad: un amplio Centro Escolar y un futuro Museo al que se le añadiría una Biblioteca Pública.

1 comentario:

cristo109 dijo...

Muy buena la informACIóN. mE gusta. Recuerdo que en mi casa había una mantequillera que había pertenecido a una de mis tatarabuelas, tenía forma de sombrero, la pARTE DE LA CABEZA ERA LA TAPA y debajo, rodeada por las alas del sombrero se colocaba la mantequilla. Ya no la usábamos, pues era una reliquia muy antigua. Mi padre la donó al museo y espero que todavía esté allí. Cuando vuelva a mi pueblo trataré de visitar lo que es hoy Museo Ignacio Agramonte.