Corridas de toros
en Puerto Príncipe
Ana Dolores García
El origen de las corridas de toros en
España, -que es de donde la América heredó la afición a la tauromaquia-, se
remonta a la cultura grecolatina introducida en la Hispania durante el proceso
de su romanización, ya que el culto al toro como divinidad -y su
sacrificio ritual- se consignan incluso en las civilizaciones del mediterráneo
oriental desde al menos la edad del bronce.
Desde luego que las actuales “corridas de toros” distan mucho de
parecerse a las de aquellos tiempos o a las que practicaban los romanos:
espectáculos de circo, ofrenda de seres humanos, lucha de hombres
–gladiadores- contra toros…
En la Edad Media, los protagonistas que se
enfrentaban a lomo de caballo a los toros eran los caballeros feudales que los
perseguían y los azuzaban, pinchándoles con sus lanzas hasta ocasionarles la
muerte. Luego fueron hombres de pueblo, -hombres de
a pie se diría ahora-, los que probaron su valor luchando contra la bestia.
Así, la “corrida” se fue transformando en “encierro” por hombres
rústicos sin trajes
de luces. El espectáculo, cada vez más refinado, ha
llegado hasta hoy convertido en lo que muchos
consideran arte y otros un horrendo acto criminal.
En Cuba, la celebración de fiestas taurinas
se mantuvo ininterrumpidamente durante cuatro siglos, los mismos que duró la
dominación española. Y fue precisamente en Cuba donde se inauguraron las
corridas en América. La fecha varía según la opinión de quien nos lo cuente.
Fray Bartolomé de las Casas, en su recurrida “Historia de las Indias”, narra lo
siguiente y hasta nos ofrece el nombre del torero:
…”Acaeció allí luego un terrible caso, que el día de Corpus
Christi siguiente, que es cuarto día después del domingo de la Santísima
Trinidad, lidiaron un toro o toros, y entre otros españoles había uno allí,
llamado Salvador, muy cruel hombre para con los indios, el cual fue vecino de
una villa llamada de Bonao en la isla de Santo Domingo, veinte leguas tierra
adentro… Así que aqueste Salvador pasó a la de Cuba, donde también
comenzó a usar de sus crueldades con los indios, y se halló aquel día de Corpus
Christi (de 1514) con los otros que dije haber lidiado los toros…”. (sic) Por
el año citado, 1514, esta corrida debió efectuarse en alguna de las cinco
villas fundadas hasta entonces: Baracoa, Puerto Príncipe, Trinidad o Sancti
Spíritu.
Sin embargo José María de Cossío, en el tomo IV de su
enciclopedia taurina “Los Toros” (1943),
(conocida también como “La Biblia del Toro”),
no se hace eco de esta cita de fray Bartolomé de las Casas y en cambio señala
que los primeros festejos se realizaron en 1538, con motivo de la llegada del
Adelantado Hernando de Soto, para ocupar el cargo de Gobernador de la Isla que
desempeñó hasta su partida para la conquista de La Florida. Por
igual motivo hubo festejos taurinos en Santiago de Cuba.
Aquellos primeros festejos se llevaban a cabo en la principal -o
cualquier otra- plaza del pueblo, pues la primera plaza
de toros propiamente dicha no se inauguró en La Habana sino hasta el
año 1769. Las que se llegaron a levantar en otros pueblos de la isla
lo hicieron con bastante posterioridad. No es necesario
agregar que las lidias las realizaban toreros españoles y que hasta los toros
bravos eran traídos de España.
En el año 1569 se celebró otra corrida en La Habana para honrar
a San Cristóbal, Patrón de la Villa. Plácido González Hermoso, en su página web taurología.com cuenta “que los vecinos
pidieron al cabildo la eliminación de los mosquitos, moscas, hormigas y
bibijaguas (una especie de hormiga muy agresiva, endémica de Cuba) que habían
invadido las viviendas. Fue así que en una reunión con las autoridades, entre
el gobierno de la ciudad y la iglesia, se acordó solicitar la ayuda al Apóstol
Santiago, a quien, si sacaba los insectos de las casas, le dedicarían 32
corridas de toros entre sábado y domingo. Es de suponer que las plegarias no
fueron lo suficientemente abundantes o que su débil fervor no alcanzase en los
espacios celestiales, ya que los fastidiosos insectos continuaron haciendo de
las suyas, por lo que también cabe imaginar que las corridas de toros no se
celebraron”.
En la Habana tuvo lugar otro importante festejo taurino en el
año 1759, en celebración de la subida al trono y coronación del rey Carlos III.
Pero no sólo fue en La Habana donde se celebraron esas fiestas
taurinas, porque también existieron en algunas de las por entonces rústicas
ciudades del interior de la Isla para deleite de los soldados y civiles
españoles que moraban en ellas. Cienfuegos, fundada mucho después de las
primeras Villas, en 1819, tuvo plaza de toros que se sabe era “de mediana
construcción, de un solo piso al descubierto y algunos palcos”, donde según lo
publicado en el periódico “La Fraternidad”, en 1887 debutó una mujer torera
conocida como “La Cordobesa”.
