Gaceta de Puerto Príncipe: Visita del Cardenal Cañizares al Museo Mons. Adolfo

3 de febrero de 2014

Visita del Cardenal Cañizares al Museo Mons. Adolfo

Visita el Cardenal Cañizares el Museo Archidiocesano Monseñor Adolfo

Por: Osvaldo Gallardo González

Camagüey, 27 de enero de 2014 / El cardenal Antonio Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de visita en Camagüey para hacer entrega a nuestro Arzobispo Mons. Juan García de la Bula Pontificia designando Basílica Menor a la Catedral Metropolitana, visitó en la tarde del sábado el Museo Arquidiocesano "Mons. Adolfo Rodríguez Herrera". Realizó la visita acompañado de Mons. Juan y los Sres. Antonio Señas, Manuel Padilla y Miguel K. Martínez.

Luego de recibir una explicación sobre la casa y el memorial Mons. Adolfo, pudo apreciar la exposición de las ex alumnas salesianas y la sala dedicada al centenario de la diócesis. Más tarde, en el patio de la casa, al serle obsequiada una estampa del Siervo de Dios, Mons. Adolfo, nos invitó a todos a rezar con la oración impresa al dorso y compartió recuerdos de nuestro primer arzobispo.

Al despedirse, escribió en el libro de firmas: "Con verdadera emoción y gran agradecimiento, vine a este lugar santificado por su morador, el Siervo de Dios, Mons. Adolfo".

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La ciudad vieja y cansada con sus techos inclinados hacia el suelo, con sus torres de aspecto feudal, con sus calles torcidas que parecen encogidas por la pereza y por los siglos, tienen para todo cubano un espíritu que hace palpitar, en su fantasía, los guijarros, los ladrillos, las vetustas y feas tejas... Y se vive, allí, con la imaginación exaltada y vibrante, en un mundo de recuerdos consoladores, y sobre las dulces esperanzas que alegran y vivifican los sentidos. Es grande y noble, todo pueblo que tiene un gran lazo con el pasado; arrastra de él algo poderoso y fundamental que da á nuevas generaciones y á nuevos hombres un distintivo, la singularidad de un carácter. Parece que viven en el fondo de una montaña, y sin embargo moralmente permanecen en la superficie. Herid la patria, en lo más exterior de la piel y hareis sangre inmediatamente en los corazones camagüeyanos. Manuel Márquez Sterling, Año 1905.

Perfiles

Gaceta de Puerto Príncipe era el nombre de uno de los periódicos más antiguos de Camagüey, fundado en 1819 por un habanero, don Antonio Guerrero. Antes existieron otros. El primero, manuscrito y de vida efímera, lo publicó en 1810 el Lic. don Antonio de Herrera, sin duda alguna mediante un gran esfuerzo. Se dice que llegó a tener amplia circulación pero ni siquiera se ha podido conservar su nombre. Dos años después, en 1812, don Mariano Seguí estableció la primera imprenta y en ella surgió el primer periódico impreso: «El Espejo». Aunque posterior a ellos, desde sus inicios «La Gaceta de Puerto Príncipe» pasó a ser el más importante exponente de la prensa y la cultura locales, avalado por la calidad y el prestigio de sus escritores, entre los cuales es imprescindible mencionar a Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño.

Esta «Gaceta de Puerto Príncipe» digital comenzó en 2006* como página virtual que pretenciosamente se apropiaba del nombre de aquel periódico principeño del siglo XIX para, aprovechando el tecnicismo de hoy –antaño insospechado-, lanzarse al mundo del espacio cibernético. La experiencia duró casi un año y ahora vuelve a reeditarse en un nuevo formato. Intenta seguir siendo fiel a la calidad de la primera Gaceta, la de hace casi dos siglos, y a la de casi dos años. Se trata de reunir y presentar, no las noticias de actualidad como hacía la Gaceta original, sino contar los hechos pretéritos que fueron creando la pátina legendaria de nuestra ciudad y sus próceres durante mas de medio milenio de historia.

Para ello no dudo en reproducir artículos, poemas, de otros autores que hablen también del viejo Puerto Príncipe o del Camagüey actual. Prometo respetar siempre la propiedad intelectual en todo lo que reproduzca. Los invito a que la visiten, la lean, se animen a enriquecerla con sus escritos y la consideren como propia.

Ana Dolores García, su administradora, es cubana nacida en Camagüey. Lleva ya en los Estados Unidos más años que los vividos en Cuba y sin embargo aquella sigue siendo su tierra, la que nutre sus raíces. Hija de españoles afincados en Cuba, siempre le gustó ser escribidora y estudió Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. El título fue uno de los últimos que firmara Clemente Inclán. Como no había mucho campo para ejercer la enseñanza a causa del incipiente diversionismo ideológico, colgó el titulo, guardó la pluma casi sin uso y se hizo oficinista hasta que la cesantearon por pretender salir del país. Durante dos años se adelantó como al cuentapropismo como dulcera. Luego las autoridades le proporcionaron una posición en una brigada agrícola. , - Hoy vive felizmente jubilada y agradecida a Dios por esta larga vida plena de tan variadas profesiones.

Le gusta sobre todo leer, el cine, la música y la pintura. Y por supuesto escribir. Es por ello que se ha entusiasmado en crear una “Gaceta” virtual. Es creyente, católica practicante, y en general políticamente incorrecta. Si tuviera que escoger un lema sería el de nuestros mambises: “Patria y Libertad”.

23 de julio de 2009

*Lamentablemente y, sin saber cómo, han desaparecido del blog todos los artículos anteriores a 2013. Es de lamenter porque incluían muchos temas interesantes de la historia de Camagüey. Algunos podrán irse recuperando gracias al archivo personal.

15 de abril de 2021

Identificación

Si hablase con un cubano

que intercambiase el usted

de vez en cuando por vos,

no tendría duda yo

que se trata de un cubano

de vieja cepa y que es

además camagüeyano.

Y si acaso al saludarme

me dijera «¿Cómo andais?»,

0 tal vez «¿Adónde vais?»,

o si a su conversación

un «no seais faino» añadiera,

entonces si que pudiera

afirmar con convicción

que es un cubano de ley,

porque, o nació en Camagüey

o bebió de tinajón.

Y no habría riesgo siquiera

de estar corriendo un albur,

si apostara a que el cubano

de marras, sin duda era

de veras camagüeyano,

si al irse se despidiera

con nuestro típico «abur».

Emilio A. Cosío