Los primeros teatros
de Puerto Príncipe
Ana
Dolores García
Hasta
el año 1809 no se conocía en Puerto Príncipe la existencia de representaciones
teatrales. A comienzos del mes de enero de ese propio año un vecino de la
Villa, don José Galeano, solicitó licencia para que se le permitiera presentar
algunas obras de teatro con un grupo de actores aficionados. La licencia le fue
concedida a cambio de que cediera parte de las ganancias como contribución a los fondos de la milicia
popular que se estaba formando para el caso de un ataque del ejército de Francia,
que por aquellas fechas estaba en guerra
con España.
El
historiador Torres Lasqueti no pudo corroborar datos específicos sobre el lugar
donde se efectuaron esas presentaciones teatrales, pero si deja constancia en
sus escritos de que era opinión generalizada que las mismas se llevaban a cabo
en «un teatrico situado en el gran patio de una casa en la calle Carnicería, [de la Contaduría después y actualmente
Independencia], que posteriormente en 1817 fue adquirida en propiedad por don
Luis Loret de Mola». Esta creencia de los principeños se basaba principalmente en
que «existían en la pared del fondo de dicho patio pinturas y otros vestigios
de un destruido escenario».
Pocos
años después, en 1813, el Ayuntamiento de la Villa recibió otra solicitud de
licencia, esta vez para la construcción de un teatro, presentada por don
Santiago Candamo. Teatro que en este
caso sería el segundo del que se tenían noticias en Puerto Príncipe, luego de
la experiencia de los alumnos aficionados de José Galeano que actuaban al aire
libre en el “teatrico” de la calle Carnicería.
Personas
de la época aseguran que este segundo teatro funcionó en la calle de Sta. Ana,
en una casa que luego fue demolida y en cuyo terreno fabricó posteriormente su
residencia el Dr. don José Ramón Boza y Miranda.
A
mediados del año 1817 plantó sus carpas y tiendas de madera un circo teatro en
la amplia plaza frente a la iglesia de La Merced. Allí realizaba sus
demostraciones ecuestres un afamado jinete, Jean Breschard, de fama
internacional, y se representaban zarzuelas
españolas. Tiempo después el circo se trasladó a un solar en la calle San Ramón,
donde continuó presentando sus funciones hasta levantar campamento y seguir con
su espectáculo por otras poblaciones de la Isla.
En
aquel solar de la calle San Ramón se construyó un teatro de madera y guano en
el año 1824. Sus empresarios lo fueron D. Juan de Agüero y D. Segundo Carvajal.
Duró poco tiempo porque en 1817 un incendio lo redujo a cenizas.
Surgió
entonces una sociedad con más recursos que levantó en el mismo lugar otro
teatro de madera y tejas, y que se mantuvo en funcionamiento poco tiempo más. La sociedad se disolvió y uno de los socios se hizo
cargo del teatro hasta 1848, en que compró otro local en el callejón de La
Merced, [luego calle Popular y mas tarde
Virgilio Guerrero], que quedaba a espadas del que se había quemado, por lo
que llamó al nuevo teatro “El Fénix”, remedo del personaje mitológico que
renació de sus cenizas.
López
Lasqueti nos lo describe: «Costó 43,000 pesos fuertes. Es más sólido, capaz y elegante que los anteriores, con dos órdenes
de palcos, pero su forma cuadrilonga le hace no proporcionar entera comodidad a
los espectadores que ocupan aquelllas localidades».
Luego, ese
mismo teatro “El Fénix” fue arrendado por la nueva Sociedad Popular de Santa Cecilia
en 1864 para celebrar todos sus actos. Y,
aunque la sociedad permaneció cerrada durante un período de cinco años, mantuvo
el arrendamiento del teatro, que volvió a abrirse al publico cuando “La Popular”
reanudó sus actividades.
Ya en el siglo XX, y convertido el viejo Puerto Príncipe en el Camagüey actual, la Sociedad Popular de Santa Cecilia, poseedora
del hermoso edificio que continúa
engalanando la Plaza de La Merced, no
necesitaba ya el Teatro “El Fénix” para sus actos. Por ello lo vendió a las
religiosas teresianas que poco a poco habían ido ampliando su colegio desde su
llegada a Camagüey en 1915. El viejo
teatro fue testigo de múltiples representaciones escolares, de incontables
entregas de premios a final de curso -alumnado
en la platea y padres y familiares en los palcos- y de solemnes graduaciones.
Recuerdo
el día a día, de lunes a viernes, cuando todas las alumnas nos reuníamos en
aquel salón antes de entrar a clases. Desde allí, ordenadas por grados, al
ritmo de la marcha de Zacatecas que ejecutaban al piano -en nuestro tiempo- Eunice o Luzdivina y al toque de
chascas, marchábamos a nuestras clases. Recuerdo también los palcos con sus
caballetes donde cada sábado algunas tratábamos de aprender la habilidad pictórica
de nuestra maestra, la anciana y venerada Madre Dolores, que ya se contaba
entre las Madres fundadoras del colegio en el lejano 1915.
El
Teatro “El Fénix” subsistió hasta 1950, año en que fue demolido y en su lugar
las Madres Teresianas construyeron otro moderno teatro.
Ana Dolores García ©
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