También Pinar del Río tuvo su plaza de toros que según relatos
de la época “era
de fuerte construcción, aunque carecía de belleza y de bastantes dependencias.
Era de un solo piso, en el que hay algunos palcos además de los de las
autoridades”...
La ciudad de Matanzas, fundada en 1693, poseyó igualmente plaza
de toros y se sabe de una gran corrida que se celebró allí en 1747.
Nos adentramos ahora en la Cuba profunda, la
de tierra adentro, donde se encuentran las primeras villas fundadas por los
colonizadores españoles. Sancti Spíritus, la cuarta de esas villas
nacidas en 1514, celebró su primera corrida de toros en 1850 “con la participación
del torero mexicano José Vázquez y su esposa “La Pepilla”, y en la que actuaron
como picadores un individuo llamado “Cenobio” y un andaluz de apellido López”, según
crónica publicada en el “El Fénix”, periódico de la ciudad.
El propio diario “El Fénix” da cuenta de una corrida de toros
celebrada en el mismo año 1850 en la cercana villa de Trinidad, (también de las
fundadas en 1514) en homenaje a la visita del general José Gutiérrez
de la Concha, Marqués de La Habana y Capitán General de la Isla.
Seguimos rumbo al Oriente y llegamos a Puerto Príncipe, la
segunda fundación española. Desafortunadamente, poco se sabe de la historia
taurina de nuestra villa principeña. Conocido si es que en un principio se
celebraban en la plazuela triangular frente al templo de La Merced, donde
también se llevaban a cabo otros actos de diversión publica, como ferias y
actuaciones de circos.
Juan Torres Lasqueti nos relata al respecto: “En 1829, durante el
novenario de la fiesta de Nuestra Señora de La Merced, ó sea en los días
antepróximos al 24 de Septiembre, se autorizaron, como era costumbre muy
antigua, corridas de toros gratuitas por aficionados, en razón de no haber
diestros de profesión en el país.
Con tal motivo se construyeron por las familias acomodadas varios
palcos en la parte exterior de la barrera, y entre ellos, uno correspondiente á
un Oidor de Audiencia territorial, con quien estaba reñido el
Marqués de San Felipe y Santiago, Jefe del Regimiento de Infantería de
guarnición en esta Ciudad. Y como los ganaderos del mismo cuerpo debían
ejecutar las vistosas evoluciones conocidas con el nombre de “Despejo Militar”
ante de empezarse la lidia, aprovechó el Marqués esta circunstancia para
mortificar á su adversario, y ordenó á sus soldados que cuando concluyeran el
Despejo se sentaran sobre la barrera del referido palco, con objeto de impedir
la vista del espectáculo á las personas que lo ocupaban.
Este inesperado acontecimiento produjo una excitación general en
los espectadores, y la autoridad dispuso la suspensión de la corrida y que los
toros se llevasen fuera de la población. Pero el orgulloso Marqués hizo
desenyugar un buey de una carreta, trayéndolo a la plaza para que lo
capearan los soldados andaluces que había en su Regimiento, lo que no se consistió
por la autoridad.
Nótese que Torres Lasqueti puntualiza que esas corridas eran “costumbre muy
antigua”, pero que luego de tal referencia al inusitado y a la vez
execrable incidente provocado por el Jefe de Infantería, Torres
Lasqueti no vuele a anotar en su libro de datos históricos ninguna otra
actividad sobre corridas de toros en nuestra ciudad hasta el año 1848, en que
da a conocer que en el mes de junio de dicho año “dieron principio las
corridas de toros por la cuadrilla de Bernardo Gaviño, en la plaza construida
de madera provisionalmente al extremo de la calle de San Juan (actual Avellaneda) cerca del
paradero”. Pero, ¿Cuándo se completó la construcción provisional de esa
plaza de madera?
Del carácter de provisionalidad que en un origen tuvo la tal
plaza en la calle San Juan deja constancia otro dato que nos ofrece Torres
Lasqueti: que nueve años más tarde, el 14 de marzo del año 1857 “se dio permiso al
maestro carpintero Juan de Mata Lastre para la construcción de una plaza de
toros en el Campo de Marte, inmediato al puente de La Caridad”. Queda
también en lo incógnito si se llegó a construir esa plaza en parte del actual
Casino Campestre.
En cambio, la plaza provisional de la calle San Juan en su
confluencia con la de Pobres siguió siendo escenario de fiestas taurinas. Se
recoge información de eventuales corridas domingueras efectuadas allí hasta el
último decenio de la dominación española en Cuba, pues una de las primeras
medidas adoptadas por las autoridades intervencionistas de EEUU fue la de
prohibir toda clase de espectáculos de crueldad.
Se ha descrito que en una esquina del amplio solar destinado a
aquella plaza había un pequeña vivienda donde habitaban un señor llamado
Antonio Almanza y su esposa y que luego de la prohibición de las corridas parte
del solar fue ocupado por un café muy popular, el “Café El Suizo”, en un
edificio de madera montado sobre ruedas.
Fuentes: Juan Torres Lasqueti: Colección de datos
Históricos-Geográficos de Puerto Príncipe y su Jurisdición.
Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias.
Ilustración, óleo de Joaquín
Endara, pintor ecuatoriano
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