De cuando Jean
Lafitte
se fugó del Hospital San
Juan de Dios
Por Héctor Juárez Figueredo
En
una noche de febrero de 1822, Jean Lafitte, ("el pirata del Golfo”), se fugó
del Hospital de San Juan de Dios de Puerto Príncipe (Camagüey). A modo de
despedida, prueba de la burla hecha a las autoridades españolas, dejó detrás de
la puerta las muletas que venía usando falsamente.
Laffite
(¿1780?) nacido en el País Vasco francés, fue uno de los más audaces corsarios
de inicios del siglo XIX. Radicado
frecuentemente en la hoy Isla de la Juventud, sus actos estuvieron relacionados
con las luchas entre las potencias coloniales europeas y las nacientes
repúblicas americanas. Así actuó como
confidente del Centro de espionaje español en Nueva Orleáns (Estados Unidos),
en calidad de agente secreto al servicio de don Alejandro Ramírez y Blanco,
intendente de Ejercito y superintendente de Hacienda de Cuba.
La
vida y muerte del Pirata del Golfo es objeto de las más disímiles
leyendas. Muchos sitúan su deceso en el
Golfo de México y en el 1821, cuando se dedicaba a la piratería contra barcos
de cualquier bandera. Pero a inicios de
1822, en una embarcación pequeña, bordeaba la costa sur de Cuba.
Un
corsario de Trinidad, o un buque de la marina de guerra británica, capturó la
nave. Lafitte huyó a tierra y fue
apresado cerca de Santa Cruz del Sur por las autoridades españolas que lo
condujeron a Puerto Príncipe, al parecer muy malherido, y puesto en la cárcel
sin precauciones especiales.
Atendiendo
a la aparente gravedad de las heridas, el Juez Primero de Letras, licenciado
don José Joaquín de Agüero y Agüero, dispuso que fuera trasladado a San Juan de
Dios. Para ello pidió guardia que
custodiase al reo, que no se concedió por el teniente gobernador don Francisco
Sedano. Evidentemente disgustado, De Agüero remitió a Lafitte sin más
requisitos que aquellos exigidos a cualquiera otro enfermo.
Fue
ingresado en la Sala de Blancos, pues aún no existía plaza de seguridad o
sala-calabozo en el Hospital. Caminaba con dificultad, ayudándose con muletas…
Y poco después tuvo lugar la fuga, para la cual, evidentemente, no las necesitó. Hasta el presente se ha aceptado que ocurrió
el día 13 de febrero de 1822, pero según documentos estudiados por el autor,
debió haber sucedido antes del día 8 del propio mes y año.
Desde
el exterior fue ayudado por gente influyente y comprometida. Por esos años vivían
en Camagüey muchos asociados de Lafitte en el contrabando, así como viejos
camaradas del espionaje, que lo conocían de Nueva Orleáns. Entre esos últimos estaban
el vasco francés Juan Xavier de Arrambide, radicado en Puerto Príncipe, y el
doctor don Juan Mariano Picornel y Gomila, médico de origen mallorquín,
avecindado en Nuevitas, ex-agentes secretos al servicio de España y personajes
tan legendarios como nuestro pirata.
Llegó
Lafitte a Nuevitas, armó una partida y, en un bote, abordó y saqueó dos
goletas. Se estableció seguidamente en
el fondadero de Rincón Grande, en la bahía de La Gloria. Explotó una factoría negrera a unos cuatro
kilómetros del embarcadero de Biaro, próximo a la Boca de las Carabelas, el estrecho
que separa Cayo Guajaba de Sabinal. El enclave estaba provisto de dos cañones,
un guairo y varios botes, tripulados por unos 30 hombres armados.
Algún
tiempo después andaba todavía por las costas de Cuba, ejerciendo el contrabando
y teniendo un verdadero control sobre el clandestino tráfico de esclavos. Y, según sus descendientes cubanos (los tuvo,
como buen marino) fue apuñalado a traición.
El hecho se ha ubicado en 1825 ó 1826, en uno de sus barcos y frente a
la costa norte cubana, durante una reyerta por la distribución de las
utilidades de un desembarco clandestino de esclavos. Se identificó como asesino a uno de sus
asociados camagüeyanos en la trata negrera, de apellido Betancourt.
Pero
el mito siguió, y se ha escrito que Lafitte terminó sus días en Las Bocas del
Silán, Yucatán, México, también alrededor de los mismos años. Sin embargo,
otros historiadores lo ubican nuevamente en 1832, con el alias John Lafflin, en
Saint Louis, Missouri (Estados Unidos). Era ya un honrado fabricante….. ¡de pólvora para cañones!
Más
inverosímil es lo que se dice sucedió después.
Laffite/Lafflin, a los 65 años y entre 1847 y 1848, viajó a Europa. Allí
se interesó por las ideas revolucionarias del momento, asistió a reuniones de
secretas sociedades y frecuentó logias.
Regresó a Estados Unidos y falleció el 5 de mayo de 1854, en el Estado e
Illinois.
¿Qué
hubo de cierto en cada una de esas “muertes”? ¿Se sabrá algún día qué fue
realmente de Jean Lafitte? Estas incógnitas
hacen aún más novelesca la vida de quien, junto con sus muletas, dejó también
huella de su paso por el Camagüey de historias y leyendas…
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