21 de marzo de 2014

Tula, la suerte del desterrado

Tula, la suerte del desterrado

Por Roberto Jesús Quiñones Haces

GUANTÁNAMO, Cuba.- Lo trágico aparece reiteradamente en la vida de los poetas románticos cubanos. José María Heredia, primer gran poeta de América, sufrió el destierro y murió en el exilio en pobreza extrema a los 36 años. Plácido fue fusilado por los españoles a los 35 años. José Jacinto Milanés murió en desequilibrio mental a los 49 y Joaquín Lorenzo Luaces murió a los 41 años enfermo. Juan Clemente Zenea también fue fusilado por los españoles, tenía 39 años, y Luisa Pérez de Zambrana vivió 87 años luego de ver morir a su esposo y a sus cinco hijos. Ese sino trágico también estuvo presente en la vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda, cuyo bicentenario conmemoraremos el próximo domingo.

Tula, como también era conocida en la intimidad, nació en Puerto Príncipe el 23 de marzo de 1814. Su padre fue un oficial de la Marina española y su madre una camagüeyana. El primer momento trágico de su vida fue la muerte de su padre. Muy pronto su madre contrajo nuevo matrimonio y junto con su familia Tula se vio obligada a salir de Cuba rumbo a Europa. El dolor ante el abandono de la patria quedaría inmortalizado en su extraordinario soneto “Al partir”, que siempre colocaría al inicio de sus selecciones poéticas:

¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo,
Como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!…La chusma diligente,
Para arrancarme del nativo suelo
Las velas iza, y pronta a su desvelo
La brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
Tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!…Ya cruje la turgente vela…
El ancla se alza…el buque, estremecido,
Las olas corta y silencioso vuela!

Luego confesaría a la Condesa de Merlín que la situación del emigrado «es una existencia sin comienzo, detrás de sí unos días que nada tienen que ver con lo presente, delante otros que no encuentran apoyo en lo pasado, los recuerdos y las esperanzas divididas por un abismo, tal es la suerte del desterrado».  

Después de su llegada a Burgos, donde vive poco tiempo, Tula se trasladó a La Coruña y luego a Sevilla, donde conoció a Ignacio de Cepeda. Con éste mantuvo un romance muy escandaloso para la época. Por ese tiempo comenzó a publicar en revistas y periódicos españoles y estrenó su primer drama, titulado Leoncia, en 1840. Debido al éxito de su carrera literaria y a sus posiciones feministas era acogida con expectación y curiosidad en los círculos literarios de las ciudades que visitaba, en los que hizo relaciones con Espronceda, Quintana, Gallego y Zorrilla, escritores de primera línea en ese momento. A pesar de que siempre contó con la simpatía y el apoyo de numerosos intelectuales, otros nunca le perdonaron sus amoríos escandalosos ni su posición independiente. Tal fue el caso de Marcelino Menéndez Pelayo, quien se opuso a su ingreso a la Academia de la Lengua.

En 1844, Tula tuvo amores con el poeta Gabriel García Tassara. De esta relación fue concebida una niña que nació muerta, lo cual sumió en profunda depresión a la poetisa. Abandonada por García Tassara, en 1846 contrajo matrimonio con Pedro Sabater, quien falleció tres meses después, lo cual hizo que Tula se retirara a un convento.

Entre 1846 y1858 estrenó en teatros de Madrid varias de sus obras con gran éxito de público y crítica. En 1858, casada con Domingo Verdugo, este sufrió un atentado y para ayudar a su restablecimiento ambos cónyuges deciden viajar por España y Francia. Durante el viaje, Verdugo fue nombrado para un cargo oficial en Cuba a donde ambos llegan en 1859.La estancia de la escritora en su país natal está signada por numerosos homenajes y reconocimientos, siendo uno de los más extraordinarios el que recibió en 1860 en el Teatro Tacón de La Habana (hoy García Lorca) donde fue ceñida con una corona de laurel por la poetisa Luisa Pérez de Zambrana.

Ese año, Tula dirigió en La Habana la revista “Álbum cubano de lo bueno y de lo bello”, publicación de vida efímera pero de honda huella cultural por sus esfuerzos en aras de renovar el gusto literario nacional y, sobre todo, por la persistente labor en defensa de los derechos de la mujer.

En 1863 falleció Verdugo y La Avellaneda partió con su hermano Manuel hacia Estados Unidos, y regresó a España en 1864, donde falleció el 1 de febrero de 1873.

Sus aportes métrico-rítmicos y la renovación que hizo de la métrica española la colocan en un lugar cimero de la historia de la poesía hispanoamericana. En cuanto a su obra narrativa, los críticos destacan la honda sicología de sus personajes. Muestra de ello son sus novelas Sab –la primera de contenido antiesclavista en idioma español- Dos mujeres, Guatimazín y Espatolino. Lo más trascedente de su obra es el teatro. Sus piezas, escritas mayoritariamente en verso, han sido calificadas por el crítico José Antonio Portuondo como «una de las más ricas, más sólidas y mejor hechas que hay en la lengua española y en cualquier lengua».  El Teatro Nacional de Cuba tiene una sala que lleva su nombre.

Reproducido de Cubanet
Remitido por María Teresa Trujillo

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